La encarnizada batalla por un jugoso legado electoral
RÍO DE JANEIRO.- El tan demorado lanzamiento de Fernando Haddad como candidato presidencial del Partido de los Trabajadores (PT) abre una nueva etapa en esta imprevisible campaña hacia los comicios del 7 de octubre próximo: la encarnizada batalla en la izquierda por la herencia electoral del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, impedido de competir por la condena de corrupción de 12 años de cárcel que cumple desde abril.
Aunque Haddad, exministro de Educación de Lula y exalcalde de San Pablo, haya sido designado reemplazante "oficial" del popular expresidente, que tenía casi un 40% de las preferencias electorales, otros dos exministros suyos se autoproclamarán herederos legítimos de las tradicionales banderas lulistas de lucha contra la desigualdad social: el exministro de Integración Nacional y exgobernador de Ceará Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista (PDT), y la ecologista y extitular de Medio Ambiente Marina Silva, de la Red Sustentabilidad (Red), que busca la presidencia una vez más tras haber sido candidata en las elecciones de 2010 y 2014. Las dos veces terminó tercera.
"Intentarán distanciarse de Haddad en un tema clave para el electorado que es el combate de la corrupción. Abrazarán los ideales de Lula, pero criticarán los errores que cometió el PT, salpicado por tantos escándalos de sobornos y desvíos", señaló a LA NACION el analista Paulo Nascimento, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia.
Haddad mismo ya ha sido denunciado por el Ministerio Público de San Pablo, que la semana pasada lo acusó formalmente de haber recibido ilegalmente 723.000 dólares de la empresa UTC Engenheria en 2013, para saldar cuentas de su campaña por la alcaldía el año anterior.
Gomes y Silva seguramente también aprovecharán para debilitar a su rival de izquierda por algunas de sus dificultades propias: es una figura poco conocida en el empobrecido nordeste, bastión clave petista (y tierra de Gomes), enfrenta serias resistencias en las mismísimas filas del PT y llevó adelante una impopular gestión en San Pablo.
Por otra parte, el título de "heredero oficial" de Lula podría jugarle en contra a Haddad si se tiene en cuenta que el anterior delfín ungido por el expresidente fue Dilma Rousseff, cuyo gobierno terminó con la economía en picada y con ella destituida en un juicio político a mediados de 2016.
La disputa que se espera que ocurrirá entre estos tres candidatos izquierdistas -Gomes, Silva y Haddad- representará una oportunidad que podrán explotar los otros principales contrincantes.
Se trata del polémico diputado ultraderechista Jair Bolsonaro, del minúsculo Partido Social Liberal (PSL), ahora convaleciente después del atentado con cuchillo la semana pasada, y con firmes posturas anticorrupción y antiestablishment político, y del exgobernador de San Pablo Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que ostenta el mayor tiempo en el horario gratuito de propaganda en radio y televisión como para imponer temas en el debate y obligar a sus rivales a pasar a la defensiva.
Fragmentación
De cara al tramo central de la campaña, ante la fragmentación del electorado, estos comicios recuerdan cada vez más los de 1989, los primeros directos después de la dictadura militar.
Entonces, un candidato que se proclamaba como outsider del mundo político de Brasilia, Fernando Collor de Mello, del pequeño Partido de la Reconstrucción Nacional, se alzó como ganador frente a otros rivales de fuerzas mayores y/o más tradicionales (Lula, del PT; Leonel Brizola, del PDT; Mario Covas, del PSDB, y Paulo Maluf, del Partido Democrático Social). Tres años después, en medio de un proceso de impeachment iniciado por acusaciones de corrupción, Collor de Mello renunció para evitar ser destituido.
"Como entonces, ahora ningún candidato obtendría una amplia representación en el Congreso, lo que generaría mayor inestabilidad para el nuevo gobierno y profundizaría la incertidumbre sobre Brasil", advirtió el profesor Nascimento.
Esta campaña electoral, señaló el analista, ya ha estado envuelta en un ambiente de crisis mucho mayor que el de 1989 por la recesión económica de los últimos años, la polarización social tras el impeachment a Rousseff, las escandalosas revelaciones de corrupción de la operación Lava Jato, el proceso judicial contra Lula y la virulenta dinámica de las noticias falsas difundidas a través de las redes sociales e internet.
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