Liam Neeson recorre con éxito desde 2008 todas las facetas del policial intenso y descarnado con un personaje casi único, pero podría poner fin a ese recorrido protagonizando la nueva versión de una comedia clásica
“Esto terminará con mi carrera o la llevará en otra dirección. Sinceramente no lo sé”. Esto fue lo único que Liam Neeson dijo hasta ahora sobre su participación en la nueva versión de La pistola desnuda (The Naked Gun), que los estudios Paramount ya confirmaron para julio de 2025.
En medio de los debates, las preguntas y los reparos que el mundo Hollywood empieza a hacerse sobre el relanzamiento de una muy celebrada (y todavía disfrutada a pleno) serie de películas paródicas sobre cierto modelo prototípico de relato policial hecho para el cine y la TV, la lacónica declaración de Neeson puede ser fruto de una traición del inconsciente.
Neeson inició en 2008, más tarde de lo que cualquiera podría haber imaginado, una segunda vida como actor. A los 56 años se transformó en el héroe de acción que nos acompaña sin descanso hasta hoy. Y no se cansa. Una y otra vez, con una frecuencia de apariciones que sorprende por lo amplia, sostiene en la pantalla su figura casi imponente de hombre duro que al mismo tiempo deja a la vista todas las huellas de los múltiples cansancios (físicos, psicológicos y existenciales) que la vida deja en sus personajes.
Casi todos se parecen en algún punto. El origen de este renacimiento actoral tiene un nombre: Búsqueda implacable (Taken). Neeson encarna allí a un padre divorciado que viaja a París con el único propósito de rescatar a su hija adolescente de una red de traficantes sexuales. Su personaje, llamado Bryan Mills, es un exespía decidido a cumplir su misión con una cuota de ferocidad que nadie había imaginado.
A Neeson siempre lo tuvimos en consideración como un intérprete ideal para llevar a la pantalla personajes aguerridos, resueltos y dispuestos a todo, inclusive a partir de la energía que nace de algún remordimiento oculto. Pero pocos llegaron a pensar que podía transformarse en el frío y despiadado ejecutor de villanos que empezó a insinuar en Búsqueda implacable. A partir de allí, con la disciplina que lo caracteriza, empezó a familiarizarse con los ejercicios coreográficos que ya son hábito y costumbre disfrutable para los amantes del thriller en las escenas de acción y violencia.
“Cuando leí el guion por primera vez pensé que todo iba a ser genial. Simplemente empecé a salir todos los días con los dobles de riesgo para darles una paliza”, contó en su momento Neeson a propósito de una película que nunca imaginó que tendría el colosal éxito planetario que tuvo: 226 millones de dólares de taquilla y la puerta abierta de inmediato a nuevos capítulos. Búsqueda implacable tuvo otros dos capítulos en el cine (la trilogía completa está disponible en Star+) y desde ese momento todos empezaron en Hollywood y aledaños a ver a Neeson como un confiable héroe de acción experimentado, curtido, dispuesto a todo y capaz de cumplir satisfactoriamente con las misiones asignadas, más allá de los magullones que recibe de parte de sus enemigos cuando se mete con ellos.
Desde allí, con una respuesta por lo general favorable en la taquilla, el “nuevo” Neeson repitió con una estética típica del policial clase B ese modelo original, configurando a lo largo de los años un personaje casi único que variaba con leves matices de película a película. Su personaje prototípico está siempre de vuelta de todo, resignado a sufrir alguna pérdida cercana o pagando con la cárcel, el retiro, el silencio o el ostracismo profesional alguna culpa propia o ajena.
En esos papeles también aparece siempre algún tipo de arrepentimiento o búsqueda de redención, a veces conectado con querellas personales, conyugales o paterno-filiales. El tema de la familia y la necesidad de reparar heridas abiertas durante mucho tiempo en ese ámbito también es recurrente en las películas de Neeson, aunque esos vínculos quedan expresados a través de personajes que deciden por propia voluntad llevar adelante una existencia solitaria, recelosa y desconfiada de los demás. Detrás de la fortaleza física y la decisión a toda prueba que el personaje clásico de Neeson representa en el cine, también asoma una visible fragilidad afectiva y emocional muchas veces difícil de remediar.
Le duelen los golpes de los malos (algunos de ellos muy cercanos) y también le duelen los golpes de una vida llena de elecciones equivocadas. Neeson también asume en sus personajes heroicos (que suelen a veces transformarse en antihéroes por sus características y por moverse en una línea muy delgada que separa el bien y el mal) el destino fatalista de las tragedias griegas. Aquel vengador anónimo que Charles Bronson encarnaba con el único afán de vengar su tragedia personal (esposa asesinada, hija abusada) se transformaba a través del rostro sufrido y cargado de culpa del actor irlandés en un personaje que entra (o permanece) en la oscuridad para expiar sus pecados y rescatar en la misma acción a algún inocente desprotegido.
No es casual que Martin Scorsese lo haya elegido, en medio del vértigo sin fin de sus constantes apariciones como héroe de acción, para encarnar a un sacerdote jesuita en pleno martirio en la película Silencio. Alguna vez se escribió que ningún otro astro de Hollywood es capaz de arrepentirse a 200 kilómetros por hora mejor que Liam Neeson.
Entre tantas apariciones con este tipo de personaje modélico a lo largo de los últimos 16 años es lógico que algunas de ellas resulten más logradas que otras. Es lo que pasa por ejemplo en Una noche para sobrevivir (Run All Night, 2015), de Jaume Collet-Serra, disponible en MAX, una historia que nunca ve la luz del día, como los personajes de una historia circular de culpas y venganzas familiares que parece escrita en la piedra como para que se cumpla un inevitable destino. Todo envuelto en una abrumadora tristeza.
Lo mismo ocurre, bajo las órdenes del mismo realizador catalán, en Sin escalas (Non-Stop, 2014), en este caso a través de un escenario de permanente tensión que transcurre íntegramente dentro de un avión durante un vuelo transatlántico. El personaje de Neeson, un agente encubierto destinado a prevenir actos terroristas, es una de las muchas muestras de otro atractivo elemento de este personaje que no lo abandona desde hace una década y media: detrás de la oscuridad y el remordimiento siempre aparece un toque de clásica nobleza y dignidad. Tal vez este atributo distinga a Neeson de otros héroes de acción más dispuestos a protagonizar historias ligeras y sin otro componente a la vista que el cumplimiento de una misión.
En 2017 Neeson avisó a todo el mundo que sus días de héroe de acción habían llegado a su fin. Dos décadas ya eran suficientes como para abarcar todas las facetas posibles de ese personaje, que en el fondo era común a casi todas sus películas desde Búsqueda implacable. Pero más tarde admitió que se trataba de una broma, de un juego que le permitía por sus propios dispositivos seguir en el camino repartiendo golpes, disparando a los malos de manera infalible y forzado a remediar a pura acción con culpas de todo tipo que atormentan a sus personajes en cada nueva aparición.
En febrero de 2022 mostró un entusiasmo a toda prueba para justificar, defender y, de paso, promocionar alguna nueva aventura. “Cumplo 70 este año, así que todavía me saldré con la mía. Pero al mismo tiempo creo que estas películas de acción llegarán en algún momento a su fin. El público no es estúpido. En algún momento la gente va a decir: que ese tipo Neeson se embrome porque no puede estar eternamente peleando con los demás. Me voy a detener en algún momento”, reconoció.
Pero nunca dejó de admitir lo feliz que se sentía haciendo este tipo de personajes. “Cuando los guiones son buenos me siento como un chico en una tienda de golosinas”, dijo una vez mientras comentaba frente a los medios su eterna disposición a evitar dobles de riesgos en algunas de las escenas de peleas o acrobacias.
En los últimos años, Neeson confesó cuál era su secreto para elegir o descartar los papeles que le ofrecían con tanta frecuencia. “Tengo un método, la prueba de la taza de té. Si cuando llego a la página 7 u 8 estoy pensando más en prepararme un té que en seguir leyendo, eso significa que el guion no me va a interesar demasiado. En cambio, de vez en cuando, leo el guion completo antes de hacerme un té. Esa es una muy buena señal”, explicó.
Neeson dijo hasta hace poco que sigue disfrutando el tipo de películas que viene haciendo en los últimos años. Ese modelo tiene algunos ejemplos recientes admirables que todavía pasan un poco inadvertidos entre tantos títulos de nombres parecidos. Como El protector (The Marksman, 2021), de Robert Lorenz, disponible en Amazon Prime Video, con un personaje digno del mejor Clint Eastwood. Algo parecido pasa con Riesgo bajo cero (Ice Road, 2021), disponible en Netflix, aventura en la que vemos a Neeson en uno de los escenarios en los que mejor se mueve: el hielo, la geografía ártica, el invierno más duro y nevado.
Pocos recuerdan en medio de una trayectoria tan extensa y reconocida, sobre todo considerando el fuerte peso de su última etapa como héroe de acción, el paso de Liam Neeson por la comedia. No fueron muchas las muestras de esa faceta en pantalla: la fallida adaptación al cine de la serie Brigada A, Ted 2 y sobre todo el western paródico A Million Ways to Die in the West (2014), estrenado en algunos países latinoamericanos como Pueblo chico, pistola grande. Detrás de esas dos últimas producciones está el comediante, guionista y director Seth McFarlane, el verdadero cerebro del regreso de La pistola desnuda.
Así como el gran Leslie Nielsen se convirtió para siempre en el campeón de la parodia extrema gracias a La pistola desnuda (después de un prólogo brillante en Dónde está el piloto), Neeson podría perfectamente seguir esa huella. Nielsen fue siempre un actor muy serio antes de transformarse para siempre en héroe de este tipo de comedia cinematográfica. ¿Por qué Neeson, entonces, no podría despedirse de su ilustre carrera como héroe de acción protagonizando una nueva sátira de ese mismo mundo?
Neeson tiene ante sí, de aquí al estreno de la nueva versión de La pistola desnuda, el desafío de poner al servicio de la comedia la aparente inexpresividad del duro rostro encarnado por su clásico personaje de héroe de acción. Quizás de esa manera el inconsciente lo esté llevando a cumplir el viejo deseo de despedirse, con 73 años, de ese personaje tan celebrado que lo viene acompañando desde 2008. El tiempo y el veredicto del público dirán en julio de 2025 si se termina su carrera o empieza una nueva etapa.
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