Admirada por sus papeles serios y profundos, Katharine Hepburn brilló como pocas veces en toda su carrera cuando por primera vez hizo reír en La adorable revoltosa
Ninguno de los cuatro Oscar como mejor actriz protagónica que Katharine Hepburn ganó a lo largo de su extensa, magnífica e ilustre carrera en el cine tuvo que ver con la comedia. Todos sus personajes reconocidos en 1933 (Gloria de un día), 1967 (¿Sabes quién viene a cenar?), 1968 (El león en invierno) y 1986 (En la laguna dorada) fueron dramáticos con distintas variantes y matices. Solo en el segundo caso, y con unas cuantas reservas, podríamos encontrar alguna aproximación a la comedia.
Hepburn recibió de la Academia de Hollywood otras ocho nominaciones, siempre como actriz protagónica. En estos casos vemos alguna aproximación más a la comedia, pero siempre condicionada por el tinte dramático del relato. Esta segunda lista incluye, por ejemplo, a La mujer que supo amar (1936), La mujer del año (1942) y Locura de verano (1955).
En el largo vínculo entre Hepburn y el Oscar la comedia se instalará con todas las letras solamente en el caso de Pecadora equivocada, título de estreno local de The Philadelphia Story (1940), la gran película de George Cukor en la que también brillan Cary Grant y James Stewart. Pero esa historia registra una flagrante omisión, que se corresponde con el debut absoluto y lleno de esplendor de Hepburn en ese género: La adorable revoltosa (Bringing Up Baby, 1938), una de las cumbres de la screwball comedy de todos los tiempos.
“Esta desgarbada y resuelta dama filadelfiana, desde los primeros años treinta hasta La reina africana, ha hecho olvidar a los nominadores su desprecio por las convenciones, su gusto por lo raro, su individualismo feroz y su temperamento, y ha sido nominada casi cada año”, escribía sobre Hepburn en febrero de 1956 Guillermo Cabrera Infante, en este caso desde su faceta de crítico cinematográfico bajo el seudónimo de Caín.
El gran escritor cubano dice también allí que la Academia de Hollywood, al incluir a Hepburn todo el tiempo como candidata al Oscar, no hace más que rendir homenaje “a su talento dramático y a su perenne belleza”. Pero después de ver La adorable revoltosa es muy fácil comprobar que todos los adjetivos, atributos y cualidades que Cabrera Infante le regala a la actriz se aplican perfectamente a su aparición en la extraordinaria comedia de Howard Hawks. Bastaría con reemplazar en este caso la expresión “talento dramático” por “talento para hacer reír”.
En esta película que el semanario The New Yorker definió como una de las películas más veloces y divertidas jamás hechas, Hepburn interpreta con una felicidad pocas veces vista en la pantalla a una atolondrada heredera que parece destinada a provocar un tembladeral en toda aquella persona que se logre acercar a ella. La adorable revoltosa tuvo otro título, Domando al bebé, para su estreno en los cines del Río de la Plata a fines de la década de 1930.
En una primera instancia no podemos creer que la atolondrada Susan Vance, una chica que hace tambalear la existencia del paleontólogo David Huxley (un sublime Cary Grant) desde el instante de su primer encuentro, es la misma actriz capaz de imponer respeto con su sola presencia y conmover desde la autoridad de una imponente fibra dramática en la inmensa mayoría de sus grandes películas.
Hepburn consigue de inmediato que nos olvidemos de su precipitación y que dejemos a un lado la manera agresiva con la que quiere conquistar a su presa, una variante del clásico personaje del profesor distraído personificada por Grant. Podemos perdonarla porque vemos en ella a una mujer que no esconde nada y solo parece un poco atolondrada.
Es la intérprete perfecta de una comedia perfecta, en la que Hawks recurre a un leopardo domesticado y a Asta, el sagaz y tierno fox terrier que alcanzó estatura de estrella en el Hollywood de los años 30, para mostrar que ciertos comportamientos instintivos pueden reflejarse tanto en ciertos animales como en los seres humanos que permanecen a su lado.
En un escenario que se abre cada vez más hacia el absurdo, Hepburn representa a la perfección a una chica habituada a moverse en los circuitos de la alta sociedad sin prestarle atención, como le ocurriría a la mayoría de sus pares, a las consecuencias de su alocada e irreflexiva conducta. Si logra evitar un mayor efecto contagio de ese desequilibrio es porque el único destinatario de sus impulsos pertenece a su misma raza.
No tardamos en darnos cuenta que David Huxley es tan despistado como Susan Vance. Es extraordinario el modo en que Hepburn le otorga sentido al festín de tropiezos, patinadas, traspiés, resbalones y caídas que Grant ejecuta con gracia infinita como si la mujer que está a su lado tuviese un imán para provocarlas. La risa es completa y amplia no solo por nuestra reacción ante las muestras de torpeza física con las que juega el actor. El modo en que Hepburn propicia y festeja esos derrapes desde su interpretación completa un cuadro lleno de ingenio y regocijo. Hawks lo pone en escena con un timing perfecto.
La carrera cinematográfica de Katharine Hepburn había alcanzado en poco tiempo dentro del universo actoral del Hollywood de los años 30 una altura envidiable, reflejada en la constante mención de su nombre entre los nominados al Oscar de cada nueva temporada, pero las crónicas de la época advertían que los riesgos de una caída siempre aumentaban para los que habían logrado llegar a la cima más rápido de lo habitual. Ninguna otra figura había llegado tan lejos en tan poco tiempo.
En los primeros tramos de la época conocida como Gran Depresión (posterior al colapso económico de 1929) el cine había logrado sostenerse como espacio de consuelo, entretenimiento y olvido pasajero frente a los estragos de la crisis. Hepburn era una de las estrellas más destacadas de ese tiempo de Hollywood sostenido por la sólida maquinaria de los estudios y las grandes estrellas bajo contrato.
Pero La adorable revoltosa llegó para ella en el peor momento posible. La actriz representaba un tipo de personaje con modos, comportamientos y gestos propios de las personas de clase alta que anteriormente era bastante bien recibido. Pero ahora, con la extensión de la crisis, empezaba a causar hartazgo entre el público. Sus películas comenzaron a registrar una merma de convocatoria desde 1935, por lo menos y recibía críticas lapidarias de nombres tan influyentes como el del escritor y ocasional crítico Graham Greene. “Miss Hepburn –escribió una vez- siempre hace que sus jóvenes mujeres parezcan horriblemente realistas con sus intuiciones juveniles, su intensidad y sus ideales, que destruyen los bordes del placer humano”.
Hepburn tenía que reinventarse de alguna manera. Y encontró en Hawks un socio en la búsqueda de otro perfil, más alejado del altivo distanciamiento que mostraba su prototípico personaje previo. El director descubrió que había en ella una veta cómica que todavía no había sido explorada. Y le pidió al veterano comediante y gran figura del teatro de vodevil Walter Catlett (que en La adorable revoltosa interpreta a un desorientado comisario) que la ayudara a prepararse para el nuevo desafío.
Lo mejor estaba por llegar y pocos podían imaginarlo. Con los consejos de Catlett bien aprendidos abandonó esa tirantez tan característica de sus personajes dramáticos para mostrarse en La adorable revoltosa como una mujer completamente relajada, decidida, abierta al juego de seducción más atrevido (y descuidado al mismo tiempo) sin complejos ni pudores.
Pero en el momento de su estreno, pese a recibir unas cuantas críticas favorables, resultó un fracaso comercial. Y la indiferencia del público hizo que Hepburn se convirtiera en “veneno para las boleterías” (Box Office Poison) para los dueños de los cines en los Estados Unidos.
Hoy parece increíble, pero la lista de actrices venenosas también incluía en aquel momento nada menos que a Greta Garbo, Marlene Dietrich y Joan Crawford. Hepburn ocupaba el lugar más bajo y de menor valoración entre todas ellas. Como si no hubiese ningún antídoto para el mal que surgía en cada nueva aparición suya desde la pantalla. La adorable revoltosa corría el riesgo de quedar injustamente marcada para siempre por el estigma del olvido.
Así, Hepburn se vio forzada por un tiempo a dejar el cine y volcarse al teatro. Tan resuelta como la mayoría de sus grandes personajes, plenamente convencida de su talento, se las ingenió muy rápido para revivir en los escenarios y esperar el momento adecuado para volver al cine de la mejor manera.
Así ocurrió en 1940 con The Philadelphia Story, que primero fue un éxito en Broadway y luego llegó a la pantalla grande para devolverle cartel, reconocimiento y esplendor a su protagonista femenina. Hepburn recuperó a partir de allí su aura de gran estrella y la autoridad de su presencia. Y sus películas “olvidadas” acompañaron ese renacimiento.
Hoy, la crítica más rigurosa incluye a La adorable revoltosa entre las mejores comedias de la historia de Hollywood y entre las obras más logradas de la ejemplar carrera de Hawks. De la mano de sus repeticiones por TV y de la admiración incondicional por la obra de Hawks que llegaba desde Francia (especialmente a través de Cahiers du Cinema), la película encontró una reivindicación que resultó desde allí definitiva. Lo mismo ocurrió con la actuación de Hepburn. Por primera vez, una actriz dotada para todos los géneros revelaba que también podía ser una excelsa comediante. Fue una pena que el Oscar, tan atento al reconocimiento de su notable veta dramática, se olvidara de esa actuación única e inolvidable.
La adorable revoltosa está disponible en HBO Max y QubitTV
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