
Más batallas en la tierra de Narnia
La segunda parte de la saga infantil entretiene sin sorprender demasiado
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Las crónicas de Narnia: El príncipe Caspian (The Chronicles of Narnia: Prince Caspian, Estados Unidos-Gran Bretaña/2008). Dirección: Andrew Adamson. Con Ben Barnes, Georgie Henley, Skandar Keynes, William Moseley, Anna Popplewell, Sergio Castellitto, Damián Alcázar y Peter Dinklage. Guión: Andrew Adamson, Christopher Markus y Stephen McFeely, basado en la novela de C. S. Lewis. Fotografía: Karl Walter Lindenlaub. Música: Harry Gregson-Williams. Edición: Sim Evan-Jones. Diseño de producción: Roger Ford. Presentada por Disney en versión original subtitulada o doblada al castellano. Duración: 147 minutos. Apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: buena
Dos años y medio después del poco sorprendente debut cinematográfico de esta saga basada en los libros de C. S. Lewis con El león, la bruja y el ropero , llega una segunda entrega que, sin alcanzar aún el nivel de otras épicas de aventuras fantásticas a las que les debe bastante en términos estéticos y temáticos, como las de El señor de los anillos o Harry Potter, al menos en la comparación gana en intensidad, solidez e interés respecto de su predecesora.
En el arranque de Príncipe Caspian , los hermanos Pevensie reaparecen un año después del final del film anterior en una caótica Londres que sufre los efectos de la guerra. Los cuatro protagonistas no parecen llevarse demasiado bien con la gran ciudad, pero a los pocos minutos, mientras esperan en una estación de subte, se abre una suerte de ventana en el tiempo que los llevará de nuevo a Narnia. Allí, en cambio, han transcurrido trece siglos desde la última experiencia y ahora el reino está dominado por los despóticos Telmarinos y, especialmente, por el tiránico rey Miraz (caricaturesca interpretación del italiano Sergio Castellitto).
La primera parte de las demasiado extensas dos horas y media de relato sirven para delimitar bien los bandos: por un lado, los Telmarinos y, por el otro, los Pevensie, el príncipe Caspian del título (un inexpresivo Ben Barnes), legítimo heredero al trono, y una legión de gnomos narnianos, minotauros, centauros y simpáticos animales parlantes. La segunda mitad está dedicada casi exclusivamente a narrar largas y masivas secuencias de batallas (la más interesante es el intento de toma de un castillo) que remiten a las historias de caballería ambientadas en la Edad Media, aunque -claro- aquí con la inclusión de algunos elementos de corte fantástico.
Este segundo episodio de la saga, más allá de sus desniveles actorales, de sus lugares comunes y de sus obvias alegorías y moralejas, luce mejorado tanto en términos dramáticos como visuales y algo más oscuro, aunque sin demasiados excesos sangrientos, en comparación con la primera película. Sin llegar a la excelencia técnica de otras franquicias, los movimientos de los personajes generados por computadora (que aquí son muchos) y los efectos visuales necesarios para construir impactantes escenas de masas han evolucionado lo suficiente como para sostener el interés y la fascinación de un público que, al menos por el éxito comercial del primer largometraje y del amplio negocio editorial, parece ser muy fiel a esta combinación entre experiencias juveniles, mitología, elementos sobrenaturales, exaltación del heroísmo y cine de acción a gran escala.
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