Mayoría, pero ni nueva ni aplastante
SANTIAGO, CHILE.- El principal resultado de esta elección presidencial es tan obvio que casi sobra subrayarlo: hubo mayoría, pero no fue nueva, tampoco abrumadora, ni menos indicativa de un cambio radical. El resultado es una paradoja: quien ganó (Bachelet), perdió; y quien perdió (Matthei), ganó.
La política no es una cuestión puramente aritmética, algo que se mide por los votos; es sobre todo una cuestión sociológica que se mide por las expectativas. No son los votos los que fijan la medida del éxito o del fracaso, sino los anhelos. Y nunca, desde que se recuperó la democracia, los anhelos de la izquierda fueron tan fervientes.
Michelle Bachelet presumió que ganaría en primera vuelta y obtendría una mayoría tan abrumadora (¡una nueva mayoría!) que ningún obstáculo parecería serlo de verdad: las bases de la modernización cambiarían de manera radical; la Constitución sería un papel en blanco sobre el que se podría escribir todo de nuevo; la realidad social quedaría entregada a los designios de una voluntad colectiva nueva; los límites de lo posible se trasladarían un poco más lejos; anteayer comenzarían a pellizcarse algunas de las reformas más radicales.
Todos esos anhelos que la victoria en primera vuelta haría plausibles se han visto frenados por la dura realidad de los votos.
La participación electoral fue relativamente baja. Votaron menos de siete millones de personas. ¿Cuál es el significado de esa abstención? Lo más probable es que esos casi seis millones de personas que no sufragaron no lo hayan hecho como una forma de protesta, sino que ello sea simplemente el fruto ordinario de la modernización: la épica del cambio radical no se acompasa bien con la rutina de la expansión del consumo, la individualidad y el optimismo privado. Se trata de un silencio sociológicamente significativo. Esa masa es el resultado de un extendido proceso de modernización que ha modelado la vida de millones de personas que sienten, claro que sí, que hay que hacer cambios y promover reformas; pero que están muy lejos de la desmesura que muchos candidatos se dedicaron a cultivar como si Chile estuviera al borde de una epifanía casi final.
¿Tiene alguna posibilidad la derecha en la segunda vuelta? Numéricamente, ninguna. Ideológicamente, muchas.
La segunda vuelta será un debate acerca del sentido de la modernización de Chile y, paradójicamente, acerca de lo que se ha construido en los últimos 20 años.
No cabe duda de que ganará Bachelet; pero el discurso que hasta ahora traía se morigerará. El temor de enajenarse el centro (especialmente esos seis millones de personas que como un enigma mudo observan) privará de toda novedad a la mayoría, que, así, no será, a pesar de los números, ni nueva ni aplastante.
Carlos Peña
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