Llegar a Norwich, estado de Vermont, no es rápido, pero tampoco tan difícil (bueno, al menos hasta la crisis por el Coronavirus). En circunstancias normales, toma unas cinco horas en micro (en tren, siete y media), directo desde el centro de Manhattan, Nueva York, algo más de 400 kilómetros hacia el norte por una ruta apacible que va dejando atrás las planicies de la Costa Este al internarse en las montañas nevadas. En este pueblo bucólico y de solo 3.500 habitantes se instaló hace casi cuatro años Ricardo Siri, también conocido como Liniers.
Dibujante, 47 años, casado, tres hijas de doce, diez y seis años, publica diariamente su tira Macanudo en La Nación desde ya hace casi dos décadas. En los últimos tiempos, sin embargo, esa serie comenzó a traducirse y replicarse también en otros setenta diarios del mundo, incluyendo un buen número en Estados Unidos y otros en Colombia, México, Chile, España, Canadá y hasta India, Finlandia, Noruega y (sorpresa) Jamaica.
Los personajes de sus tiras, desde la niña Enriqueta hasta la lacónica monstrua Olga, entre un colorido elenco de pingüinos y duendes, han aparecido en todos lados: murales callejeros, remeras, agendas, juegos de mesa. "Lo más loco es que me voy enterando por Internet de que el gato Fellini ahora es conocido en Helsinki o Nueva Delhi", dice el artista porteño en su estudio norteamericano, tan estrecho como perfectamente desordenado, en el primer piso de la casa. Rodeado de vasos llenos de pinceles y con agua de colores (Liniers sigue pintando con acuarelas), sus propios originales (realizados a mano), tinta negra con sus respectivos plumines, y escuchando de fondo noticias en inglés que salen de la computadora. El espacio podría ser la pesadilla de Marie Kondo, pero de algún modo el autor logra encontrar unos centímetros cuadrados libres donde esbozar la próxima tira. En el techo del estudio hay una claraboya, que ahora, en invierno, se cubre con nieve, y en verano deja pasar la luz y el caluroso sol de Vermont.
La casa queda a solo cinco minutos por un sinuoso camino asfaltado desde el minúsculo centro de Norwich. Para ingresar, finalmente, toca cruzar un estrecho puente sobre un arroyito, en la estación fría cubierto por una capa de hielo. Cuando todo alrededor está nevado, como este invierno que acaba de pasar, la residencia amarilla de dos plantas resalta aún más en el bosquecito suburbano y silencioso. No es difícil entender por qué Liniers eligió este lugar para que sus hijas crezcan junto a Elliott, un activo cachorro Cavalier King Charles Spaniel, que ya adquirió cierta fama en las redes sociales.
La universidad del cómic
"Es muy lindo que las chicas tengan esta versión de la infancia. Ahí es donde pongo todo en la balanza. Están viviendo algo que yo nunca tuve. Inviernos helados y veranos calurosos", sigue contando. "Casi sin darme cuenta, el ambiente y los paisajes de Vermont se fueron metiendo en Macanudo. Desde que estoy acá, en la tira empezaron a aparecer más faros, montañas y bosques; muchos bosques".
¿Pero qué pasó? ¿Cómo desembarca un dibujante argentino en este rincón del noreste yanqui? "Con Angie (su pareja) queríamos vivir un tiempo fuera de Argentina. Las chicas estaban en la edad perfecta para viajar: la chiquita no era tan chiquita y la grande no tan grande. Entonces llegó la oportunidad de venir acá, por The Center for Cartoon Studies (institución enfocada en el estudio de la historieta y la novela gráfica), que me invitó a ser fellow un año, es decir que no daría clases, sino que acompañaría a los alumnos, con charlas y consejos de cómo moverse en el mundo editorial".
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The Center for Cartoon Studies se encuentra enclavado en un edificio de ladrillos en un pueblo springsteeniano llamado White River Junction, a solo ocho kilómetros de la casa de Liniers. Un lugar donde no esperarías toparte con el historietista de los pingüinos, que siempre se autorretrata como conejo, sino con Tom Waits o el mismísimo Boss. "El Centro es increíble –sigue–. Ese año me sorprendí por las cosas que también yo pude aprender. Los alumnos conocen el mundo editorial de la mano de la gente que trabaja en el medio. Te traen agentes y otras figuras clave del negocio. Para los dibujantes eso es algo muy necesario. Somos gente muy creativa, sí, pero para vender nuestros trabajos también somos bastante inútiles".
El plan de un año se extendió. "Después de lo del Center for Cartoon Studies, Julio Ariza, un profesor argentino de Literatura Latinoamericana de la Universidad de Dartmouth, me preguntó si me interesaría dar un curso sobre cómics en América Latina. Pensé que sería algo bien corto, pero al final quedó en treinta clases, dos meses".
Un profesor Macanudo
Fundada en 1769, Dartmouth, en Hanover, New Hampshire, es una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, parte de la llamada Ivy League en la educación superior del país, junto a Harvard, Columbia y Yale. Liniers todavía se sorprende de dar clases allí, en castellano, para 17 alumnos sobre la historia de los dibujantes desde México hasta el extremo inferior del mapa.
La escena es casi digna de una historieta (de hecho, a partir de la crisis sanitaria solo sería posible en un dibujo...). En el salón 212 del histórico Dartmouth Hall, un dibujante argentino se explaya en español sobre el El Eternauta, de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, en las últimas semanas anunciado como gran proyecto de Netflix para finalmente llevar la ficción a la pantalla. La clase forma parte de la currícula de idiomas extranjeros, por lo que los alumnos, entre ellos, hablan en inglés, pero se comunican con Liniers en castellano. "El Eternauta es un libro iniciático para los adolescentes curiosos. Es como Rayuela, de Julio Cortázar, o El túnel, de Ernesto Sabato. Todo chico argentino que empieza a leer se encuentra, en su adolescencia, con El Eternauta", introduce el profesor Macanudo, contagiando entusiasmo por el libro. Hoy le toca al alumno Noah repasar la biografía de Oesterheld, profundizando en el contexto político. Referencias y datos biográficos dan un marco para que los compañeros entren en la historia. "La guerra sucia es un período oscuro y trágico para la Argentina", explica gravemente Noah, mientras la imagen de Juan Salvo se proyecta en el fondo del salón. El hombre con el traje de buzo combina bien con la nieve que se ve a través de las ventanas de Dartmouth.
"Me encanta hablar sobre Quino y Oesterheld, pero también me gusta mostrar a dibujantes jóvenes, amigos, como la ecuatoriana Power Paola y el mexicano Trino", dirá después de clases. Su curso se llama "Drawn to Resist". La traducción literal podría ser "Dibujado para resistir", pero drawn tiene también otras acepciones por las que el programa podría titularse también como arrastrado o forzado a aguantar. "Un juego de palabras muy inteligente porque soy un profesor de universidad", dice Liniers, que a partir de la cuarentena casi global, comenzó a postear en sus redes otras clases, en este caso para aprender a dibujar sus personajes.
Contra una pared del living, la amplia biblioteca es de los lugares más acogedores en la casa amarilla. Libros y vinilos desbordan las repisas blancas. Liniers es un fanático de la lectura, no solo de historietas, y un melómano acérrimo. Bruce Springsteen, Elliott Smith, Sufjan Stevens y Pescado Rabioso comparten estantes con Stephen King, Kurt Vonnegut y Jorge Luis Borges (un reciente redescubrimiento). En ese búnker, cuenta cómo, aparte del aspecto académico, su carrera se proyectó también en otros sentidos, no menos asombrosos, al llegar a Estados Unidos. "Viviendo en Buenos Aires, ya había publicado un par de tapas en la revista The New Yorker y un par de Macanudos en editoriales de Nueva York. Pero la verdad es que las cosas te pasan donde estás –asegura–. Uno piensa que la industria de la historieta es como Hollywood. Pero, acá y allá, los dibujantes somos como un barrio. Cuando empezás a ir a los festivales, te topás siempre con la misma gente. Y te hacés amigos. Lo más grosso es que esos amigos nuevos son gente que admirás, que leés hace veinte años, que los tenés en la biblioteca".
Uno de esos festivales es Comic-Con. El evento, en San Diego, California, es la cuarta convención más grande del mundo (solo superada por Comiket, en Japón; Angoulême, en Francia; y la Lucca Comics and Games, de Italia). Liniers ganó en 2018 los dos premios más prestigiosos del evento. "Ni yo me lo esperaba. El Eisner es como el Óscar de los dibujantes". El galardón se lo llevó por su libro Buenas noches Planeta, que cuenta la aventura de un muñeco de peluche que se atreve a salir de la comodidad de su hogar, un hermoso homenaje a Vermont y la nueva realidad familiar del autor. "Y la sorpresa que me llevé es que también gané el premio Inkspot, un premio a la carrera. El mismo año lo ganó el director de cine Kevin Smith y ahora lo ganó uno de mis dibujantes favoritos, Chris Ware. Ese premio tiene un plus aparte porque te dan también un ticket para ir a Comic-Con gratis, de por vida. Un muy buen premio".
Enriqueta y Henrietta
Entre las cosas que pasaron donde las cosas pasan, quizás la más decisiva haya sido la sindicación global de Macanudo. Algo así como el sueño de todo dibujante: que su trabajo se replique en más y más publicaciones alrededor del planeta. Macanudo sale en La Nación todos los días y también en muchos diarios de Estados Unidos y el mundo vía King Features, histórico sindicato o agencia de historietas. "El sindicato trata de vender la tira a la mayor cantidad de diarios posible. Así que Enriqueta sale en Buenos Aires y Henrietta (su traducción en inglés) sale en diarios de Colorado o Texas el mismo día".
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La firma con el sindicato, eso sí, implicó más trabajo. "Cuando trabajaba solo para La Nación, había acordado que, cada año, la tira tendría 30 días de descanso, repitiendo chistes o con dibujantes invitados. Ahora tengo que dibujar todo el año. Básicamente, son 365 tiras al año".
Sin embargo, no se lo ve tan cansado. Todo lo contrario. "Hay que hacer lo mismo todos los días y que resulte distinto todos los días", continúa. "Pero un par de meses atrás empecé a hacer algo nuevo: ahora escribo la tira en inglés y después la traduzco al castellano. Eso me pone en otra posición, me hace ver las cosas desde otra óptica. ¡Cada cosa nueva que pueda agarrar, la agarro!".
Aunque acaba de postergar un viaje a Buenos Aires por la cuarentena global, Ricardo no pierde su conexión con Argentina y Latinoamérica. Ya sea a través de sus redes sociales (que combinadas tienen más de 2 millones de seguidores), sus presentaciones en vivo y con su Editorial Común, sello basado en Buenos Aires con el que suma ya más de 50 títulos, incluidos sus propios libros Macanudos, en los que casi anualmente compila las tiras diarias.
Editorial Común
"La editorial la empezamos con Angie, allá lejos y hace tiempo, en 2008. Nos parecía que en Argentina no se estaba editando nada de novelas gráficas, a pesar del auge internacional del género. Artistas argentinos como Lucas Nine o Trillo publicaban trabajos increíbles en Europa, que no se conocían en Argentina. Además, queríamos publicar talentos nuevos, gente como Power Paola o Ignacio Minaverry, que no tenían lugar en las grandes editoriales, pero que en la nuestra podrían ser leídos". También está relanzando sus primeros dos Macanudos con Random House y espera que aparezcan en la Feria del Libro de Buenos Aires 2020. "Son como versiones remasterizadas y con material extra".
Para ser una persona retraída y siempre detrás de un escritorio, se maneja bastante bien en el escenario. Durante años, además de colaborar con el arte de tapa, se integró a la banda de Kevin Johansen dibujando y proyectando en vivo a partir de las canciones que sonaban. En el último tiempo, su veta performática tomó otra forma mediante el Stand Up Ilustrado, un show a cuatro manos con el dibujante chileno Alberto Montt. "Giramos por Latinoamérica y la pasamos increíble. Es una mezcla de stand up con Ilustración. En el stand up, por definición, hay una sola persona en escena. Nosotros, en cambio, somos dos y le sumamos pantallas y escritorios. Nos apoyamos en el dibujo para traicionarnos y divertirnos. Pensá que, como dibujantes, siempre estamos solos y nunca vemos directamente las respuestas a lo que hacemos".
"Gracias a Kevin y a Montt salgo de este escritorio lleno de papelitos y sin seres humanos. Les tengo que agradecer porque sin ellos no saldría a ver gente", dice Liniers mientras un rayo de sol derrite la nieve en la claraboya de su estudio.
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