Netflix: Tigre blanco, un retrato de la India de estos tiempos
Tigre blanco (The White Tiger, Estados Unidos-India/2021). Dirección y guion: Ramin Bahrani, a partir de la novela homónima de Aravind Adiga. Fotografía: Paolo Carnera. Edición: Ramin Bahrani, Tim Streeto. Música: Danny Bensi y Saunder Jurriaans. Elenco: Adarsh Gourav, Priyanka Chopra Jonas, Rajkummar Rao, Mahens Manjrekar, Nalneesh Neel, Vijay Maurya. Duración: 125 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
La India explica como pocas naciones la transformación global experimentada durante la década pasada y tan bien descripta por Thomas L. Friedman en su libro La tierra es plana. A partir, sobre todo, del aprovechamiento de lo que conocemos como outsourcing, el proceso de tercerización de actividades a escala planetaria que entre otras cosas convirtió a Bangalore en una de las grandes capitales mundiales de la tecnología digital, la globalización mejoró allí las condiciones de vida de millones de personas y provocó un inédito proceso de ascenso social.
Pero la India también es un lugar de tradiciones ancestrales e inalterables. Y como suele leerse con exactitud en los grandes relatos de viajes de Paul Theroux, junto a estas grandes transformaciones sociales conserva la antigua lógica del patrón y el sirviente en una estructura de clases (castas, en este caso particular) que mantiene su rigidez. Hay una aceptación casi natural entre muchos de los que viven en la pobreza extrema de que la supervivencia depende de un vínculo con el poderoso de turno, algo que se parece demasiado a una existencia en situación de esclavitud.
Esa es la observación central de Tigre blanco, un best seller que en su tránsito al cine propone una discusión más amplia acerca de ese mundo de contrastes casi extremos y vertiginosas transformaciones. El narrador es Balram, el más resuelto y perspicaz de los pobladores de una paupérrima aldea rural dominada por una familia acostumbrada a vivir de los demás. Balram se dio cuenta de que sólo es posible escapar de la pobreza extrema profundizando la servidumbre hacia sus “señores”. En el medio descubrirá su talento como emprendedor, el nuevo rol que se autoimpone al tomar conciencia del cambio de época. Lo explica en primera persona el propio Balram, rompiendo la cuarta pared.
El director Ramin Bahrani reproduce en esta historia la trama de uno de sus mejores films previos, 99 Homes, en donde Andrew Garfield acepta trabajar para el impiadoso hombre que está a punto de desalojarlo de su casa. Pero en este caso demuestra conocer muy bien la historia reciente de la India y el lugar (casi siempre prototípico) que ocupa cada uno de los personajes de Tigre blanco. Lo mejor de esta película pasa por la observación minuciosa y exacta de los contrastes derivados de este vínculo: el descubrimiento por parte de Balram del nuevo mundo, la necesidad que tiene su nuevo “patrón”, Ashook, de escapar de él hasta que el propio sistema lo absorbe, lo poco que puede hacer la esposa de Ashook (la estrella india Priyanka Chopra Jones) para evitarlo, la vida simultánea en áticos lujosos y sótanos miserables.
El relato pierde espesor cada vez que esos contrastes se trasladan al plano político, un escenario descripto con trazo grueso y una mirada irónica a la que se le notan demasiado las costuras. Más allá de estos circunstanciales traspiés, Tigre blanco se sostiene hasta el final con inesperadas vueltas de tuerca, el gran poder de observación de un realizador que sabe moverse entre los extremos (jamás hay miserabilismo o bajada de línea en el retrato de la pobreza extrema de la India) y la extraordinaria actuación de Adarsh Gourav, un prodigio de intuición y presencia cinematográfica.
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