Nuevos actores, pero el mismo drama político de siempre
ATENAS.-La política y el drama siempre van de la mano en Grecia. No son las elecciones de mañana las primeras en que el país votará al borde del abismo con una sociedad polarizada. Las proclamas extremas, el duelo de los candidatos, la inflamada oratoria de los líderes y la pasión del coro de los votantes fueron tradicionales en el espectáculo de ruido y furia que fueron los comicios griegos desde la restauración de la democracia hace 40 años.
Pero sí son las primeras en las que el resultado se decidirá entre quienes ya no tienen nada que perder y quienes temen perderlo todo. Tendrá sin duda repercusiones en el resto de Europa y sus probables vencedores, según los sondeos la izquierda de Syriza, verán su triunfo como una revancha de la derrota de los comunistas en la guerra civil de 1946-1949.
También son las primeras que no se dirimen entre representantes de las grandes dinastías que ocuparon el poder durante décadas. Las familias Karamanlis, Mitsotakis y Papandreu proporcionaron seis primeros ministros y gobernaron el país durante más de 30 años desde la Segunda Guerra Mundial. No es el caso ahora. Andonis Samaras, candidato de Nueva Democracia (centroderecha) y Alexis Tsipras, líder de Syriza, no pertenecen a la elite, sino que son más bien advenedizos que cabalgan la ola, cada uno a su manera, de la pavorosa crisis económica que sufre Grecia desde hace un lustro.
Samaras, un oportunista, a juicio de sus críticos, rompió con Nueva Democracia por la cuestión de Macedonia -el nacionalismo griego niega a esta ex república yugoslava usar el nombre de la patria de Alejandro Magno-, fundó Primavera Política, un partido de tintes xenófobos con el que se estrelló en las urnas y volvió en 2004 al redil de la centroderecha para hacerse el amo en 2009 y oponerse al primer rescate europeo un año después. Tsipras, de 40 años, era hace tan sólo unos años un oscuro político de orígenes comunistas, condenado a desarrollar su carrera en los escaños de la minoría.
La oportunidad de Syriza llegó cuando Grecia iba camino de convertirse en un Estado fallido, y Tsipras supo interpretar el humor nacional: la cólera por los estragos de la austeridad impuesta desde el extranjero vencía al miedo a las aventuras políticas. La ruina de las clases medias llevándose por delante a la centroizquierda, representada por el Pasok, hacía el resto.
El ascenso de Syriza, una amalgama de ex comunistas y toda clase de huérfanos y náufragos de la izquierda, fue consolidándose elecciones tras elecciones, al ritmo que los ciudadanos perdían sus empleos, se reducían las pensiones y los salarios, se deterioraban los servicios sociales, escaseaban las medicinas y muchos de ellos -se calcula que 200.000- votaban con los pies emigrando al extranjero.
Fue entonces y no ahora cuando se rompió el bipartidismo. Concretamente, en mayo de 2012, cuando el voto combinado de Nueva Democracia y Pasok sumó el 35% de los sufragios frente al 89% que concentraban en 2009. El sistema político estaba herido de muerte y un partido antisistema no iba a desaprovechar la ocasión. Había un culpable: Merkel y el dogma de la austeridad. Había un atajo: el populismo nacionalista y antieuropeo sería capaz de regenerar la democracia griega.
El discurso de Syriza alarmó a la Europa conservadora y dejó sin palabras a los socialdemócratas. Pero la memoria política griega es larga, y el populismo y el estatismo de esta nueva izquierda hunden sus raíces en Andreas Papandreu, que inició su conquista del poder pidiendo un referéndum sobre la entrada en la UE, manifestándose en contra de la pertenencia de Grecia a la OTAN y coqueteando con las dictaduras árabes.
¿Qué dirían hoy en Bruselas si oyesen a Tsipras repetir aquellas andanadas contra la oligarquía y contra ese club capitalista que era Europa, que explotaba a los países de la periferia como hacía el viejo león del Pasok? Al final, todo quedó en retórica.
Hoy, después de 240.000 millones de euros gastados en rescates y ante las puertas del poder, Tsipras moderó sus mensajes y se declaró a favor del euro, de renegociar la deuda para aliviar la carga de los ciudadanos y en contra de cualquier política económica unilateral contra los acreedores europeos. Syriza, más afín a lo que pretendió ser Izquierda Unida en España que a lo que es Podemos, se prepara para gobernar, y su líder se verá sometido a las presiones de los radicales y a las voces moderadas que conviven en la alianza progresista. La política griega vuelve a oscilar entre el "Grecia pertenece a Occidente", del viejo Constantino Karamanlis, y el "Grecia pertenece a los griegos", que clamó Andreas Papandreu.
Una conflictiva relación con el bloque europeo
- En 2010, estalló un escándalo al descubrirse que Grecia enviaba datos falsos a la Eurostat (instituto europeo de estadísticas) para ocultar los agujeros de su economía
- En 2010 y 2012, Europa lanzó un plan de ayuda por un total de 282.000 millones de euros, y puso a Grecia bajo la vigilancia de una troika de la UE, el Banco Central Europeo y el FMI
- Desde 2011, los griegos hablan de un "Grexit", su salida del bloque europeo, para evitar el plan de ajuste y la vigilancia de la troika
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