Olvídense del Dogma
La directora de "Italiano para principiantes", Lone Scherfig, se aparta de sus postulados en el film por estrenar
NUEVA YORK.-- El 20 de marzo de 1995, el realizador cinematográfico danés Lars von Trier se puso de pie durante un congreso hecho en París para celebrar los 100 años del cine y arrojó manojos de panfletos de color rojo brillante sobre el público. "Me parece que durante los últimos diez años el cine ha sido pura basura", proclamó Von Trier. "Entonces mi pregunta es: ¿qué podemos hacer al respecto?" Su respuesta fue el Dogma 95, un nuevo movimiento cinematográfico nacido a medias como broma y a medias como algo muy serio, cuyas leyes se consignaban en el panfleto como "el voto de castidad".
Entre los diez mandamientos del Dogma 95 se cuentan: el rodaje debe ser hecho en la locación específica; el sonido nunca debe producirse separadamente de las imágenes; se debe rodar con cámara en mano; el film no debe contener acciones superficiales (asesinatos, armas, etc.), y se prohíben los recursos ópticos y los filtros. Para Von Trier y los tres directores daneses que firmaron con él el manifiesto del Dogma 95 (Thomas Vinterberg, Soren Kragh-Jacobsen y Kristian Levring), el nuevo movimiento sería una manera de escapar de los films de género hollywoodense llenos de manipulaciones técnicas para volver a la honestidad fundamental de la imagen móvil, de modo muy semejante a cómo era en los films de 1895 de los hermanos Lumière.
Ya han pasado nueve años de la declaración de independencia cinematográfica de Von Trier, y en tanto él mismo se ha desplazado del Dogma a "Dogville" el movimiento que inició aún sigue vigoroso. Hasta la fecha, la junta directiva del movimiento, el Dogmesecretariat ( www.dogme95.dk ), ha concedido certificación de autenticidad a 35 films y siguen agregándose más, a pesar de que el Dogmesecretariat ha estado oficialmente cerrado desde junio de 2002.
Uno de esos 35 films fue "Italiano para principiantes", exitosa realización de Lone Scherfig, cuyo último film, "Dos hermanos" --que no responde a los cánones del Dogma--, se exhibe actualmente en distintos países y llegará mañana a las salas de la Argentina.
"Para mí es importante que las cosas parezcan reales y verdaderas. Eso es lo que realmente aprendí del Dogma", explica Sherfig. "Si una puede hacer algo genuino, y la gente en el cine siente que hay una voz auténtica atrás, es posible lograr una calidad que no se consigue de otro modo". Pero lo real y verdadero, por supuesto, no es un concepto fijo, y a medida que los primeros directores del Dogma han continuado su actividad, casi todos ellos se han apartado de las restricciones originales. "Dos hermanos", por ejemplo, fue rodado en un set de sonido ubicado en Copenhague, donde Scherfig construyó el interior de la librería que sirve de escenario a gran parte de la historia (ver recuadro).
Von Trier, por su parte, se ha embarcado en las restricciones aún más severas de "Dogville", que descarta casi por completo la realidad física. Como sabemos, su historia se desarrolla en un set vacío salvo por un esquema de la ciudad, Dogville, dibujado en el suelo, y unas pocas piezas de utilería aquí y allá. "No es fácil estilizar las cosas --dijo el director--. Es más fácil mostrar una casa tal cual es, porque si se muestra sólo una parte de la casa hay que pensar mucho cuál parte mostrar."
Títulos famosos
Además del citado "Italiano para principiantes", los 35 films que cuentan con el certificado oficial del Dogma incluyen algunos títulos famosos, como "Los idiotas", del mismo Von Trier, y "Celebración", de Vinterberg, pero también hay otros films más oscuros de países muy distantes de Escandinavia, como Corea ("Interview", de Daniel H. Byun), España ("Era outra vez", de Juan Pinzás) y Chile ("Residencia", de Artemio Espinosa). La lista, además, contiene 12 films estadounidenses, incluyendo el bizarro estudio de un esquizofrénico "Julien Donkey-Boy", dirigido por Harmony Korine en 1999.
El movimiento del Dogma 95 tal vez haya durado tanto y se haya difundido tan ampliamente porque lo que inicialmente pareció un concepto restrictivo se ha tornado sorprendentemente flexible, ofreciendo diferentes ventajas a personas diferentes. Para Korine, por ejemplo, el Dogma significó una liberación de ciertas reglas narrativas básicas, como la necesidad de diferenciar las secuencias reales de las fantásticas. Para Von Trier, en tanto, el Dogma fue una manera de imponerse disciplina e imponérsela a su trabajo. "Se puede decir que a pesar de todos los films que hice algunos fueron siguiendo el estilo de las reglas del Dogma, pero no públicamente", dijo recientemente el realizador desde Suecia, donde está por empezar a rodar "Manderlay", la segunda parte de su "trilogía estadounidense", después de "Dogville".
Para Peter Aalbaek Jensen, productor asociado de Von Trier desde hace mucho tiempo, el certificado del Dogma 95 ha funcionado como un recurso de relaciones públicas. Es una marca registrada que puede identificar films que de otro modo no hubieran tenido ningún atractivo en el mercado.
Cuando se exhibió "Los idiotas" en Cannes, "fue un desastre", recordó Jensen. "La gente realmente aborreció el film. En realidad, la gente se volvió loca con el Dogma un año después, cuando "Secretos en familia", de Soren Kragh-Jacobsen, fue exhibido en Berlín. Dos años más tarde, "Italiano para principiantes" fue el mayor éxito de todos los films del Dogma.
A pura obstinación
"Todo el mundo nos dijo que abandonáramos después de los primeros cuatro films", recordó Jensen. "Pero seguimos adelante por pura obstinación, y ahora ya hemos hecho alrededor de diez para nuestra compañía, casi todos ellos con bastante éxito. Ahora los principios del Dogma ya no me parecen tan interesantes, pero creo que, por alguna loca razón, esas reglas bastante estúpidas generan algunos films interesantes. No sé por qué, pero algo ocurre cuando se le imponen todos esos obstáculos a algún proyecto."
Desde el principio, el Dogma se moldeó con cierta burlona religiosidad, una elaborada mitología de mandamientos que debían cumplirse, votos que debían hacerse, confesiones forzosas (si un director viola uno de los principios sagrados, se espera que declare públicamente su culpa) y bendiciones que debían recibirse. Los directores del Dogma se refieren mutuamente a sí mismos llamándose hermanos, como cruzados en busca de una meta espiritual. Desde esa perspectiva, Von Trier aparece como un Martín Lutero cinematográfico que clava sus 95 tesis sobre la puerta de la catedral de Hollywood.
A pesar de las deserciones de sus primeros defensores, es posible que el Dogma 95 siga existiendo, al menos en espíritu. Ahora, hasta los directores de los estudios hablan con añoranza de la posibilidad de hacer películas al estilo del Dogma y sueñan con la libertad que pueden proporcionar los presupuestos pequeños y el bajo nivel de expectativas.
Y aunque el Dogma haya sido abandonado por sus padres, el chico crece muy bien solo. La cámara temblorosa, llevada a mano, se ha convertido en parte del vocabulario estándar tanto de Hollywood como del cine independiente y es empleada como marca de "autenticidad" por directores que nunca escucharon hablar del Dogma, y ni siquiera de Dinamarca.
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