El nuevo protagonismo aborigen
Belgrano o San Martín no se habrían extrañado, al contrario, les habría llamado la atención lo opuesto. Pero a un argentino del año 2000, la aparición de indígenas en actividad política y en calidad de golpistas le resulta casi más extraña de lo que se le habría antojado la llegada de marcianos.
La gran mayoría del país ignora que el sol de la bandera fue puesto allí por el Sol ancestral de los Incas, que es una reliquia del proyecto presentado en el Congreso de Tucumán para restaurar la monarquía incaica, y que las proclamas anunciando la Independencia se imprimieron en castellano, en quichua y en aymará.
Sin embargo, el protagonismo aborigen en la vida política es posible, y así lo demostró hace pocos días Antonio Vargas, presidente de la Comunidad de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), al liderar a sus pares de raza hacia la toma de un gobierno, y aunque eso haya sido muy breve, su aparición removió una situación ancestralmente dramática.
Es que tras la llegada de los españoles (siglo XVI), los indígenas sólo aparecieron en revoluciones esporádicas (siglo XVII) y, como dice Oscar Efrén Reyes, en Ecuador "carecieron de matiz político".
Y agrega: "La independencia no tomó en cuenta, políticamente, al indio, pues la libertad se perfilaba para los criollos, mestizos y negros, no para ellos. La independencia, como antes la colonia y como después la república, no les hizo caso y simplemente los explotó".
Apenas si Bolívar, en su corto período de gobierno, tomó algunas medidas en defensa de su posesión de tierras, del pago de sueldos y del reconocimiento de la importancia de la lengua indígena y de su enseñanza en la universidad de Quito. Pero es poco probable que esto se haya traducido en alguna medida efectiva.
Como indica Gonzalo Rubio Orbe: "Regimientos indios se sumaron a los liberales de Alfero (finales del siglo XIX) y, en algunos casos, recibieron grados militares y pagos. Más tarde, ya en el XX, liberales y conservadores los reclutaron y requisaron (sic) por la fuerza". Unas veces luchaban en favor de un bando, otras, de otro o de las tropas del gobierno, con frecuencia los mismos hombres. "No estaban preparados militarmente... ni siquiera sabían disparar los fusiles... no existía ningún contenido ideológico por parte de los indios."
En algún caso (como dijo Belén Andrade) se propuso la alfabetización en quichua, pero, en el mejor de los casos, se habló de integrar a los indígenas a la cultura nacional (occidental) como si no tuvieran "su propia cultura". En su encuentro con Juan Pablo II en Latacunga, pidieron el reconocimiento como nacionalidades, el respeto a sus propias culturas, a sus territorios, a sus estructuras de producción y comercialización, lengua y educación". ("Los indios ecuatorianos"; Editora Nacional, Quito, 1987).
El presente: Pachakutik
¿Cuántos son los indios? En 1780, un padrón arrojó un 64% (al parecer, sólo se incluyó a los tributarios) y en 1840 -sin inmigración ni matanzas- la cifra bajó a 46%. Hacia 1940, un 14% apareció hablando sólo en quichua, separándolos de los que lo hablaban junto con el castellano. Las estimaciones toman sólo esta cifra como punto de partida o bien la del 40% o, a lo sumo, del 48% (o sea, sólo un poco menos de la mitad).
En su gran mayoría, los aborígenes ecuatorianos son quechuas, aunque una minoría es de otras naciones. Se destacan los shuar (jíbaros), que reemplazaron la reducción de cabezas por una intensa actividad política.
En los últimos años, los quechuas se organizaron en la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Quechua y en 1996 participaron de la revolución que derrocó a Abdalá Bucaram. Junto a otros grupos de pueblos menores y a los negros, trataron de que se reconociera el carácter multicultural y plurinacional de Ecuador.
La organización Pachakutik se mostró muy activa. Sus proyectos fueron trabados sistemáticamente por los políticos criollos, pero lograron formar un bloque de 15 diputados (8 indios y 7 aliados) sobre 70 en la Asamblea Nacional (1997). Lograron la designación de Nina Pacari (quichua) para presidir la comisión de reforma del Estado, así como 10 alcaldes, concejales en 11 municipios y consejeros provinciales en 13 provincias (sobre 21).
Se plantearon todo tipo de problemas, además del de la tierra, el idioma y la cultura a los que en la región amazónica se sumó el otorgamiento de derechos de exploración y explotación petrolera, incluso en las tierras de los shuar y los achuar .
Al problema de coyuntura se suma el general de los aborígenes, en especial desde 1999, cuando Canadá dio amplia autonomía a los esquimales, mucho menores en número y civilización que los quechuas, que vienen de las grandes culturas andinas, y de los mayas, cada vez más activos.
Un problema grave que excede mucho el marco relativamente limitado de Ecuador.
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