La política exterior, un tema que fue y seguirá siendo marginado
RÍO DE JANEIRO.-Las elecciones en Brasil fueron la séptima ocasión en que la población brasileña escogió por voto directo a su presidente o presidenta desde que el país retomó la senda democrática. Esta vez fue también una oportunidad para el aggiornamiento del debate interno en torno a los temas principales de la agenda nacional.
Pero la opción por la continuidad del actual gobierno llevó a que fuese más importante la validación de su desempeño que el debate sobre proyectos alternativos de gobierno. Las fuerzas de oposición pudieron descansar más en sus críticas a los últimos 12 años del PT en la presidencia que en presentar ante la sociedad brasileña planes de gobierno con directrices de acción que pudiesen traducirse en "soluciones" de formulación y gestión de políticas públicas, de estrategias regionales y de conducción política.
El consenso silencioso de todas las fuerzas de oposición en cuanto al carácter incuestionable (irreprochable) de las políticas de inclusión social promovidas por las presidencias de Lula da Silva y Dilma Rousseff hizo que el debate electoral se concentrara en una lista de compras dispersa y sazonada según la orientación de cada candidato. Cobraron relevancia el tema de la corrupción -con especial atención en las irregularidades administrativas y financieras en Petrobras-, las críticas a la política monetaria suscitadas por la intervención de Dilma durante su gestión para reducir la tasa de interés, y los derechos de las minorías sexuales.
¿Y qué lugar ocupa en este escenario la política exterior?
La política internacional raramente ocupa espacio en los debates electorales en cualquier lugar del mundo, y Brasil no es la excepción. De hecho, la política exterior fue un tema marginal durante toda la campaña y probablemente lo seguirá siendo hasta la segunda vuelta, dentro de tres semanas. Esta irrelevancia, sin embargo, no significa una ausencia absoluta dentro del debate interno.
Para el así llamado "público atento" (asesores, intelectuales, diplomáticos, empresarios y organizaciones sociales), los meses recientes permitieron colocar sobre la mesa los puntos de controversia sobre las orientaciones y opciones de relación de Brasil con el sistema internacional y con su entorno regional, especialmente sus relaciones con Venezuela y la Argentina. De un lado, se aboga por una política internacional activa y altiva que cuestiona las premisas de la paz liberal, persigue un orden multipolar legitimado por la institucionalidad multilateral y defiende la construcción de un proyecto regional autónomo. Del otro lado, se reivindica una revisión de las estrategias de negociación comercial del país -muy especialmente en el Mercosur- y se apoya una inserción internacional de Brasil identificada con una agenda global convergente con los intereses de las potencias occidentales.
Además de las diferencias de contenido, se observa por primera vez un debate sobre la dimensión institucional de la política exterior, lo que ha llevado a un cuestionamiento de la representatividad del Ministerio de Relaciones Exteriores, conocido como Itamaraty. Desde la sociedad ganó impulso la propuesta de creación de un Consejo de Política Exterior como instrumento de diálogo con el gobierno; desde el ámbito empresarial, se reclama la creación de una agencia de comercio exterior semejante al Trade Representative de Estados Unidos, y desde el propio Ministerio de Relaciones Exteriores se denuncia el dramático impacto de las recientes restricciones presupuestarias para la carrera del servicio exterior y el funcionamiento de la actividad diplomática, tanto en el país como en el exterior.
Como ya fue mencionado antes, éstos no serán temas de punta en el debate electoral brasileño, que tenderá a polarizarse en las próximas semanas. Se cree que el foco de debate entre el PT y el PSDB pasará por los temas de política económica y por los problemas de gestión y transparencia del gobierno actual.
Sin embargo, esa constatación no disminuirá el impacto que una u otra opción de gobierno tendrá para las relaciones exteriores del país y para el futuro de Itamaraty. A pesar de estar atravesando un momento de menos proyección internacional que los años del gobierno de Lula, en el tablero regional y global, hoy Brasil juega un rol asociado con un programa de gobierno con clara identidad política.
La autora es profesora de la Universidad Nacional de Quilmes.
Traducción de Jaime Arrambide
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