No le da tregua a Macron la rebelión de los "chalecos amarillos"
Por tercer día consecutivo, el grupo autoconvocado protestó contra la política económica del presidente; planean una marcha masiva en París el sábado
PARÍS.- Los autodenominados "chalecos amarillos" franceses manifestaron ayer por tercer día consecutivo contra la política económica del presidente Emmanuel Macron, desplegando más de 27.000 activistas que bloquearon 358 puntos estratégicos de circulación. Decididos a continuar "hasta ser oídos", la próxima convocatoria es para el sábado: "¡Todos a París!"
Los manifestantes -aproximadamente el 10% del total que salió a las autopistas y rutas de Francia durante todo el fin de semana- mantuvieron ayer, a pesar de un frío glacial, sus barricadas en los peajes, impidieron el acceso a depósitos de combustible y no parecen dispuestos a abandonar la protesta.
Sin vínculo con los sindicatos ni los partidos políticos, el movimiento nació y se propagó como un reguero de pólvora a través de las redes sociales. Tampoco tiene líderes, plataforma de reivindicaciones ni servicio de orden para impedir el desborde de sus propios militantes exasperados por la política fiscal del gobierno.
A pesar de esa dispersión, los organizadores coincidieron ayer en convocar a una nueva movilización masiva para el próximo sábado en la capital francesa: "Acto 2: ¡Toda Francia en París!", claman los mensajes que circularon intensamente en las últimas horas por Facebook y Twitter.
La importancia que alcanzó esa movilización se refleja en una sola cifra: desde el sábado, se difundieron un millón de tuits relativos a la protesta.
Sin embargo, a pesar de la presión popular y la amenaza de una nueva movilización, el gobierno de Macron no parece dispuesto a ceder.
"El rumbo que hemos trazado es bueno y lo mantendremos", afirmó el primer ministro, Edouard Philippe, en una entrevista difundida el domingo. También aseguró que había escuchado la "cólera" y el "sufrimiento" de los manifestantes.
La rebelión, que comenzó como una protesta contra el aumento de los impuestos sobre los combustibles, empieza a transformarse en una ola de fondo que puede convertirse en una auténtica pesadilla para el gobierno.
"Los 'chalecos amarillos' ilustran la exasperación de la Francia rural y suburbana que se considera abandonada por el Estado y ser víctima de una acelerada pérdida del poder adquisitivo", afirma el politólogo Pascal Perrineau.
Un cuadro estadístico publicado la semana pasada por el diario Le Monde reveló el impacto que tuvo el aumento del costo de vida en el presupuesto de los hogares con menores recursos.
En un país donde la inflación anualizada fue de 1,6% en octubre, en los últimos 12 meses el golpe más duro fue asestado por el sector energético (gas, 21%; gasoil de consumo doméstico, 30,4%; gasoil para vehículos, 22,6%, y nafta 14,6%) y algunos productos de primera necesidad (como las legumbres frescas, la manteca y las papas, que aumentaron entre el 9% y el 11,2%).
"Al alza de los precios de los carburantes se han sumado otras reivindicaciones más amplias", precisa Perrineau.
En las zonas rurales y en los suburbios de las grandes ciudades, el alza del precio del combustible ejerce una influencia determinante.
Pero el abanico de reivindicaciones desborda ampliamente el marco económico e incluye la situación general de la vida cotidiana.
Los manifestantes se proclaman "aislados" -sobre todo en las zonas rurales-, denuncian la falta de escuelas, hospitales, servicios públicos y transportes adecuados, y reconocen que son incapaces de hacer frente a los aumentos de precios y al peso creciente de los impuestos: los llamados "descuentos obligatorios" -que incluyen de los aportes sociales a las cargas impositivas- representan el 45,3% de los ingresos.
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