Un atentado con un nivel de coordinación inquietante
La serie de explosiones coordinadas del Domingo de Pascua en Sri Lanka se convirtieron en uno de los atentados terroristas más sangrientos de los últimos cinco años. Al menos 290 personas perdieron la vida y más de 450 resultaron heridas cuando terroristas suicidas detonaron explosivos en tres iglesias de las ciudades de Colombo, Negombo y Batticaloa, así como en tres hoteles y en un salón de fiestas de la capital esrilanquesa. Las autoridades arrestaron a 21 personas en conexión con los ataques.
El primer ministro Ranil Wickremesinghe dijo que los sospechosos eran "locales" y que algunas agencias de su gobierno tenían información de inteligencia previa sobre el riesgo de un atentado. Ningún individuo ni organización se adjudicó el atentado, pero ayer las autoridades responsabilizaron al grupo militante islámico local llamado National Thowheed Jamaath, que probablemente habría actuado con ayuda extranjera.
Para la comunidad cristiana de Sri Lanka y el resto del mundo, esas explosiones en el día más sagrado del año representan una tragedia que marca una época. En su alocución pascual desde los balcones de la Basílica de San Pedro, el papa Francisco condenó esos "horrendos" y "crueles actos de violencia". También se sumaron las condolencias y muestras de solidaridad de mandatarios de todo el mundo.
Las décadas de conflicto entre las fuerzas del Estado esrilanqués y los Tigres Tamiles terminaron con la agrupación terrorista en 2009, pero durante la década siguiente hubo pequeños estallidos de violencia en las comunidades y se fueron caldeando las tensiones étnicas y religiosas, por lo general fogoneadas por elementos internos de la mayoría budista cingalesa de Sri Lanka.
Las bombas de anteayer, sin embargo, no tienen precedente. Si bien en el pasado Sri Lanka sufrió una cruenta guerra civil y numerosos atentados suicidas -algunos dicen que los Tigres Tamiles fueron pioneros en el uso de esa táctica-, nunca se había producido un ataque de esta escala. Los analistas se quedaron pasmados por el aparente nivel de coordinación de los ataques, que ocurrieron casi simultáneamente en ambos extremos del país, y sugieren que los atentados llevan la marca distintiva de un plan de tipo internacional.
"Sri Lanka no conocía este tipo de ataques coordinados, múltiples y con gran número de víctimas, ni siquiera con los Tigres Tamiles durante la brutal guerra civil", señaló Alan Keenan, experto en cuestiones esrilanquesas del Grupo de Crisis Internacional. "No estoy del todo convencido de que esto sea algo interno de Sri Lanka. Me parece que tuvo una dinámica global, y que no responde a un debate local. Acá la historia es otra", agregó.
Amarnath Amarasingam, experto en extremismo y terrorismo de la ciudad de Toronto e investigador del Instituto para el Diálogo Estratégico, también señala que la naturaleza de los blancos elegidos sugiere que los atentados no responden a un asunto estrictamente "local".
"Por supuesto que siempre hubo tensiones entre las comunidades, pero esto tiene un impacto brutal", dijo Amarasingam. "De haber sido planeado y ejecutado estrictamente a nivel local, el blanco obvio habrían sido los budistas. Los atentados contra cristianos apuntan hacia otro lado", explicó el analista. Y agregó: "Hasta ahora, rara vez los cristianos eran blanco de la violencia".
Al menos no tanto como la etnia tamil -mayoritariamente hinduista-, que desde hace años enfrenta la brutal contrainsurgencia estatal, ni como los musulmanes, cuyos hogares y negocios fueron atacados el año pasado por los nacionalistas budistas. "En mi opinión, el hecho de que los cristianos hayan sido atacados en Sri Lanka evidencia una probable participación internacional", dijo Amarasingam. "Pueden ser grupos vinculados a Al-Qaeda o a Estado Islámico, pero ninguno de ellos se ha adjudicado los hechos", agregó.
Los detalles siguen siendo oscuros, pero las autoridades de Sri Lanka se movieron con rapidez para frenar la difusión de teorías conspirativas y de contenidos incendiarios. El gobierno impuso el toque de queda y bloqueó el acceso a las redes sociales como Facebook y WhatsApp, que ya en el pasado fueron utilizadas para hacer circular mensajes que incitaban a atacar a las minorías del país. En otros tiempos, una medida semejante habría desatado una ola de indignación entre los defensores de la libertad de expresión, pero las redes sociales, especialmente en Asia, actualmente son consideradas por la mayoría como vehículos para la difusión desenfrenada de las noticias falsas y los mensajes extremistas.
"La medida no solo refleja que los funcionarios creen que las redes son una amenaza a la seguridad pública en momentos de tensión nacional, sino que también desconfían de la capacidad de esas empresas para manejar sus plataformas de manera responsable", escribió Max Fisher en The New York Times. "Eso refleja la creciente desconfianza global en esas plataformas y en las gigantescas corporaciones norteamericanas que las manejan."
Para Sri Lanka, los atentados pueden abrir un nuevo y preocupante capítulo de la ya larga historia de violencia en el país. Las heridas de la guerra civil, con atrocidades de ambos bandos y una violencia estatal que probablemente nunca sea investigada, todavía no han terminado de cicatrizar.
Incluso antes de los atentados, los organismos de derechos humanos advertían que en Sri Lanka las minorías religiosas enfrentaban crecientes peligros que nadie se ocupaba de frenar. "Nadie protege como se debe a esas comunidades", escribió Tasnim Nazeer, periodista británico de origen esrilanqués. "¿Tenemos que esperar una masacre de esta magnitud para que los poderosos se despabilen y escuchen al pueblo de Sri Lanka? Las señales ya estaban ahí".
Pero esa jornada negra no estuvo exenta de luces de esperanza. El ministro de Finanzas del país, Mangala Samaraweera, agradeció por Twitter a la enorme cantidad de ciudadanos que donaron sangre tras la matanza. "En medio de esta tragedia, es reconfortante ver tantas muestras de solidaridad -señaló el funcionario-. Budistas, cristianos, hinduistas, musulmanes y otros tantos, están donando sangre, porque todos somos humanos con la misma sangre y el mismo espíritu de compasión. Nadie puede negar nuestra humanidad compartida".
Traducción de Jaime Arrambide
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