
Un golpe político que podría fogonear la violencia
CIUDAD DE MÉXICO.- El gobierno mexicano se alzó con una enorme victoria al capturar al capo narco más buscado del país, pero los carteles seguirán siendo una poderosa fuerza y podrían desatar una renovada ola de violencia en su lucha por el control del territorio.
En una redada relámpago realizada en las primeras horas de anteayer, los marines mexicanos capturaron a Joaquín Guzmán , cuyo dominio del narcotráfico y su habilidad para eludir a las fuerzas de la ley desde su escape de prisión, en 2001, le habían conferido una estatura casi mítica.
Inmortalizado en canciones y reverenciado por muchos en su estado natal de Sinaloa, Guzmán deja tras de sí una organización criminal con miles de empleados y que no dejó de florecer a pesar de los brutales enfrentamientos territoriales con carteles rivales.
Los expertos dicen que su cartel de Sinaloa no debería tener problemas en seguir operando sin él.
"El Chapo era el estratega, el CEO, pero como todo CEO tiene una junta directiva que maneja las cosas", dijo la experta en narcotráfico y capitana retirada de la fuerza aérea norteamericana Sylvia Longmire.
"En el día a día de las cosas, esto no representa ni un hipo para el flujo de la droga", agregó Longmire.
De todos modos, el encarcelamiento de Guzmán podría alentar a sus rivales a intentar meterse a presión en el territorio del emporio comercial que "el Chapo" lidera desde hace años desde su base en el noroeste mexicano.
Por el momento, es un triunfo personal para el presidente Enrique Peña Nieto, que llegó a su cargo en diciembre de 2012 con la promesa de cortar la espiral de violencia en la segunda economía de América latina.
Su estrategia frente al crimen organizado generó escepticismo: la violencia nunca retrocedió, y el gobierno selló una peligrosa alianza con grupos de justicieros en su confrontación con una pandilla de narcos en el estado de Michoacán.
El arresto de Guzmán le regala a Peña Nieto una contundente respuesta a esos cuestionamientos.
Felipe Calderón, predecesor de Peña Nieto, se jugó su reputación a lograr poner de rodillas a los narcos, pero, a pesar de haber capturado y matado a varios de sus jefes, durante sus seis años de mandato la violencia se agudizó aún más.
Y nada más emblemático de las falencias del gobierno de Calderón que un Guzmán en libertad.
Tras fugarse de la cárcel en 2001, el capo narco construyó un imperio y se ganó su lugar en la lista Forbes de quienes tienen más de 1000 millones de dólares.
Peña Nieto abordó la lucha contra el crimen organizado con un perfil más bajo que Calderón, y el trabajo de inteligencia transfronterizo que condujo a la captura de Guzmán representa un aliciente para la cooperación entre México y Estados Unidos contra el narcotráfico.
El gobierno de Peña Nieto se enfocó inicialmente en los Zetas, un cartel sindicado como responsable de las mayores atrocidades de los últimos años, grupo al que logró poner a la defensiva con la captura de su líder, Miguel Ángel Treviño, en julio pasado.
Durante el primer año de su presidencia, los asesinatos cayeron más de un 16%, pero Peña Nieto aspiraba a un descenso aún mayor, y los problemas que subsisten son graves.
Las cifras de homicidios siguen muy por encima de los niveles registrados cuando Calderón asumió el poder y, según datos del gobierno, el año pasado crecieron las extorsiones y los secuestros.
Que Guzmán ya no esté en escena no implica que el negocio de los carteles vaya a reducirse.
El narcotráfico sigue siendo un negocio sumamente lucrativo: según cifras del Departamento de Estado norteamericano, las pandillas envían entre 19.000 y 29.000 millones de dólares anuales de Estados Unidos a México.
A pesar de los pasos hacia la legalización de la marihuana en parte de Estados Unidos, la droga sigue siendo contrabandeada en grandes cantidades y el mercado de drogas duras está en auge.
Entre 2008 y 2012, la cantidad de heroína secuestrada en la frontera sudoccidental de Estados Unidos se incrementó en un 232%. Y, a pesar de que los secuestros de cocaína bajaron, esto se vio compensado por un aumento del consumo en México y Europa, dijo Alberto Islas, de la consultora Risk Evaluation.
Malcolm Beith, autor de The Last Narco (El último narco), una biografía de Guzmán, dice que el mercado de drogas ilícitas es de tal envergadura que "el Chapo" llegó a manejar un imperio que probablemente empleaba hasta 150.000 personas.
Beith agrega que el desenlace seguramente será violento. "Cada vez que cae un líder narco, se producen guerras territoriales en los niveles inferiores de la organización -dijo-. Ya hemos visto un incremento de la violencia en Sinaloa en los últimos meses, tras la captura o asesinato de varios de sus tenientes de alto rango, así que, en mi opinión, sólo hay que esperar más violencia."
Ismael Zambada, uno de los segundos de Guzmán, podría ahora tomar el mando, pero tiene más de 65 años y sus rivales más jóvenes tal vez puedan sacar ventaja de esta abrupta apertura del tablero.
Mientras tanto, el gobierno debe redoblar su presión sobre el cartel de Sinaloa, dijo Michael Braun, socio gerente de la consultora de seguridad SGI Global y ex alto funcionarios de la DEA norteamericana.
"Éste es el momento de utilizar todos los recursos y fondos disponibles, tanto de México como de Estados Unidos, para golpear sin descanso al cartel en todos los niveles de su organización", dijo Braun.
Pero los esfuerzos de México para aplastar al crimen organizado fracasarán si el gobierno no hace más para combatir la corrupción que ha sostenido a Guzmán y a los de su ralea durante años, dijo Eduardo Buscaglia, experto en crimen de la Universidad de Columbia.
"Los políticos que protegieron a Guzmán no están siendo arrestados, como tampoco los empresarios que trabajaban con él. Mientras eso no ocurra, los arrestos serán insustanciales para el desmantelamiento de la organización", concluyó Buscaglia.
Traducción de Jaime Arrambide