Fabián Rosenthal, el actor que redescubrió su judaísmo y terminó interpretando a un rabino en el cine
La búsqueda de lo esencial, de la esencia como motor para seguir adelante. La pasión de pensar que se puede, que a veces nos caemos para levantarnos. Las motivaciones que mueven al rabino Aarón, el protagonista de la comedia Shalom Taiwan –que se estrena hoy en las salas locales – son las mismas que trazan el camino de Fabián Rosenthal, actor encargado de ponerle el cuerpo (y el alma) al personaje, en el primer protagónico de su carrera.
La película escrita y dirigida por Walter Tejblum sigue los pasos del rabino Aarón, mientras viaja a Nueva York y a Taiwan para conseguir el dinero necesario para salvar a su templo del cierre.Aunque está secundado por un elenco de notables, como Mercedes Funes, Carlos Portaluppi, Betiana Blum y Alan Sabbagh, es Fabián quien carga con el peso del relato sobre sus hombros, y en más de un sentido. Porque mientras avanza la charla, más puntos en común aparecen entre las vivencias de su personaje, y su historia de vida. Aarón vive en Fabián, y viceversa.
–¿Cuál es la primera preocupación que surge cuando uno va a contar una historia tan cercana, a su religión, a sus experiencias?
–El hecho de estar transitando un camino donde se entremezclan cuestiones del personaje que tienen similitudes con mi vida, no estaba teñida de preocupaciones. Al contrario, la historia se me presentó desde un lugar de apertura.
–Pero hay un componente de exposición, relacionado con la religión, que va a trascender a la comunidad judía.
–Es cierto, pero esa exposición que se produce está vinculada con una verdad, que en este caso es de mi forma de vida, que tiene que ver con lo material y con lo espiritual. Todos tenemos cuerpo y alma, a veces nos conectamos con el alma y a veces con el cuerpo. Pero el punto no es separar las dos acciones. Lo que le sucede al rabino Aarón es una cuestión material, pero también tiene que ver con lo personal.
–¿Habla el actor Fabián o el rabino Aarón?
–Yo no soy rabino. Pero hoy creo mucho en que materia y espíritu no son separables, sino combinables. Espiritualizar la materia. Nosotros con un teléfono, que es un aparato material, podemos llamar a alguien y decirle "¿En qué te podemos ayudar?". Soy un judío que en un momento de su vida tomó conciencia y se empezó a conectar con sus costumbres y sus tradiciones.
–¿A qué edad te sucedió?
–A los 33 años, en el momento que me casé. Se dio sin pensarlo una bisagra, formé una familia sólida, con mucha alegría. Y a partir de ahí me empecé a vincular con las tradiciones.
–¿Descubriste por qué se dio en ese momento?
–Es una pregunta que más de uno me hizo, pero no tengo una respuesta concreta. Se me reveló esa vinculación con el alma de la que hablábamos. Quizás porque empecé a tomar conciencia de que estaba acompañado, de que íbamos a formar un destino común. Con ese vínculo con el judaísmo aparecen en mi vida un caudal muy grande de herramientas para llevar a la vida práctica, en los vínculos familiares, personales, laborales. Empiezo a encontrarme con una nueva información que no tiene que ver con lo impuesto o lo dogmático, sino directamente con mi esencia.
–Bien, no sabés por qué se dio en ese momento así que te doy vuelta la pregunta: ¿Por qué creés que no se dio hasta ese momento?
(Se ríe) –Primero por desconocimiento. Yo no conocía mis tradiciones porque fui educado por mis padres solo con lo básico, y hasta por ahí nomás. Y también por una no búsqueda, entre los 20 y los 30 estaba con el rock, con el fútbol, con mis amigos. Tenía mi actividad comercial relacionada con la marroquinería que viene de herencia familiar. Cada etapa fue muy diferente y muy disfrutable.
–¿Le aportaste elementos al guión en base a tu historia de vida?
–Walter Tejblum y Santiago Korovsky ya tenía un guión armado cuando llegué al proyecto. Mi injerencia fue leve. La película tiene algunos guiños personales que tienen que ver con una mezcla de pasado y presente. El arranque de la película muestra al rabino como consejero de su asistente a la hora de conquistar a una chica, y le tira una frase de una novela de Arnaldo André. Bueno, eso tiene que ver conmigo.
–"Puede que no seas perfecta, pero tus defectos son encantadores" ¡No me digas que vos también la usaste!
–Y, sí (risas). Con Walter nos reíamos sobre los yeites que teníamos de pibes para esas cosas. Las ficciones de Arnaldo lo ponían en un lugar de seductor que era divertido, y nosotros los copiábamos.
–¿Te iba bien?
–Sí, lo que pasa es que ellas no sabían que esas frases eran de Arnaldo (risas). Era algo pintoresco que terminó quedando en la película.
–Se podría encontrar en Shalom Taiwan más de un punto en común con Luna de Avellaneda, no solo en el devenir de la historia, sino en esa idea de búsqueda en favor de la comunidad, en pensar que no todo está perdido.
–Walter siempre dijo que la historia de nuestra película es universal. El rabino Aarón entra en un momento de desesperanza muy grande para después ahí florecer. Entiendo humildemente que esto nos pasa a todos. Puede ser que algo venga envuelto en sufrimiento cuando en realidad va a ser el trampolín para algo mejor. La película muestra eso.
–Está claro que te conectás con Shalom Taiwan desde diferentes lugares, no solo como desafío profesional sino también en lo relacionado a tu historia. A partir de esos sentimientos compartidos, ¿qué expectativa tenés con el estreno?
–Desde lo profesional, me da mucha fuerza para lo que venga. Y por otro lado lo veo como una realización personal. Y te lo digo desde el lugar más humilde, es como salir a jugar a la Bombonera. Creéme que me faltan palabras para describir lo que siento. Tengo una gran emoción y agradecimiento, a mi familia, a los que confiaron en mí y a Dios.
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