La noticia de la que los espías supieron por los medios
La muerte de Kim sorprendió a las agencias de inteligencia norteamericanas y surcoreanas
WASHINGTON.- Kim Jong-il, el enigmático líder norcoreano, murió a bordo de un tren a las 8.30 hora local. Cuarenta y ocho horas más tarde, los funcionarios surcoreanos todavía no lo sabían, y menos aún en Washington, donde el Departamento de Estado tuvo que reconocer que "se enteró por la prensa" de su muerte, mucho después de que lo anunciaran los medios estatales norcoreanos.
Si los servicios de inteligencia de Corea del Sur y de Estados Unidos no lograron descubrir ninguna pista de ese momento trascendente -llamadas desesperadas entre funcionarios del gobierno norcoreano o de los soldados que se agolpaban alrededor del tren que transportaba a Kim- se debe al hermetismo de Corea del Norte, un país que no sólo está enemistado con la mayor parte del mundo, sino que también se ha blindado de tal modo que desafía a espías y satélites.
No es la primera vez que los servicios secretos asiáticos y norteamericanos se pierden un hecho significativo en Corea del Norte. Pyongyang construyó una extensa planta de enriquecimiento de uranio que no fue detectada durante un año y medio, hasta que los funcionarios norcoreanos se la exhibieron con orgullo a un científico nuclear norteamericano, en una visita el año pasado.
Corea del Norte también ayudó en la finalización de un reactor nuclear en Siria sin hacer sonar las alarmas de los servicios de inteligencia occidentales.
Ahora, Estados Unidos y sus aliados serán testigos de una peligrosa transición de mando en Corea del Norte -un Estado fallido con armas nucleares-, y el hermetismo de ese país dificultará aún más todas sus predicciones.
Con poca o ninguna información sobre el hijo y sucesor del "Querido Líder", Kim Jong-un, y menos datos aún sobre las intrigas palaciegas en Pyongyang, capital norcoreana, la reacción occidental necesariamente será por adivinanza.
"Estamos muy preparados para un eventual ataque de Corea del Norte, pero no para el desmoronamiento del régimen norcoreano", dijo Michael Green, ex asesor asiático de la administración de George W. Bush. "Cada vez que analizamos ese escenario, el principal objetivo que se impone es averiguar qué está pasando en el interior del país."
En muchos países, eso implicaría interceptar llamadas telefónicas entre funcionarios del gobierno o vigilar desde los satélites espía. Y, de hecho, hay aviones espía norteamericanos y satélites que escanean el país. Antenas de alta sensibilidad colocadas a lo largo de la frontera entre las dos Coreas captan las señales electrónicas.
Además, funcionarios de inteligencia de Corea del Sur entrevistan anualmente a miles de norcoreanos que se exilian en el Sur.
Y, sin embargo, poco y nada significativo se sabe del funcionamiento interno del gobierno norcoreano. Los funcionarios dicen que en Pyongyang la información relevante se circunscribe a un reducido círculo de oficiales, que no dan información alguna.
Anteayer, tras la noticia, la administración del presidente Barack Obama celebró consultas urgentes con sus aliados, pero dijo poco en público sobre la muerte de Kim. Altos funcionarios reconocieron que eran en gran parte espectadores de lo que ocurría en Corea del Norte.
"Un mal escenario sería que el país pasara por una transición sin problemas, que la gente siguiera muriendo de hambre y que continuaran desarrollando su programa de armas nucleares", dijo Jeffrey Bader, un ex asesor del presidente Barack Obama para Asia. "La transición inestable, en la que nadie está a cargo, y en el que el control de su programa nuclear se vuelve aún más opaco, es aún peor."
Si de fallas de inteligencia se habla, la incapacidad de la CIA para conseguir datos sobre la muerte de Kim es un caso comparativamente menor.
Pero tal como lo señaló un ex espía de la CIA -que habló bajo condición de anonimato por tratarse de información clasificada-, "lo peor de la inteligencia [norteamericana] es que ha fracasado en interiorizarse profundamente del gobierno existente".
"Tenemos a los desertores, pero la información que suministran suele ser vieja. Tenemos gente de los niveles medios del régimen, pero que, por lo general, no saben lo que sucede en el núcleo del poder", agregó la fuente.
Inquietud
Esa imposibilidad de detectar señales de agitación en Corea del Norte resulta especialmente inquietante para los habitantes de Corea del Sur. Seúl, la capital, se encuentra a tan sólo 60 kilómetros de la frontera norcoreana, y los militares están en alerta constante ante un posible ataque sorpresa.
Y sin embargo, durante las 51 horas que aparentemente pasaron desde la muerte de Kim Jong-il y el anuncio oficial de su deceso, los funcionarios de Corea del Sur no parecen haber observado nada inusual.
"Esto revela un gran agujero en nuestra red de recolección de información en Corea del Norte", dijo un legislador de la oposición surcoreana, Kwon Seon-taek.
Por su parte, Kwon Young-se, legislador del gobernante Gran Partido Nacional (GNP) y jefe del Comité de Inteligencia de la Asamblea Nacional, dijo que el servicio de inteligencia surcoreano, principal agencia de espionaje del gobierno, parece haber recibido el anuncio norcoreano con la guardia baja. "Los haremos responsables", advirtió.
Traducción de Jaime Arrambide
C. Sang-Hun y M. Landler
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