La múltiples formas de la danza contemporánea en estado de acción
Aunque de los dos festivales que organiza la ciudad de Buenos Aires se tienen muy pocas precisiones, en la cartelera porteña conviven potentes propuestas de coreógrafos de distintas franjas generacionales, búsquedas y formatos
En el mapa de las artes escénicas, la danza contemporánea porteña puso a su cuerpo todo en acción, en un amplio abanico en el cual conviven figuras clave de los 90 con jóvenes creadores de la categoría Sub-30, proyectos radicalmente coreográficos con otros que juegan con sus propios límites.
Paradójicamente, esta riqueza expresiva convive con un horizonte demasiado borroso (tirando a tormenta) en lo que hace a las políticas públicas del gobierno porteño para el sector. Ciudanza, el festival que toma espacios urbanos, el ministerio de Cultura está evaluando cuándo se concretaría (la edición del último año se realizó en marzo, y Brenda Angiel, su directora, está a la espera de novedades). Por su parte, el Festival Buenos Aires Danza Contemporánea, que desde el ministerio de Cultura dicen que tendrá lugar la primera quincena de diciembre, todavía no tiene director artístico (aunque en la página oficial figure Andrea Servera, ella renunció al cargo). A este preocupante panorama, que tiene al sector en modo alerta, los del "antiguo" gabinete de Cultura están a la espera de una reunión con Ángel Mahler, el nuevo ministro, para analizar el rumbo a seguir. Mientras tanto, Prodanza, el organismo encargado de promover la actividad, no tuvo un aumento presupuestario que supere el índice inflacionario interanual.
En medio de este "pronóstico reservado", la cartelera está atravesando un muy buen momento. El sábado fue la última función de La Wagner, el potente trabajo de Pablo Rotemberg. En algún momento volverá (como ya lo hizo varias veces). En esa propuesta, una de las cuatro guerreras es Carla Rímola. Carla, junto con Laura Figueiras, presentó hasta ayer El laberinto de la historia. En ese interesante montaje que copó el sótano del CETC, entremezclaron parte de la (pre)historia de una de las bailarinas con la misma historia del Teatro Colón y de la danza clásica. El atractivo diálogo de capas estuvo a cargo de la Compañía de Danza de la UNA, cuyos jóvenes integrantes suelen tutearse con líneas expresivas más contemporáneas. Esta vez, algunos de ellos se calzaron las zapatillas de punta en una propuesta de puentes simbólicos con momentos muy logrados.
Lo de la Compañía de Danza de UNA, que dirige Roxana Grinstein, es interesante. En estos años, muchos de sus actuales o exintegrantes están presentando sus primeros trabajos como coreógrafos (bellos y potentes trabajos, habría que acotar). Del cantero de la UNA salieron, por ejemplo, Josefina Gorostiza (una de las mujeres bravas de La Wagner), Jimena Pérez Salerno (junto con Gorostiza montó Paraje Das Unheimlich, un joyita), Carla Di Grazia (otra mujer brava de La Wagner quien, junto con Eddy García, la rompe en Todo piola) y Celia Argüello Rena (una de las figuras clave para entender el panorama actual). En algunos y muchos sentidos, la compañía universitaria está cumpliendo el rol de usina formativa que, en otro momento, supo ocupar el Taller de Danza del Teatro San Martín.
De ese taller surgieron, por ejemplo, Federico Fontán y Ramiro Cortez. Hace tres años, en la Bienal de Arte Joven, estrenaron Los cuerpos. Eso fue erotismo, masculinidad, entrega y un despliegue de una fisicalidad inquietante. Acaban de estrenar en Timbre 4 La corporación. Quizá no tenga la fuerza del anterior trabajo, pero se permiten una transgresión importante desde el punto de vista de la producción independiente: ponen en escena a 15 bailarines en una apuesta muy por fuera de cierto manual de estilo de la escena alternativa. Se la juegan como se la jugaron en Los cuerpos.
Del Ballet Contemporáneo del San Martín, compañía con escaso diálogo con los creadores independientes, formó parte Exequiel Barreras. Pasado mañana estrenará en el Rojas Pit Stop or the lollipop man. En escena, sus cuatro bailarines son mecánicos. "A primera vista, parece transmitirse el cliché eterno de la virilidad. ¿Qué es más viril que el tema «coche»? Pero de alguna manera, poco a poco, la obra se convierte en algo completamente diferente", escribe y se pregunta Exequiel en la información de prensa. Que el nombre del montaje esté escrito en inglés tiene su razón: la obra pertenece al grupo suizo Rotes Velo Tanzkompanie, del que Exequiel es su cofundador. Hace años que este interesante creador cordobés vive en Europa.
De St. Gallen a Mendiolaza
De Córdoba también es Luis Biasotto. También Luciana Acuña. Ellos son dos piezas fundamentales del grupo Krapp. Él, por fuera de Krapp, estrenó la semana pasada en el Cultural San Martín Cosas que pasan. Lo que pasa en escena es caótico, fragmentario, poético, alucinado, irracional. Cosas que pasan es tan circo freak como performance, es tan coreográfico como teatro objeto, es tan acústico como experimental. Cosas que pasan tiene, más allá de cualquiera imprecisa enumeración, misterio. Misterio escénico en estado puro, expansivo e hipnótico.
En ese mismo centro cultural, el viernes 28 Gustavo Lesgart estrenará nueva propuesta. Gustavo es otro argentino que, como la actual realidad de Exequiel Barreras, supo pasar una buena cantidad de años en Europa. La obra, que presentará en formato de work in progress, es parte de un largo proceso de experimentación sobre temas relacionados con el cuerpo, el movimiento y el espacio. El domingo, Lesgart hizo en teatro Bombón la última función de Humo. En esta versión, ese íntimo trabajo sobre lo masculino matizado por la voz de Charles Aznavour cantando "L'amour c'est comme un jour", compartió escena con Carlos Casella. Carlos es uno de los fundadores de El Descueve (grupo fundante de todo este entramado expansivo).
El viernes y sábado, en El Galpón de Guevara, se despedirá El Poyo Rojo, obra de teatro físico estrenada hace ocho años (leyó bien). Después de estas funciones, como vienen haciendo hace años, Alfonso Barón y Luciano Rosso se irán "cacarear por el mundo". Los fines de semana, Café Müller tiene una programación dedicada exclusivamente a la danza (entre lo pautado hay una obra de Soledad Pérez Tranmar). En El Portón de Sánchez, Marina Sarmiento repuso Lejos, una experiencia intensa y personal en la que Florencia Bergallo despliega un trabajo verdaderamente perturbador. En el Rojas, se viene el ciclo Sub-30 con obras de Juan Jesús Guiraldi y Camila Florines. En La Mueca, la semana próxima comenzará el ciclo Solos con la Danza, que organiza Gustavo Soto.En medio de tanto cuerpo en movimiento, el miércoles de la semana próxima el coreógrafo suizo Guilles Jobin presentará Quantum, una experiencia en la que los bailarines trabajan a partir de movimiento de la física.
A muchos de estos montajes que están en cartel, cualquier director de un buen festival de danza contemporánea lo programaría con ganas. El festival de Buenos Aires no tiene director; pero tiene lo fundamental: sus creadores.
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