La vieja y la nueva Cuba: dos países que se enfrentan a un mismo desafío
La realidad de la isla, con cuentapropistas dispuestos a aprovechar la "actualización" del sistema socialista emprendida por Raúl Castro, convive con las libretas de racionamiento y las consignas revolucionarias pintadas en las calles de La Habana; ese contraste desaparece bajo el optimismo que todos los cubanos muestran por el gradual deshielo de la relación con EE.UU.
LA HABANA.- Cuba se enfrenta hoy a su hora de la verdad "antes que anochezca". El título de la desgarradora biografía de Reinaldo Arenas ilustra los tiempos que corren en esta isla perdida en el mar y en el tiempo. Hoy, 56 años después del triunfo de la revolución, toca cambiar o morir.
Los "cambios estructurales y de concepto", anunciados por Raúl Castro tras heredar el poder de su hermano Fidel, sitúan a la isla frente a su propio espejo. Y lo que se ve en el laberinto nacional son dos Cubas de contrastes extraordinarios, pero que comparten las mismas calles, en un país que se dedicó al arte de hacer ruinas.
Por un lado, la nueva Cuba, pujante, dispuesta a aprovechar la "actualización" del sistena socialista y alentada por el histórico deshielo con Estados Unidos. Por otro, la vieja, la de la libreta de racionamiento, los eternos autos norteamericanos y las consignas revolucionarias que gritan en las paredes.
Y entre una y otra, las reformas, donde algunos encuentran similitudes con la China de los 80: los cubanos ya pueden comprar celulares y autos, aunque sus precios son inalcanzables. Se pueden hospedar en hoteles, cuyas habitaciones sólo son para los más privilegiados. Se repartieron tierras que no producían (más del 80%) entre agricultores aplastados por la burocracia.
Ahora incluso pueden vender sus departamentos cuando antes, como mucho, conseguían permuta. Sobre Cuba vuelan las mismas sombras de casi siempre y algunas luces que comienzan a aparecer, encendidas por la esperanza de 11 millones de habitantes.
El histórico deshielo entre Estados Unidos y el gobierno de Raúl ha llevado hasta sus calles un optimismo exacerbado que casi todos comparten. Hay excepciones, por supuesto.
"Los cubanos tenemos una cosa, no sé si es buena o mala: nos reímos de todo, incluso de nuestra vida desgracia." Luis Fernández cumplió 88 años, la misma edad del oculto Fidel, que hace un año que no aparece en público.
Cada una de sus palabras desborda dignidad. "Esto está imposible, pero ahora la gente piensa que en unos días estaremos mascando chicle y fumando Camel", reflexiona el anciano de camino a la bodega, a donde acude armado de su libreta de racionamiento. Con el estómago vacío y los bolsillos llenos de hastío. Es uno de los miles de cubanos que depende de la vieja cartilla para sobrevivir, pese a su anoréxica oferta: arroz, picadillo de soja, un líquido que aseguran es aceite, algo de pollo?
"Siento que salimos de una pesadilla", describió Leonardo Padura, escritor empeñado en buscar "una luz al final del túnel" a sabiendas de que no hay ninguna "lámpara mágica".
El viaje por La Habana de hoy nos lleva al cine Yara, el más famoso de la ciudad, donde dan una película cubana, Contigo, pan y cebolla, de Juan Carlos Cremata. Una inocente comedia situada en los años 50 y que refleja problemas muy parecidos a los actuales. "Esperanza para el futuro, pero ¿cuándo llega ese futuro?", se cuestiona uno de los personajes.
A dos cuadras, en dirección al Malecón, acaban de inaugurar el bar restaurante Havana 21. Sus propietarios no esperaron al futuro, fueron directamente a buscarlo.
"Es el momento de invertir en este negocio, «todo pa' frente», como decimos los cubanos", asegura Richard, de 47 años, uno de sus propietarios.
Él, su socio y alguno de sus empleados forman parte del grupo de 178.000 cuentapropistas que este año deberán pagar sus impuestos, aunque más de 400.000 ya tienen licencia para ello.
Son trabajadores que levantaron su propio negocio o que forman parte de él: taxistas privados, cafeterías, paladares [restaurantes de cuentapropistas], gimnasios, arrendatarios de vivienda, relojeros, vendedores ambulantes, manicuras, artesanos, lavacoches, salones de belleza, fotógrafos, peluqueros y así hasta un centenar de oficios.
La apertura al capitalismo más importante realizada en Cuba, que se inició en los 90 durante el "período especial", pero que ahora se multiplicó con Raúl, empeñado en salvar a su sistema de la quiebra.
"Soy un superviviente de la guerra de Angola, del Mariel, del período especial y de la cosa esa que vino después [en referencia a la «actualización»]", se mofa el matazombis de Juan de los Muertos, la película más aclamada de la nueva era. El cuentapropista más especial de la miniapertura capitalista de Raúl.
Un film que parece una metáfora, y que se incluye en los "paquetes" que se venden en distintos rincones de La Habana. Se trata de memorias USB, con series, películas y partidos de fútbol en su interior. Al cubano no le gusta su televisión ideológica, sólo ve las telenovelas. Y por ello se divierte con programación pirateada de la prohibida televisión por cable, incluidos los partidos de fútbol, porque el béisbol dejó de ser el deporte rey. Los caprichos de la globalización llegan hasta las paredes de la ciudad, donde los seguidores de Lionel Messi disputan sus espacios a los fans de Cristiano Ronaldo.
Caminando la nueva Cuba llegamos hasta los dominios de Francisco Valido González, de 48 años, uno de los líderes de los taxis ruteros, "una cooperativa a la fuerza de 106 socios y 46 guaguas [ómnibus]" que cubre rutas desde Alamar hasta Santiago de las Vegas.
"Si no tomábamos la oferta del Estado, nos íbamos a nuestras casas. Pero es un engaño y un fracaso", asegura un trabajador, que para salvarse del desempleo que afectó a más de un millón de cubanos tras los recortes de Raúl padece hoy en un "régimen de esclavitud".
Conduce vehículos de sexta mano, cuya tres cuartas partes de la recaudación van para el combustible. Las piezas que se van rompiendo se compran al Estado. De los 46 vehículos, sólo 15 están trabajando en un sector muy criticado por la población.
La lucha obrera
Siguiendo los llamados "lineamientos" de Raúl, que promueven la crítica dentro del sistema, Valido inició una cruzada para impulsar un movimiento de cuentapropistas. "Quiero formar un sindicato independiente, muchas personas me siguen en mi lucha obrera por unificarnos en esta nueva Cuba", clama el chofer, que ha sido calificado de "contrarrevolucionario".
La conversación con Valido se lleva a cabo en una vivienda de alquiler, de las que también han proliferado durante la apertura de Raúl.
Estos cuentapropistas pagan hoy 28 dólares mensuales más un 10% de los ingresos anuales mientras esperan el desembarco de los turistas estadounidenses, que no llegaron a 100.000 en el total de tres millones que vinieron en 2014. "Son entre 5000 y 6000 en La Habana", contabiliza el creador de una de las web más poderosas del sector.
Rosita conoce bien la microeconomía creada en torno a las casas para extranjeros. Ella prepara los desayunos a cuatro dólares en un edificio de Vedado con cinco departamentos para alquilar, a 30 dólares la noche. Otro vecino se convierte en botero (taxista) improvisado en el viaje entre la vieja y la nueva realidad, que nos lleva a las inmediaciones del Cine Chaplin, donde se destaca UltraCell, otro de los negocios más prósperos: los agentes de telecomunicaciones.
"Reparamos celulares, actualizamos sistemas, instalamos aplicaciones", recita uno de los socios, quien reconoce que "todo es de importación: o se trae o lo compramos aquí a gente que lo trae de afuera". La marca favorita de los cubanos es Samsung y la aplicación de moda ConoceCuba, una interesante guía de la capital.
Así llegamos hasta cerca del cementerio, donde se levanta otro nuevo negocio: La Isla Inmobiliaria. Tras medio siglo de prohibición, las casas se vuelven a vender, y todo el que quiere marcharse al exterior o necesita el dinero para montar un negocio pone su vivienda en venta.
"Los precios están aterrizando ahora", tras los primeros escarceos con cifras muy elevadas, reconoce la administradora, que gestiona más de mil apartamentos. La media, asegura, se vende entre 60.000 y 80.000 dólares, aunque las buenas viviendas de Miramar se disparan por encima de los 200.000 dólares.
El recorrido por la Cuba de hoy acaba a unos pocos metros, donde un anciano vende la revista Bohemia.
"Avanzamos hacia el perfeccionamiento de un socialismo más eficiente, justo, próspero y sostenible", editorializa, sin saber que sus palabras coinciden con la fuga de uno de sus fotógrafos, quien desde México pisó tierra estadounidense. Hoy está iniciando una nueva vida en California?
El exilio
Los que eligen irse
Anabel (28 años) es una de las habaneras que decidió que su futuro está lejos de la Cuba de los cambios. En la imagen, tomada el año pasado, aparece ante la lente del fotógrafo después de comprar huevos en el conocido Ten Cent de las calles 23 y 10, en el céntrico Vedado. La joven consiguió viajar poco después a Estados Unidos, donde comenzó una nueva vida. La reforma migratoria de 2013 permite viajar a los cubanos que cuenten con visado del otro país, aunque no ha anulado la "carta blanca", ese permiso previo necesario para desplazarse fuera del país.
La gótica
Todo por el dinero
Valeria (28 años) lleva 15 piercings y tres tatuajes, ama a Lovecraft y siente que su apariencia gótica la aparta de la "mediocridad" que la rodea. Hace un año que dejó la prostitución, también fue cuentapropista de su propio cuerpo. "Iba a buscar dinero, sobre todo con extranjeros", describe quien nació llamándose Félix de Valois. En la mejor de sus noches consiguió 120 dólares, cinco veces más que el sueldo medio de los cubanos que trabajan para el Estado. Valeria sueña hoy con irse. "Es mi sueño más grande, aunque no quiero dejar a mis padres solos."
La cartilla
50 años vigente
La cartilla de racionamiento marcó la vida de los cubanos durante medio siglo. Hoy, reducida al máximo, da para una semana de una alimentación mínima, pero sigue siendo vital para el día a día de miles de personas. Para adquirir a precio subsidiado arroz, frijoles y otros productos básicos como azúcar, aceite y huevos los cubanos acuden a las viejas bodegas, lugares donde el tiempo parece haberse detenido. Para sus detractores, las cartillas son símbolo del fracaso de la economía castrista. Para otros, una forma de supervivencia.
Los policías
Siempre están
Una pareja de policías posa, casi a regañadientes, frente al popular Flor Habana, en la esquina de las calles 25 y 12. El sorprendente argumento del fotógrafo ("Este país va a cambiar tanto que hasta sus uniformes van a desaparecer") convenció a los agentes. Las distintas reformas no afectaron a la policía local, que mantiene su presencia en las calles. Eso sí, el gobierno sigue enfrentándose a un problema: pocos habaneros quieren ser policías. La gran parte de los que se despliegan por la capital proceden del interior del país.
Rimas
El rapero rebelde
Aldo Rodríguez (31 años) es el líder de Los Aldeanos, un fenómeno social idolatrado en la isla gracias a sus rimas urbanas, que describen la vida de la gente. Los revolucionarios de la revolución. Ahora afila su música para describir los valores que se perdieron: "En la necesidad comienza en fin de los principios". Y no sólo canta las rimas de la desazón, también se las tatúa en el cuerpo . Aquí posa ante el fotógrafo tras salir de la comisaría, detenido por ignorar un semáforo cuando iba en bici. "Me soltaron tras hacerse fotos conmigo", relata muerto de risa.
Necesidad
Trabajar a los 89
Guillermo Indast trabaja en un consolidado, una especie de taller cercano a la habanera Avenida de los Presidentes, en donde los fines de semanas desfilan las distintas tribus urbanas de la capital. Allí repara electrodomésticos tan viejos como él, incluidas las famosas ollas arroceras chinas que Fidel Castro importó e impuso a la fuerza. Desde aires acondicionados soviéticos hasta ventiladores de origen desconocido. El anciano se mantiene por necesidad al pie del cañón, su pensión no llega a 12 dólares mensuales. Ya cumplió los 89, uno más que Castro.
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