La izquierda regional, entre la euforia y algunos enigmas
CARACAS.- "¡Triunfó el pueblo, liberan a Lula da Silva! Es muy emocionante ver a Lula en las calles". El presidente venezolano, Nicolás Maduro, tardó pocos minutos en unirse al coro que se felicitaba por la libertad del exmandatario brasileño. El "hijo de Chávez" interpretó un sentimiento nacional, que habitualmente desconoce, para asegurar que el pueblo venezolano estaba tan feliz como él y saludaba la excarcelación de quien fuera uno de los principales aliados de Hugo Chávez, con quien diseñó mano a mano la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
La realidad política y la muerte del "comandante supremo" acabaron con los sueños de la Patria Grande compartidos por el antiguo sindicalista y el militar golpista, sueños renovados a duras penas con la incorporación del Grupo de Puebla a la ensalada de grupos ya existentes en la región y con las protestas que recorren el continente y ponen en entredicho la llegada de la derecha al poder en 2015.
"Tenemos que volver a los tiempos de unión", insistió Maduro. "Lula quedó libre con ese espíritu que no perdió a pesar de la cárcel y de la injusticia", añadió el líder sandinista Daniel Ortega tras contemplar el regreso de su amigo, con tanta fuerza que pareciera el primer día de una nueva campaña por dictaminar. "Si Lula fuera ahora a la elección, ¡barrería!", sentenció el exguerrillero.
Andrés Manuel López Obrador, Evo Morales, Rafael Correa y los reunidos en Buenos Aires en torno al Grupo de Puebla hicieron público su regocijo. "Cumplí, Lula, gané en la Argentina y vamos a poner de pie a América", constató Alberto Fernández, promotor del grupo de 32 líderes reunidos en la capital argentina.
¿Tienen Maduro y el resto de presidentes y exmandatarios entonces verdaderos motivos para la euforia más allá de la libertad de quien consideran su amigo y aliado, y a sabiendas de que esa libertad no supone su inocencia? "Lo de Lula para todos ellos es una victoria. Sin embargo, es una victoria como la de Fernández en la Argentina, en el fondo un enigma para el chavismo", reflexiona Luis Salamanca, exrector del Consejo Electoral de Venezuela.
"Los sentimientos no necesitan una justificación racional. La liberación de Lula fue vivida como una gran victoria después de una larga serie de derrotas. Pero las consecuencias son imprevisibles: Lula podría encabezar una alternativa electoral viable a Jair Bolsonaro o, por el contrario, obturar la renovación de la oposición", constata el politólogo Andrés Malamud.
Después de la euforia inicial, llegan las dudas, incluso en el mismo porvenir político de Lula. Circunstancias muy parecidas a las de Correa, que de no evitar a la Justicia permanecería hoy entre rejas.
Las miradas de todos ellos se centran ahora en el Grupo de Puebla, aplaudido a rabiar por Maduro. Pero la realidad es que no es revolucionario ni bolivariano, ni en él participan Cuba ni Venezuela. Parte de sus miembros sí son defensores directos del chavismo o al menos sus propuestas políticas van dirigidas a blanquear a Maduro para que se mantenga en el poder.
Como ya sucede desde 2013, Venezuela traza una frontera ideológica que además no es uniforme ni homogénea dentro de cada grupo, que se subdivide a la hora de tomar posturas a favor o en contra de la revolución bolivariana.
Dos grupos que además compiten en distintos espacios con el Foro de San Pablo (partidos izquierdistas y organizaciones sociales), el Grupo Idea (expresidentes en su mayoría conservadores, pero que también da cabida a socialdemócratas, como Felipe González, Fernando Henrique Cardoso y Ricardo Lagos) y el Mecanismo de Montevideo, que apuesta por el diálogo para resolver la crisis venezolana. Negociaciones cuyo único interés para el chavismo es mantenerse en el poder.
Agonizante la Unión Suramericana de Naciones (Unasur) e intranscendente la Celac, el mayor empeño del chavismo hoy es mantener al Foro de San Pablo y a su alianza del ALBA, en la que también aparece Cuba.
¿Vive la región el fin de ciclo (muy corto) de gobiernos conservadores y moderados? La segunda respuesta cuestiona tanta alegría. En Uruguay, Daniel Martínez necesita algo más que el empuje final de José Mujica para derrotar a Luis Lacalle Pou y en Perú todo apunta a que el centrista Martín Vizcarra confirmará en las legislativas de enero la popularidad que le otorgan las encuestas.
Las últimas horas en Bolivia también confirman que a la ecuación electoral de Evo no le salen las cuentas. La rebelión policial va más allá del hecho político y de los bloqueos de un país partido por la mitad.
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