Star Wars: los 7 pecados de las precuelas
Repasamos los errores más groseros de la última trilogía, que esperamos no ver en El Despertar de la Fuerza
1. Fe vs. ciencia
En la trilogía original de Star Wars , "la fuerza" era una especie de energía intangible más vinculada a la fe que a la lógica, una suerte de poder que solo unos pocos afortunados podían utilizar, pero que se encontraba vivo en todos los organismos. Era un concepto fascinante, que representaba como ninguno la mística de toda la saga, esa idea de un mundo futurista que todavía albergaba secretos imposibles de explicar racionalmente... hasta que llegó Episodio I, y George Lucas derrumbó su propia lógica. En ese film, Qui-Gon (Liam Nesson) cuenta que la fuerza reside en los midiclorianos, unos organismos microscópicos que habitan en los seres humanos. Esa explicación fue tan frustrante que los fans estallaron. Lanzar ese concepto es pensar que la fuerza es un valor como lo pueden ser el colesterol o los triglicéridos, es un "mirá Anakin, traeme el primer pis de la mañana que si tenés muchos midiclorianos, vas a ser Jedi". Y esta idea de entender la fe desde un lugar científico, fue uno de los pecados más graves de la trilogía de las precuelas.
2. Abuso digital
Las reediciones de la trilogía original en cine, VHS y DVD vinieron acompañadas de nuevas escenas, de más navecitas surcando el espacio y de monstruos digitales que, al momento de hacer las películas, eran imposibles de plasmar en pantalla. Esos infinitos agregados delataban un peligroso engolosinamiento de Lucas por los efectos digitales, y los episodios nuevos confirmaron lo peor: que George se había empecinado en recrear por computadora hasta una taza de café. El exceso de bichos, de mundos plásticos y personajes a puro pixel terminó enfriando una historia que debía ser pura visceralidad. Lo más lamentable en este sentido, fue la decisión de digitalizar a Yoda en los episodio II y III, quitándole el encanto que solamente Frank Oz sabía otorgarle cuando el maestro Jedi era solamente una marioneta.
3. Secundarios medio pelo
Y si hablamos de personajes puro pixel y de monstruos digitales que dan ganas de poner sus cabezas en dianas de tiro, el primero que obviamente aparece en la lista es Jar Jar Binks. Monstruo repelente, mezcla de jirafa atrofiada con payaso insufrible, este personaje que era una suerte de secundario cómico y terminó dando ganas de revolear el balde de pochoclos contra la pantalla. Claro que la nueva trilogía presentó otros personajes secundarios que si bien prometían ser de lo más interesantes, ninguno fue aprovechado del todo como sucedió con Mace Windu, Jango Fett o el General Grievous (que en los dibujos animados de Tartakovski, por suerte, tuvo revancha). En el Episodio VII, lo que muchos esperan es quizá no tanto una proliferación de estos personajes, sino más bien un desarrollo minucioso de los héroes y villanos que aparezcan en pantalla.
4. Darth Vader y dos veces el mismo error
Aparte de algunos personajes insoportables o injustamente desaprovechados, las precuelas presentaron dos decisiones de casting que francamente fueron tan terribles como ver las cuatro horas de Lo que el viento se llevó arrodillado en granos de arroz. Me refiero a los actores que le pusieron rostro a Anakin Skywalker. En Episodio I, el niño Jake Lloyd resultó tan irritante, que prácticamente ponía al espectador del lado del villano Darth Maul. Pero cuando Lucas debió encontrar a su Anakin adolescente... ahí fue cuando realmente se superó a sí mismo. Salido directamente de una fábrica de cartón corrugado, Hayden Christensen como Anakin fue una de las elecciones más dolorosas que los fans sufrieron en pantalla. Este actor le puso tan poca actitud a su interpretación, que a su lado, Jar Jar Binks parecía Meryl Streep en La decisión de Sophie. Incluso Natalie Portman y Ewan McGregor, ambos grandes artistas, parecían nivelar hacia abajo su talento para no dejar en evidencia al pobre Christensen. Ah, por cierto, Hayden, algunos años más tarde y aún con apetito por seguir destruyendo íconos culturales sagrados, se encargó de interpretar (bah, "interpretar") a Bob Dylan en el film Factory Girl.
5. Carreras de vainas
Ok, esto es poco probable que se repita, pero es imposible no recordar con un amargo dolor la tediosa carrera de vainas de Episodio I. En medio de una épica espacial que se suponía debía ir a mil kilómetros por hora y no dar respiro, Lucas decide introducir una carrera espantosa que dura aproximádamente un cuarto de película y en la que presenta a Sebulba, un villano caricaturesco que parecía salido de Plaza Sésamo. La carrera no suma, entorpece el ritmo de la aventura y ni siquiera cumple desde el disfrute visual. Una secuencia que podría haberse omitido por completo sin afectar a la trama.
6. Emparchar la continuidad
En su segunda trilogía, Lucas intentó darle una explicación a un montón de personajes y situaciones de las primeras películas que realizó, pero en esa arqueología imposible, el director comenzó a poner unos parches espantosos con tal de justificar situaciones que se ven en los episodios IV, V y VI. Quizá el más absurdo de todos, irónicamente, sea el más importante: el traspaso de Anakin hacia el lado oscuro y el asesinato de Mace Windu como símbolo de esa conversión, una situación totalmente tirada de los pelos y sin ningún tipo de evolución emocional que justifique por qué el Jedi participa del asesinato de uno de sus referentes. Y eso sin siquiera mencionar que según esa continuidad, Vader creó de niño a C3PO. ¡Marche un sable laser para los hara kiris en masa, por favor!
7. O sea, mucho ruido y pocas nueces
A Lucas lo queremos, eso es innegable. Fue el creador de la saga fílmica más influyente en toda la historia del cine; fue el padre de varias generaciones nerd; el hombre orquesta que creyó en la importancia de reflotar viejos seriales y el dios de una línea temporal que derivó en mil historias apasionantes en forma de series, novelas, video-juegos e historietas. Pero, por otro lado, también es el responsable de masacrar (ideológicamente, cuando menos) a su propio universo, de boicotear ideas estupendas y de no poder dejar en paz a sus propias películas (en este sentido, el film The people vs George Lucas resulta imprescindible). Es que el cineasta no supo cómo continuar con su propio universo y eligió vender su franquicia con la intención de que otros niños nerd modelo Episodio IV jugaran con amor genuino en ese parque infinito que es el universo Star Wars. J. J. Abrams fue el primer elegido para mantener viva la antorcha de ese mundo. Su triunfo, en muy buena medida, consistirá en no repetir los errores de las precuelas y en concentrarse principalmente en contar una buena historia. La presencia de Harrison Ford y buena parte del elenco original (sumado al guión de Lawrence Kasdan, responsable de los episodios V y VI) da una pista de que Abrams podría ir por buen camino. Confiamos, rezamos y creemos que Jar Jar Abra…..perdón, J. J. Abrams cumplirá con las expectativas.
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