Siete años después, vuelve a encenderse la chispa en la cuna de la "primavera árabe"
Un flamante movimiento de protesta complica al gobierno del país norafricano con un inteligente uso de las redes sociales
TÚNEZ.- Una ola de agitación social vuelve a sacudir Túnez, el país que hace exactamente siete años desencadenó la llamada "primavera árabe" cuando se desembarazó del régimen del dictador Ben Alí. La pasada semana, las manifestaciones contra el aumento de los impuestos recogida en la ley de los presupuestos de 2018 han desembocado en violentos enfrentamientos con la policía en al menos una veintena de ciudades, todas ellas pertenecientes a regiones o barrios marginados. Las movilizaciones han puesto contra las cuerdas al gobierno, que se ha visto obligado a desplegar el ejército en los puntos más calientes. De momento, el balance es de un manifestante muerto, decenas de heridos, y al menos 800 personas arrestadas, según el Ministerio del Interior.
Esta no es la primera ola de protestas sociales que sacude los cimientos del país magrebí desde la revolución de 2011. A pesar de haber superado con éxito las principales fases de su transición democrática se aprobó una Constitución por consenso y se han celebrado varias elecciones libres, algunos de los problemas más graves que afectaban al país durante la era de Ben Alí permanecen vigentes. En estos años, ninguno de los gobiernos electos ha sido capaz de reducir las escandalosas desigualdades entre las regiones más ricas y las más pobres del país, de combatir la lacra de la corrupción o de ofrecer perspectivas de futuro a una juventud alienada.
Precisamente, el desempleo juvenil, que en las zonas marginadas se eleva hasta el 40%, es el problema de fondo que estimula las actuales movilizaciones, lideradas por jóvenes sin trabajo. Ahora bien, el desencadenante de la actual ola ha sido la aprobación de un presupuesto marcado por la austeridad que encarecerá aún más la canasta familiar. La inflación ha ido escalando progresivamente los últimos años, y ahora ya se sitúa por encima del 6%, mientras los salarios siguen estancados.
El movimiento que se halla detrás de las protestas se llama Fesh Nastanneu? ("¿Qué esperamos?" en árabe dialectal tunecino). Su eclosión ha sido meteórica: se creó el pasado 3 de enero y ya consiguió movilizar a medio país, toda una muestra del malestar que alberga una buena parte de la sociedad tunecina. El secreto de su éxito es que está formado por activistas de otros movimientos sociales, muchos curtidos durante la revolución, que constituyen una tupida red informal de relaciones. Además, claro, de un uso inteligente de las redes sociales, por las que existe una verdadera pasión en Túnez.
El gobierno tunecino reaccionó como suele hacer en estos casos: pidiendo paciencia a la población y deslegitimando a los manifestantes. Mientras el primer ministro, Yusuf Chahed, afirmó que 2018 sería "el último año difícil para los tunecinos", el vocero del Ministerio del Interior calificó de "vandalismo" las protestas. Sin embargo, desde Fesh Nastanneu? se desvincularon de las acciones violentas. "El gobierno ha utilizado la represión y provocado los disturbios para criminalizar el movimiento. Es la misma estrategia de la era de Ben Alí. Nosotros somos inocentes de las robos y asaltos ocurridos estos días. Nuestras movilizaciones siempre han sido pacíficas", afirma Nauar.
Túnez atraviesa una delicada situación económica desde la revolución a causa de la caída del turismo y la inversión extranjera. Los poderes ejecutivos de diverso color político que se han ido sucediendo confiaron en un aumento del gasto público para relanzar la economía. No obstante, la tasa de crecimiento del PBI se mantiene alrededor del 2%, un registro insuficiente para proporcionar trabajo a los miles de jóvenes desempleados.
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