F. H. Cardoso: "Bolsonaro no es un comandante a la altura del momento"
Confinado en San Pablo, el expresidente crítica la gestión de crisis del gobierno
Fernando Henrique Cardoso enfrenta la pandemia con algo de temor. A los 88 años, el expresidente brasileño (1995-2002) cumple una estricta cuarentena en su departamento en San Pablo, rodeado de libros y escribiendo. Tras la llegada del coronavirus canceló viajes planeados a Portugal y Francia, dejó de ir a la fundación que lleva su nombre y preside, y raramente sale a la calle. "Voy a cumplir 90 años en 2021. Tengo que tener cuidado y rezar para que los bichitos no entren en mí", dice Cardoso, en una entrevista con LA NACION.
La intranquilidad, no obstante, excede lo personal. El sociólogo cuestiona el rumbo adoptado por el gobierno de Jair Bolsonaro frente a la crisis y dice que se ha demostrado como un "comandante que no está a la altura del momento". Además, asegura que el tiempo de Lula da Silva en la política pasó y que tras la pandemia emergerán nuevos liderazgos en la política brasileña.
-¿Pensó en la presidencia en medio de la pandemia? ¿Gestionar esta crisis es comparable con otra situación por la que puede pasar un mandatario?
-Pensé mucho en eso. Gracias a Dios estoy lejos, porque el presidente va a ser responsabilizado por todo lo que suceda, incluso aunque no lo sea. En mi época, lo más parecido fue el famoso "apagón" [crisis de energía eléctrica entre 2000-01]. Cuando supe de la gravedad, comencé a actuar, busqué a todo el mundo, a la oposición, a las centrales sindicales y a los empresarios. Mi actitud fue de "vamos juntos", de una crisis de ese tamaño no se sale peleando. Ahora se trata de un virus invisible que mata a las personas. Es mucho más serio. Y nuestro gobierno no está entendiendo la función del presidente en una crisis de este tipo. El presidente debe dar palabras de confianza y de acción y coordinación.
-Con una polarización enorme, la pandemia puso a un lado las diferencias políticas en la Argentina y se ve cooperación de la oposición con el oficialismo. ¿Por qué Brasil no consiguió lo mismo?
-La respuesta está en la esencia de Bolsonaro y de sus consejeros. El país no está dispuesto a pelear, no veo una predisposición guerrera. Todo el mundo sabe que la política viene después, primero hay que sobrevivir, y deben tomarse medidas para eso. Están surgiendo muchas divisiones en la cúpula del poder y eso le hace mal al país. La economía va a caer, pero el gobierno tiene que prepararse para actuar contra la epidemia y, al mismo tiempo, pensar medidas para salvar la renta de las personas.
-¿Cómo afecta el despido del ministro de Salud Luiz Mandetta?
-Es una mala noticia porque estaba en la línea de frente. No lo conozco, pero ha sido un ministro activo, y da la impresión de que provocó celos en el círculo del presidente. Simbólicamente es muy negativo sacar a alguien que es muy bien visto por la población. Es un error político grave y de consecuencias prácticas.
-El presidente tuvo dificultades para despedirlo. Además, la Justicia le frenó una campaña contra el aislamiento y gobernadores y alcaldes lo desobedecen. ¿Es su momento de mayor debilidad?
-Creo que sí, porque está frente a una crisis y no está mostrándose como un comandante a la altura del momento. Perdió prestigio. Todavía tiene bastante entre las capas populares, la clase media y empresarios, que pueden cambiar de opinión de forma rápida. Pero no quiere decir que haya perdido condiciones para gobernar.
-¿Hay condiciones para un juicio político?
-Yo asistí a dos juicios políticos, el de Fernando Collor de Mello y el Dilma Rousseff. Sabemos las consecuencias de cualquier impeachment, es arriesgado para el país. El juicio se da cuando el presidente transgrede la Constitución, cuando pierde condiciones políticas de gobernar o cuando la población se manifiesta. En este momento, el gobierno no tiene mucha base política en el Congreso. Las calles están vacías, porque las personas están en casas. Y no puedo decir que haya perdido la capacidad de tomar decisiones. No veo que las condiciones existan.
-Sanitaristas dicen que el coronavirus se "rejuvenecerá" en Brasil golpeando con fuerza las favelas, donde viven muchos jóvenes. ¿La crisis puede ser un llamado de atención sobre la deuda social que no resolvió la democracia?
-Espero que sí. Esta es una crisis de la desigualdad, que por ahora no la vimos porque los enfermos todavía son en su mayoría de clase media, media alta y ricos, porque el virus llegó en avión. Pero el virus va a llegar a toda la población. Debe haber políticas más igualitarias. Cuando fui presidente intenté votar un impuesto a las grandes fortunas, pero nunca fue aprobado y fui muy cuestionado. Brasil necesita distribuir riqueza. La mejor forma es dar empleo, pero no basta en nuestra situación, con tantos pobres y marginalizados.
-Muchos gobernadores, algunos antiguos aliados del presidente, han comenzado a distanciarse. ¿La crisis va a reacomodar los liderazgos en la política?
-Los gobernadores en Brasil siempre tienen mucha fuerza. En el caso del gobernador de San Pablo, João Doria, que tiene mucha presencia, y el de Río de Janeiro, Wilson Witzel. También existen candidatos fuera del circuito, como Luciano Huck [presentador televisivo y empresario], que nace en los nuevos movimientos, de donde también surgió el presidente Bolsonaro. Es temprano para saber cómo se va a desdoblar la situación, pero los partidos no están teniendo tanta influencia como las personalidades. El juego de poder en Brasil está ahí.
-¿Qué papel le otorga Lula? ¿Esperaba poco protagonismo de él tras salir de la cárcel?
-Esperaba que tuviera poco protagonismo porque creo que las cosas pasan. Su generación está terminando, la política va a seguir rejuveneciéndose. Mientras estuvo preso, el Partido de los Trabajadores hizo una sola campaña: "Lula libre". Ahora está libre, entonces no tienen más palabras, falta sustancia. Lula, un exlíder sindical, fue preso por razones no políticas, sino de otra naturaleza, perdió mucha preeminencia. Tendrá dificultades para tener protagonismo. Los líderes políticos tienen que entender su momento. El mundo hoy es otro, y para Lula también. Los líderes tradicionales tienen cada vez menos espacio de acción. Pasó nuestra hora.
Más leídas de El Mundo
A pedido de Lacalle Pou. Uruguay lanzó una aplicación “para poder mostrarle a la gente en qué gastamos sus recursos”
"Fingí reírme". El calvario de una rehén israelí: “Mi captor de Hamas me dio un anillo y dijo que me casaría con él y tendríamos hijos”
Crisis de seguridad en Chile. Tras el atentado, Boric promete “enfrentar la brutalidad” y Kast le exige que decrete estado de sitio