Cuando el amor es producto del azar, pero también de la audacia
En El tiempo de los amantes, Jérôme Bonnell recobra el suspenso inherente al inicio de cualquier aventura sentimental con este encuentro fortuito entre una actriz y un profesor
La vida está llena de encuentros fortuitos dispuestos por el azar; algunos, tan determinantes que inauguran nuevos capítulos en la historia individual; otros, tan efímeros que no alcanzan a conformar más que una anécdota de la que apenas se guarda memoria por un día o dos.
Pero también existen aquellos, incluidos los amorosos, que aun fugaces cobran la intensidad suficiente para dejar una huella perdurable en el corazón. A uno de esos encuentros -o más precisamente a la idea de que aunque dure apenas unas horas, una historia de amor puede ser igualmente intensa e igualmente importante en el contexto de una vida entera- dedicó el francés Jérôme Bonnell su film El tiempo de los amantes (Le temps de l'aventure) que CDI estrenará mañana.
Inevitablemente viene a la memoria un título emblemático del cine británico, Lo que no fue o Breve encuentro (1945) y más todavía si se tiene en cuenta que el encuentro entre el hombre y la mujer de este nuevo film se produce a bordo de un tren, mientras en la obra de David Lean, escrita por Noël Coward, los personajes eran pasajeros de dos trenes que se cruzaban en una estación ferroviaria. Pero no fue ese clásico el que estuvo en el origen de esta novedad según ha confesado su director y guionista. Ni tampoco otro título, francés y más reciente, como Una relación particular (Frédéric Fonteyne, 1999), con el que hay alguna coincidencia, sino cierta secuencia de un film de Truffaut, La piel dulce (1964): "Recuerdo que me impresionó mucho la larga escena en la que un tercero en discordia, sin proponérselo, impide que los dos amantes queden a solas. Me deslumbró el angustiante suspenso de la escena, conseguido con prácticamente nada -apenas la mentira de una infidelidad- y hasta qué punto Truffaut podía convertir esa urgencia en cine. La tensión era desproporcionadamente mayor que la situación real, bastante banal".
Algo de eso, reconoce, quiso volcar en el personaje de Rodolphe, un compañero del protagonista que, sin quererlo, interfiere en el acercamiento de la pareja de este caso. Ellos, una actriz parisiense (Emmanuelle Devos) y un profesor irlandés (Gabriel Byrne) apenas han cruzado algunas miradas en el tren y han vuelto a cruzarse ya en la ciudad (Calais), un poco por azar y otro poco por determinación de ella.
Hubo otras razones que también motivaron al director francés, además del suspenso amoroso y de la voluntad de exponer en presente el nacimiento de un amor casi minuto a minuto en una tensión que superaría a la de la propia situación. Era el interés de Bonnell de volver a trabajar con Emmanuelle Devos, la actriz de Reyes y reina, El latido de mi corazón , El primer día del resto de nuestras vidas y la muy reciente El otro hijo , a quien había dirigido en J'attends quelqu'un . A tal punto que no ha dudado en confesar que desde que escribió las primeras líneas del guión lo hizo pensando en ella. "Fue en esa etapa de la escritura -contó- cuando tropecé con una ocurrencia de Tristan Bernard que resumía con precisión la idea que yo un poco confusamente estaba tratando de exponer: «Lo que parece amor siempre es amor»".
Devos que recibió el personaje de Alix como un hermoso regalo. "Me pareció increíble -ha expresado la actriz- que un hombre de 35 años llegue a comprender a tal punto un estado femenino. No paraba de preguntarme mientras leía el guión: «¿Pero cómo lo sabe? Cómo un hombre ha podido percibir estas cosas que son del orden de lo intimo, estas inquietudes del alma y del cuerpo femenino?»"
Dice también que Alix, que lleva ocho años en pareja, vive todavía como una adolescente; no desea asumir responsabilidades y quiere retardar lo más posible el momento de hacerse cargo de su vida; se percibe que ha sido un poco irresponsable -ahora mismo se encuentra en Calais, donde participará de una audición, una escena en la cual la actriz confiesa haber experimentado el mismo trance que padece en la realidad-, sin dinero y obligada a utilizar teléfonos públicos porque su celular está sin batería. "Como actriz de teatro (representa ahora La dama del mar, de Ibsen) pasa sin cesar de las maravillas de la vida ilusoria a una realidad más prosaica, y hasta esos instantes vividos con el hombre que conoció en el tren se asimilan a un paréntesis."
A Bonnell no le interesó hablar de culpa o de vergüenza en esta relación fugaz y "prohibida": "Alix muestra una audacia inaudita en el tren; hace falta temeridad para sostener la mirada de un desconocido -dice-. En el fondo son sólo "dos seres que se aceptan. Y nada es más bello en la vida -a mi entender- que la aceptación entre los seres".
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