El futuro de la mujer afgana, entre la dignidad y el salvajismo
El cambio político puede traer aparejados mayores derechos o la reiteración de abusos El sexo femenino espera que se ponga fin a los relegamientos y atropellos Pero hay dudas que esas mejoras puedan llegar con un gobierno de la Alianza o con los líderes tribales
WASHINGTON.- Las mujeres norteamericanas solían ponerse furiosas cuando, al pasar, un obrero de la construcción con una calcomanía de la bandera en su casco les silbaba o les aullaba como un lobo al acecho.
Ahora las mujeres norteamericanas se derriten cuando, al pasar, un obrero de la construcción con una calcomanía de la bandera en su casco les silba o les aúlla como un lobo al acecho.
En tres décadas, el feminismo ha pegado un salto hacia atrás. Antes los hombres de uniforme eran los opresores. Ahora son buenos partidos. Antes los policías eran los cerdos. Ahora son los zorros. Antes los bomberos eran tipos que una presentaba en la casa si no podía engancharse un médico. Ahora son el accesorio más buscado.
Mala noticia para la nueva generación de gerentes jóvenes que visten con estilo informal. "El factor viril", bramó el titulo del lunes último de la publicación USA Today. "Hombres valerosos y sus uniformes entran a puro músculo en escena".
Las mujeres a la pesca de "príncipes con yelmos relucientes" afirman que ahora se sienten desilusionadas con los fatigados ejecutivos de bancos de inversión y de empresas punto com que usan camisas azules desprendidas, pantalones de color caqui y anteojos de marca.
De manera que las mujeres norteamericanas les echan ahora el ojo a los típicos "machos" a los que anteriormente despreciaron.
Mientras tanto, en la otra mitad del mundo, las incipientes feministas de Afganistán rezongan debido a que hombres salvajes armados las oprimen (y esos tipos realmente son lo que se dice salvajes).
La actitud impetuosa de la semana pasada, cuando los soldados talibanes huían y las mujeres se arrancaban el velo y mostraban, radiantes, su mejor sonrisa, dio paso a otra más cautelosa. Allí casi todas las mujeres siguen usando el burka, y la mayoría aún no vuelve a sus labores. Les cuentan a los periodistas que tienen dudas respecto de hasta qué punto será mejor la vida bajo la Alianza del Norte o los líderes tribales pashtún del Sur.
Pretextos
Los Estados Unidos están tratando de estimular a la Alianza del Norte hacia la modernidad, pero los jefes guerreros parecen estar satisfechos con su patriarcado. El ministro del Interior, en Kabul, prohibió en dos oportunidades que las mujeres entraran al unísono en el complejo de las Naciones Unidas, mientras que un grupo de policías hizo subir a la vereda a varias mujeres que trataban de congregarse en la calle.
"Dijeron que era por seguridad, pero sólo fue un pretexto. No quieren que mejore la condición de la mujer", advirtió Soraya Parlika, que encabeza la recién formada Unión de Mujeres de Afganistán.
Los jefes guerreros dispuestos a asumir el poder no son en absoluto la contracara del régimen talibán. El régimen talibán surgió porque parecían ser más galantes con las mujeres que el resto de los jefes guerreros. Muhammad Omar asumió el poder después de perseguir a un comandante de Kandahar que había raptado a dos adolescentes, y ordenado que las raparan y las llevaran a un campamento militar, donde fueron víctimas de violaciones sexuales reiteradas. Pero resultó ser que la idea talibán de proteger a las mujeres era avasallarlas.
De manera que, en la tierra de los hombres de las cavernas, las mujeres esperan, y con razón, que las Naciones Unidas y los Estados Unidos intervengan para asegurar que los nuevos líderes afganos no impongan otra vez sus viejas costumbres voraces.
Cuando le preguntaron qué posición adoptaría el gobierno norteamericano si la Alianza del Norte se negara a permitir que las mujeres organizaran marchas de protesta, el vocero de la Casa Blanca, Ari Fleischer, respondió no sin vacilación: "Estamos hablando de otras regiones del mundo donde la gente tiene su propia cultura y su propia historia. No podemos imponer el curso de los acontecimientos de todos los días para todos a lo largo y a lo ancho de Afganistán".
Quizá Fleischer no escuchó el reciente discurso que pronunció Laura Bush por radio, en el que la esposa del presidente señaló: "Todos tenemos la obligación de hacer oír nuestra voz en aras de los derechos y la dignidad de la mujer afgana".
La señora de Bush volvió a referirse a esa cuestión durante una reunión en la Casa Blanca con 11 mujeres afganas exiliadas: "Espero que uno de los principios que guíen al nuevo gobierno afgano sea el de los derechos humanos, incluidos los derechos de las mujeres y de los niños", expresó.
Shakespeare y nada más
En el programa "Good Morning America", Charlie Gibson le preguntó a la primera dama por qué el gobierno norteamericano no presionaba a Arabia Saudita para que concediera a las mujeres el derecho a conducir vehículos, y a Kuwait para que les otorgara el derecho de votar.
"Bueno, por lo menos algo positivo es que en esos países las mujeres reciben educación, y todos conocemos la importancia que tiene la educación para el éxito de cualquier país", respondió Laura.
Tan sólo porque una mujer pueda recitar a Shakespeare para sí en el asiento de atrás de un automóvil no atenúa el hecho de estar relegada allí.
Si los Estados Unidos, con los bombardeos, pueden abrirle paso a la Alianza del Norte hasta la victoria, podemos plantear ciertos términos respecto de lo que la mujer puede lograr en la nueva nación afgana. Y si los Estados Unidos pueden ir a la guerra para proteger a Arabia Saudita y para liberar a Kuwait, podemos también ayudar a promover la causa y elevar la condición de la mujer allí.
Entonces, ¿por qué diablos no lo hacemos?
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