Rusia hoy, como la América latina de hace una década
MOSCU.- Si una crisis económica se puede definir a partir del empobrecimiento sostenido de la población, la falta de una economía sólida y confiable, una industria fuera de todo tipo de competencia y un Estado que no sólo no regula sino que cuando lo hace lo hace mal, no se podría decir que Rusia está en crisis: lo que habría que decir es que Rusia es "la" crisis.
Es que si uno no escuchase todo el día a la gente hablar en ruso ni al levantar la vista se encontrase con las doradas cúpulas de San Basilio o las murallas del Kremlin, perfectamente podría creer que está en un país latinoamericano, pero una década atrás. Una asfixiante deuda externa, una deuda interna aún mayor, una brecha entre ricos y pobres que crece geométricamente mes tras mes, un PBI que llega a tan sólo el 50% del que tenía en 1989, más del 50 por ciento de su población que hace malabarismos para apenas sobrevivir y un Estado absolutamente paternalista son la realidad económica en la Rusia de hoy, que parece haber perdido el camino en la transición del comunismo al capitalismo.
Es que hoy, aquí, se puede aplicar la definición de Fernando Henrique Cardoso sobre Brasil, al que llamaba Belinda, porque una parte del país parecía Bélgica y la otra India. En Rusia, los empleados de la parte "belga" ganan de 1000 dólares para arriba, mientras que los de la parte "india", la mayoría estatales, apenas sobreviven con 62 dólares.
Aquí, los "belgas", para seguir con la definición, compran en los principales shoppings (ex mercados comunitarios comunistas hoy devenidos en templos del consumismo), mientras que el resto sobrevive a duras penas.
Y aunque existen, como siempre, los que añoran los tiempos idos, la mayoría de los economistas tiene en claro que la culpa no estuvo en haber abandonado el colectivismo soviético sino en que a partir de ese momento casi todo se hizo mal. Entre la corrupción, que "es un problema de Estado", según le dijo a La Nación Vladimir Davydov, economista y director del Instituto Latinoamericano de la Academia de Ciencias de Rusia, la falta de normas legales, la añoranza por el Estado paternalista y una clase empresarial que aún apuesta todas sus fichas a las compras oficiales, la transición al capitalismo parece una quimera en estas condiciones.
"Nuevos rusos"
Lo cierto es que los cambios que llegaron beneficiaron a unos pocos, la mayoría de ellos influyentes personajes con llegada al Kremlin, los hoy llamados "nuevos rusos", la versión local de nuestros "nuevos ricos", encabezados fundamentalmente por Roman Abramovich y Boris Berezovsky, una "leyenda" a quien le adjudican desde manejar el poder desde las sombras y ser el jefe de la poderosa mafia hasta haber sido quien designó a Putin como el candidato para reemplazar a Boris Yeltsin.
Para los demás, la cuestión es ajustar todo lo que se pueda, aun en los hijos. Un dato no menor: en 1989 nacieron 2,1 millones de chicos, mientras que el año último sólo hubo 1.215.800 nacimientos, según las cifras oficiales, y aun los funcionarios más optimistas aseguran que en 15 años Rusia tendrá 7,5 millones menos de habitantes.
Es que para la gente común, sin embargo, el problema no es el futuro sino llegar a fin de mes, como el caso de la profesora titular de una cátedra, que prefirió no dar su nombre, que tiene cinco adjuntos a su cargo y que gana 1500... rublos por mes, unos 50 dólares al cambio de estos días.
Claro que los sueldos más bajos en la escala corresponden a los empleados de un Estado que, tras décadas de planificación, todavía sigue siendo el gran empleador del país.
En el sector privado, todavía muy reducido, las cosas están bastante mejor, aunque siempre hay quejas. "Gano 1000 dólares por mes, pero es insuficiente para las 18 horas que trabajo por día", dice, malhumorado, Andrei Retunsky, 27 años, manager de un club, que sueña con poner su propio negocio pero que sabe que las trabas para hacerlo son infinitas.
Según el Centro de Investigación Estratégica, un think-tank en el que se apoya Putin, la receta para salir de la crisis es un mercado libre, pero controlado muy de cerca por un Estado fuerte, basado en el modelo sueco. A falta de definiciones del propio candidato, no son pocos quienes creen que detrás de este esquema está el mismo Putin, que reiteradas veces habló del importante papel que le reserva al Estado mientras sigue seduciendo a Occidente con sus promesas de una economía mucho más abierta.
De todas maneras, mientras la guerra en Chechenia consume unos cinco millones de dólares por día de un presupuesto absolutamente agotado, los rusos confían en que será Putin quien finalmente los pueda sacar a flote mientras el país, con el casco dañado, sigue haciendo agua y no parece tener un puerto seguro a la vista.
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