Amor y violencia en Barracas
Víctor Ramos propone una historia en la villa 21, con personajes casi reales
La 21, Barracas (Argentina/2009). Dirección: Víctor Ramos. Fotografía: Diego Boulliet. Montaje: Victoria Prosik. Con Julio Zarza, Miguel Zárate, Gisela Ledesma, Cristian Rey, Luis Duarte, Susana Yanacón. Hablada en español. Presentada por SOS Discriminación Int. Duración: 72 min.
Nuestra opinión: buena
La villa 21, donde transcurre la historia de la primera ficción dirigida por Víctor Ramos (debutó junto a la productora Vanesa Ragone con el mediometraje documental Los 100 días que no conmovieron al mundo , rodado en Africa), está ubicada en la ciudad de Buenos Aires, en un predio triangular de 66 hectáreas sobre la orilla del Riachuelo, que nació en la década del 40, pero creció hasta lo que es hoy a fines de los 80, donde actualmente viven más de 45.000 personas. Se dijo más de una vez que es la villa más peligrosa de la ciudad. Cuenta Ramos que hace cuatro años, cuando comenzaron a rodar el film que hoy llega a los cines, el barrio y Valentín Alsina, su vecino en la otra orilla, venía de vivir enfrentamientos que tuvieron un saldo de más de 60 víctimas fatales.
Del encuentro de la organización S.O.S. Discriminación Internacional con la Fraternidad del Sur, la escuela de artes que funciona allí, surgió la posibilidad de un proyecto fílmico protagonizado por los mismos vecinos del lugar, que, después de algunas idas y venidas, pudo llegar a su estreno.
Trailer de
La historia es en extremo simple: dos grupos de armas llevar, uno de la 21, el otro de Valentín Alsina, que sin embargo se enorgullecen de sus códigos (villeros) bastante rígidos se enfrentan por un hecho de violencia contra una mujer. Ambos deciden hacer justicia por mano propia; uno se adelanta, el otro le echa más leña al fuego. Al mismo tiempo, los líderes de ambos bandos pujan por el amor de la hermana de la víctima, y el nivel de enfrentamiento grupal deviene personal.
Ramos expone el paisaje, lo recorre con su cámara en mano, retrata el curioso tramado de callejuelas y pasillos -de un lado, muros precarios mal terminados; del otro, alambrados-, sus fiestas, ya sean bailes o procesiones (como la de San Juan, cuando algunos de ellos se atreven a caminar sobre brasas) y también sus encuentros al filo del estallido.
Como contraparte de la historia, en extremo elemental, Ramos suma a su favor la cámara en mano, encuadres precisos, una fotografía que logra climas, un ritmo sostenido, en el que mucho tienen que ver los temas bien villeros, sean raps o cumbias, de Cristian Rey (autor de Villero soy ), Mariano Verdi y Benjamín López Barrios y las composiciones de personajes, en particular las de Julio Zarza y Miguel Zárate, creíbles, en el punto justo, quizá porque los suyos tengan mucho de ellos mismos, pero aun así demuestran talento innato para la actuación.
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