
Sólo una seguidilla de sketches
En Sí señor, el argumento está subordinado a las payasadas de Jim Carrey
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Sí señor (Yes Man, EE.UU./2008, color; hablada en inglés). Dirección: Peyton Reed. Con Jim Carrey, Zooey Deschanel, Bradley Cooper, John Michael Higgins, Rhys Darby, Terence Stamp, Fionnula Flanagan. Guión: Nicholas Stoller, Jarrad Paul y Andrew Mogel, sobre el libro de Danny Wallace. Fotografía: Robert D. Yeoman. Música: Mark Everett y Lyle Workman. Edición: Craig Alpert. Presentada por Warner Bros. 104 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: regular
Una idea central más o menos prometedora aunque no demasiado original –en realidad, remite bastante a Mentiroso, mentiroso– termina siendo sacrificada para convertirse en una sucesión de sketches al servicio de las contorsiones burlescas de Jim Carrey. Así, el film conserva su interés –y aun alguna eficacia humorística– mientras mantiene la coherencia de su modesta historia (con moraleja incluida: "Atrévase a vivir la vida"), pero se dispersa, pierde el rumbo y hasta fastidia cuando se transforma en una sucesión de sketches desconectados. Una especie de "Grandes éxitos de Carrey" que, como toda colección, tiene notorios altibajos y termina resultando sólo recomendable para fanáticos del actor canadiense. Está claro que Sí señor fue pensada como un producto para satisfacer al mercado y como tal puede haber resultado todo un éxito (ya lleva 90 millones de dólares recaudados sólo en los Estados Unidos), pero aquí no se trata de negocios sino de cine. Y en ese sentido, los resultados son más bien pobres.
Una nueva vida
En este caso, Carrey no es un embustero obligado a decir la verdad como en su película de 1997 sino un ejecutivo bancario que, quizá porque el oficio se le ha hecho carne (es el encargado de examinar solicitudes de crédito) o porque viene de un fracaso amoroso que no ha podido superar, se muestra malhumorado y solitario y rehúye cualquier contacto con la gente: a todo dice que no. Hasta que un amigo se compadece de él y lo pone frente a un gurú que tiene la solución para sus males: conocerá una nueva vida si cambia el no por el sí. Es la felicidad absoluta para los aspirantes al auxilio bancario -Carl se convierte en émulo de Muhammad Yanus–, pero también el inicio de una serie de eventos (no siempre desafortunados, claro), para él. Es cierto que el sí debería tener sus límites, pero Carl no lo ahorra: lo tiene listo para los mormones que tocan a su puerta, para la viejita verde que es su vecina, para cualquier pedigüeño que se le acerca, para los que anuncian clases de guitarra o de coreano y, menos mal, también para la motociclista (Zooey Deschanel, encantadora), que una noche lo saca de un apuro y le vuelve a encender el corazón.
En fin, excusas para que Carl pase por todo tipo de situaciones presuntamente cómicas (desde una fiesta entre fanáticos de Harry Potter y el rescate a último momento de un aspirante a suicida hasta los inesperados efectos de una sobredosis de bebida energizante y la práctica de deportes extremos). Morisquetas, tropiezos, golpes, caídas y muestras varias de la maleabilidad física de Carrey se amontonan sin conseguir disipar del todo la impresión de que el Carl desanimado y arisco de las primeras escenas era mucho más creíble que este atolondrado quizá un poco crecidito para tanta payasada juvenil.
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