Un estallido que revela la metamorfosis temible de Al-Qaeda
Washington.- Tras haber tomado el control de dos ciudades de Irak, un grupo desprendido de Al-Qaeda ahora amenaza Bagdad. En Paquistán, por segunda vez en una semana, los talibanes atacaron uno de los principales aeropuertos del país. Y en Nigeria, se adjudica a las milicias islamistas de Boko Haram un nuevo secuestro en masa.
La seguidilla de ataques terroristas de la semana pasada es un recordatorio de cómo cambió la otrora inconfundible amenaza de Al-Qaeda desde la ejecución de Osama ben Laden, con una metamorfosis y divisiones en facciones mucho más chicas y mayormente autónomas, que en algunos casos ya le hacen sombra a su agrupación de origen.
Cada grupo es diferente y se alimenta de la dinámica sectaria y política de cada lugar en particular. Pero los hechos de violencia de esta semana dan la medida de sus ambiciones y del potencial peligro a largo plazo que implican para Occidente.
Entre 2010 y 2013, la cantidad de grupos relacionados con Al-Qaeda creció un 58%, y el número de "jihadistas salafistas" -violentos impulsores de una forma extrema del islam- se duplicó o incluso más, según un informe del grupo de expertos RAND Corp.
Daniel Benjamin, ex coordinador de antiterrorismo del Departamento de Estado norteamericano bajo el gobierno de Barack Obama, dice que "hace un año y medio, era mucho más optimista que ahora", sobre la amenaza que representan los desprendimientos de Al-Qaeda.
Pocos ejemplos más vívidos que la caída del norte de Irak, que alienta la perspectiva de una desintegración del Estado único en ese país.
Los insurgentes sunnitas conocidos como Estado Islámico en Irak y en Levante (EIIL) ahora amenazan Bagdad. Los militantes están explotando el profundo resentimiento que existe entre la minoría sunnita de Irak, que perdió el poder cuando la invasión liderada por Estados Unidos en 2003 derrocó a Saddam Hussein. Desde el retiro norteamericano, en 2011, la población sunnita se fue enemistando cada vez más con el gobierno predominantemente chiita del primer ministro Nouri al-Maliki y sus tropas entrenadas por Estados Unidos.
Ese resentimiento alimentó el impresionante resurgimiento del EIIL. El grupo pretende la creación de un califato basado en los principios medievales del islamismo sunnita en todo el territorio de Irak y la vecina Siria, donde el grupo se convirtió en uno de los más feroces combatientes de la guerra civil que se libra contra el presidente Bashar al-Assad.
La dinámica del EIIL deja al descubierto la complejidad de esa nueva constelación de grupos militantes. A principios de este año, el grupo se desligó definitivamente de Al-Qaeda, tras una disputa entre el líder del EIIL y el sucesor de Ben Laden, Ayman al-Zawahiri.
Para llegar a este punto de gravedad, la situación se incubó durante años. Tras la invasión de 2003 a Irak, la desarticulada población sunnita primero sirvió de base para la sangrienta rebelión contra las tropas norteamericanas y el flamante gobierno de mayoría chiita.
La revuelta pareció aplacarse con la salida de las tropas de Estados Unidos, en 2011. Pero los sunnitas iraquíes siguieron incubando esa ofensa, alimentada también por su disgusto con el gobierno de Al-Maliki, al que consideran sectario e incapaz de construir un ejército y un gobierno inclusivos.
Los futuros miembros del EIIL, que por entonces se hacían llamar Estado Islámico de Irak, ya estaban listos cuando estalló la revuelta en Siria, en 2011, y avanzaron para sacar ventaja del caos. Envalentonados por su éxito en el campo de batalla, se rebautizaron Estado Islámico en Irak y en Levante.
Resurgimiento
La tensión también es muy alta en Paquistán, donde un ataque de los talibanes paquistaníes contra el principal aeropuerto, en Karachi, puso de manifiesto el resurgimiento de un grupo islamista con históricas vinculaciones con Al-Qaeda. Diez extremistas murieron en un enfrentamiento armado, que se cobró 34 vidas más.
Los talibanes paquistaníes prometieron una campaña a gran escala contra instalaciones del gobierno y de seguridad nacional, tras meses de fallidas negociaciones de paz. En respuesta, se espera que el ejército paquistaní redoble sus ataques aéreos sobre áreas tribales díscolas.
Este grupo opera estrechamente con Al-Qaeda, que tiene altos comandantes desplegados en las áreas tribales, así como con los talibanes afganos, que les suministra fondos y apoyo logístico a sus camaradas de Paquistán.
El primer ministro Nawaz Sharif impulsa desde hace tiempo conversaciones de paz con los talibanes, pero el cuadro cambió radicalmente tras el atentado al aeropuerto, ya que la opinión pública se volcó nuevamente a favor de un enérgico operativo militar contra esas milicias.
En Nigeria, el grupo islamista Boko Haram, otro vinculado a la red Al-Qaeda, intensificó sus ataques en los últimos meses, tras el secuestro de más de 200 estudiantes secundarias, que mereció la condena internacional en abril pasado.
Los analistas creen que, además del deseo de captar la atención internacional, los recientes y feroces ataques están destinados a ridiculizar al gobierno nigeriano y, en definitiva, a darle a Boko Haram más poder de negociación en su reclamo de implementar la sharia (ley islámica) en el norte de Nigeria.
Algunos analistas dicen que si bien las tácticas de Boko Haram son similares a las de Al-Qaeda, la vinculación entre ambos grupos es muy remota. "A Boko Haram no le interesa especialmente atacar blancos occidentales. Apuntan todos sus cañones a sus propios objetivos: implementar la sharia y un cierto nivel de autonomía y autodeterminación en el norte de Nigeria", dijo Martin Roberts, experto en cuestiones africanas de la consultora IHS.
Traducción de Jaime Arrambide
Maria Golovnina y Ned Parker
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