La Casa Blanca está sola en la lucha contra Saddam
MOSCU.- Cualquiera que en Washington planee expandir la guerra contra el terrorismo a Irak una vez que Osama ben Laden sea eliminado no debería contar con el apoyo de Rusia -al menos por el momento-. Aquí, la respuesta que uno recibe cuando pregunta sobre un ataque sobre Bagdad es: " Nyet " (no).
En caso de que usted no lo haya escuchado, el presidente ruso, Vladimir Putin, dijo a The Financial Times el lunes último que la próxima prioridad de la guerra contra el terrorismo debería ser "el bloqueo de la financiación de las actividades terroristas".
"Y hasta el momento, yo no tengo ninguna evidencia, ninguna confirmación de que Irak esté financiando a los terroristas a los que combatimos", dijo, contundente, Putin.
Putin no es el único que piensa de esta manera. Si uno se fija en los países que forman la coalición ensamblada por Estados Unidos contra Ben Laden , lo único que hay en común entre ellos es el estupor ante los atentados del 11 de septiembre y los beneficios nacionales que traería a cada uno la derrota de Ben Laden y Al-Qaeda.
A Turquía -en donde la venta del petróleo contrabandeado desde Irak es un gran negocio- le preocupa que una guerra contra Bagdad podría conducir a la creación de un mini Estado kurdo en el norte iraquí con nexos con los kurdos turcos.
Jordania -un país que depende significativamente del comercio con Bagdad- teme ser desestabilizado por otro conflicto bélico en Irak. Egipto, por su parte, no está demasiado ansioso por ver un nuevo líder "bueno" en Irak, que podría reintegrar a Bagdad a la Liga Arabe para retomar su natural rivalidad con El Cairo por la influencia sobre el mundo árabe.
Siria nunca apoyaría una guerra contra Irak que, si tuviese éxito, transformaría a Damasco en el próximo blanco de la ofensiva. Y así podría seguir.
A los rusos nunca les gustó la idea de atacar Irak. Pero luego de que la Casa Blanca humilló a Putin la semana pasada al retirarse unilateralmente del tratado antimisiles ABM, tanto los rusos como su presidente parecen aún menos inclinados a ayudar a Estados Unidos.
"Lo que Estados Unidos está haciendo en Afganistán se corresponde con nuestros intereses", afirmó Alexander Bovin, un ex embajador ruso en Israel.
"Pero Irak es un asunto diferente. Tenemos lazos económicos muy desarrollados. No queremos perderlos y tampoco vemos riesgo alguno desde Irak. A mí no me importa el tratado ABM, pero Bush puso a Putin en una posición complicada, a la que no era necesario llegar", agregó.
Según Bovin, Putin dijo a los rusos que el Kremlin y la Casa Blanca "son amigos ahora". "Pero a los rusos, Bush nos desilusionó; fue como si él tratara de ofender a alguien a propósito. La próxima vez que Rusia tenga que ayudar a Estados Unidos, Putin puede decidir no hacerlo", añadió.
Adiós a los blancos fáciles
Es decir, Bush miró a Putin a los ojos, pero no miró al mundo a través de sus ojos. No me malinterpreten. Los rusos pueden adoptar, como mucho, lo que el analista Aleksei Pushkov llama "una neutralidad negativa" hacia cualquier acción de Estados Unicos contra Irak. Pero, antes, los rublos deberán ser repartidos.
Irak tienen una deuda de ocho mil millones de dólares con Rusia que el Kremlin quiere ver saldada. Los rusos buscan garantías de que Washington apoyará su visión de que la deuda fue contraída por Irak y no sólo por Saddam Hussein; eso en el caso de que el presidente iraquí sea derrocado y un nuevo gobierno no reconozca esas deudas.
El Kremlin también quiere garantías que, si un gobierno prooccidental asume en Bagdad, las petroleras rusas mantendrán sus lucrativas exploraciones en el Irak. Con Ben Laden, nuestros aliados dijeron: "Muestrennos las evidencias". Con Saddam, dirán: "Muestrenme las evidencias y el dinero".
El punto es que los blancos fáciles de la guerra antiterrorista se acabaron. A diferencia de los talibanes, Saddam tiene dinero de verdad para comprar a sus adversarios. A diferencia de Afganistán, Irak es estratégicamente relevante para todos sus vecinos, la mayoría de los cuales temen que cambie el status quo. Y, a diferencia de Ben Laden, Saddam no se presentará como un blanco fácil y obvio.
Eso no significa que Estados Unidos no pueda ni deba buscar las maneras de derrocar a Saddam. Pero sí significa que lo hará solo.
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