La vieja división pudo más en la OEA
WASHIGNTON.- Las veces que América latina ha aplaudido de forma unánime una acción de Estados Unidos se pueden contar con los dedos de la mano. Y quizás sobren dedos. La decisión del presidente Barack Obama de normalizar las relaciones con Cuba tras medio siglo de aislamiento que, en sus palabras, "no ha funcionado", ha sido una de esas raras ocasiones.
El continente ha reaccionado en los últimos días al unísono ante un reclamo que había hecho suyo desde hace décadas y que suponía uno de los mayores símbolos del "imperialismo yanqui" en la región.
Las loas a la decisión del Gobierno del mandatario demócrata han sido constantes desde que Obama sorprendiera al mundo con su decisión el miércoles 17.
Aliados clave de Washington en la región, como Colombia -que está en plena negociación con las FARC en La Habana- o México celebraron la "audacia" y el "coraje" del paso dado.
Pero también países con relaciones más tensas con Estados Unidos, como la Venezuela de Nicolás Maduro o los gobiernos de Bolivia y Ecuador, se apresuraron a saludar el "histórico" momento. "Hay que reconocer el gesto de Barack Obama, su valentía", declaraba el presidente venezolano.
Faltaba, no obstante, una imagen que evidenciara que, por una vez, no existen fisuras en el beneplácito de la región, más allá de ideologías. El escenario elegido para ello fue la Organización de Estados Americanos (OEA), que había previsto anteayer emitir una sencilla declaración negociada días antes donde diera el visto bueno continental y unísono al histórico paso.
A última hora sin embargo, pudieron más las viejas divisiones.
Venezuela trató de impulsar una iniciativa presentada oficialmente por Bolivia y que contó con el apoyo durante todo el trayecto de Nicaragua para que la declaración incluyera una mención al embargo comercial y económico que sigue pesando contra Cuba. Aunque el objetivo declarado era -y fue- no salir de la OEA hasta que se aprobara una declaración conjunta, para frustración de los demás países, el reclamo reventó esa foto de unidad absoluta que la mayoría de las naciones querían haber dado.
Acabar con el embargo es algo que el propio Obama ha dicho que desea, pero es una decisión en manos del Congreso, no del ejecutivo, como ha subrayado el propio mandatario.
Así lo comprendieron la mayoría de los cada vez más frustrados embajadores, muchos de los cuales lamentaron en los pasillos de la OEA la forma en que Venezuela y Bolivia, al intentar imponer su texto, trataran de "exhibir las miserias" del organismo y "minar" el respaldo generalizado.
Finalmente, no lograron que casi ningún país apoyara en voto público -otra forma de romper la unidad del organismo, que prefiere votar por consenso- sus aportaciones, que quedaron reducidas a un pie de página al final del texto. Pero en el camino quedaron diez horas de negociaciones a puerta cerrada y una indignación generalizada por la imagen que quedó de una OEA incapaz de mostrar una imagen unida siquiera ante una noticia que todos y cada uno de los países de la región llevaban décadas esperando.
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