Mike Amigorena está en una etapa de su vida en la que decidió exponerse. Porque él no es uno de esos actores que está siempre figurando, dando entrevistas o trabajando de la mañana a la noche. Para nada. Estratégicamente aparece un tiempo y después… ¡zas! Se esconde y no está ni en la tele, ni en el cine, ni en la radio.
Lo que lo tiene atareado en la actualidad es el estreno de All Inclusive , la película con Julieta Zylberberg y Alan Sabbagh donde interpreta a Gilberto, un brasileño que es gerente de un complejo de posadas en Trancoso. "Un chanta, un poquito impune", define en una charla con LA NACION, gaseosa de por medio.
—¿Sos muy difícil para aceptar películas?
—Soy difícil y a la vez hay algo que me pasa... o no.
—No creo que los actores hagan cine sólo por la plata.
—Depende. Si es mucha plata y poco tiempo... Es todo muy subjetivo. Depende del elenco, depende del libro, depende del director. Todo forma parte de la aceptación. Yo no dudo mucho. El año que viene voy a hacer Cabaret, por ejemplo. Me lo ofrecieron hace mucho tiempo pero como yo estaba haciendo otra cosa, no lo pude hacer. Entonces, es como que no tenés en la cabeza algo y de repente viene para que vos lo aceptes. Así fue All Inclusive. Nunca me imaginé que iba a interpretar a un brasileño que vive en Trancoso.
—¡Te salió bien! La veta humorística la tenés. Sos gracioso.
—Me encanta hacer reír.
—También cantás y ¡sacaste cinco discos! ¿Sentís que tiene más repercusión tu trabajo de actor que el de cantante?
—Lo que pasa es que la gente me conoce como actor. Pero pronto viene la trompada. Viene algo más electro pop, con más lentejuela. Algo que soy yo. Ahora voy a estar más producido.
—¿Antes no estabas producido?
—No tanto. Si hacés temas de Julio Iglesias no podés ponerte tacos...
—¿Te vas a poner tacos?
—Algo así.
—Nunca abandonás la música, ¿no?
—Nunca. Actúo porque canto.
—¿Sos más cantante que actor?
—Soy un perfomer, no es tan complejo. Pinto, después me canso y no pinto más. Hago televisión, hago teatro, canto zamba y tango en los geriátricos. Ahora tengo una dupla con mi productor y cantamos canciones en inglés. No puedo hacer una sola cosa.
—¿Te alcanza el tiempo para hacer todo?
—Yo vengo respetando lo que fui desde chico. Empecé a jugar y jugué a ser cualquier cosa: desde un integrante del comando SWAT hasta un extraterrestre. Le ponía voces a mis autos, a mis muñecos. Es lo mismo que hago ahora.
—Nunca dejaste de ser niño...
—Nunca. Respeto mucho al niño mágico. Él me da la posibilidad del juego y el adulto lo administra.
—Tenés 46 años y a esa edad no se le permite ser así a la gente.
—No me interesa. Entiendo que te pueda parecer raro, inmaduro, lo que vos quieras, pero me resbala desde chico, así que imagínate ahora. Por suerte, ya hay un respeto. Ahora ya saben qué soy y cómo soy. No es que me mando la parte. Soy esto.
—Al principio de tu carrera era "¿y éste qué hace?"
—Imaginate en Mendoza, donde nací. Era peor que acá. Allá son más estructurados. Y encima llamarte Michael.
—¿Tu nombre es Michael?
—Claro.
—En Wikipedia dice que te llamas Ricardo Luis.
—En mi documento dice Ricardo Luis porque no me pudieron anotar como Michael. Pero mi mamá desde chiquito me llamó Michael. Ahora, si quisiera, podría cambiarlo. Me gustó Ricardo Luis porque es el nombre de mi papá. Tengo amigos que me dicen Ricardo, desde muy chiquito. Fui Ricardo Luis, Michael y ahora Mike.
—¿En la escuela cómo te decían?
—Me llamaban por el apellido. No les gustaba Michael. No lo entendían. Para mi Michael es Lucas, pero para alguien de Maipú...
—¿No hay ningún Michael ahí?
—Antes, no. Ahora hay Jonathan, Kevin... En ese entonces era como muy pedante: te llamás Miguel, no Michael.
—Antes de hacerte popular hiciste muchas cosas en televisión. ¿Te costó llegar a la fama?
—No lograba traspasar. Hice muchos personajes que no pasaron.
—¿Por qué?
—Porque me parece que hay algo del instrumento que no está maduro. Como hay algunos que salen y cautivan.
—Como Gastón Pauls y Nancy Dupláa.
—Claro. Ellos estaban maduros para eso. Yo era muy muy chico cuando estuve en Montaña Rusa con ellos. A mí recién se me empezó a ver en Una familia especial, en el año 2005 y pensá que Montaña Rusa fue en 1994.
—Pero durante esos años seguiste trabajando.
—Siempre. Vivía de las promociones.
—¿Cómo?
—Estaba en una agencia y me contrataban para hacer promociones en stands, convenciones y esas cosas. Iba al Sheraton y me disfrazaba de mozo que servía pizza.
—¿Te divertía?
—Era chico. Hice de todo. Canté en el subte, trabajé en le calle como Hush Puppies. Todo eso te va curtiendo. Es indisoluble.
—Nancy y Gaston sufrieron mucho la exposición. Vos pudiste llevarlo muy bien.
—Pero traspasaban tanto, y eran lindos, y curtían... Yo hice un camino que muy pocos hacen, porque largan antes.
—¿Vos nunca pensaste en dejar?
—Muchas veces. Y pensaba: ¿qué hago? A Mendoza no me vuelvo. En el año 2000 estuve a punto de irme.
—¿A dónde?
—A Estados Unidos. A Miami. Me dije "voy, me hago el lindo, hablo más o menos inglés, puedo mentir..." Y me salió Viva la diferencia. Yo le puse el pecho a la contrariedad durante ocho años. O sea, desde el 92 hasta el 2000. Y justo me llamaron. Mi carrera empieza en el 98, en Despertar de primavera, una obra muy independiente. Después vino Payasos imperiales. Ahí empiezo a contactarme con la gente del Conservatorio, del Luna, voy a castings…
—Tuviste tu revancha cuando protagonizaste Los Pells, con romance incluido...
—Sí, total. Es el destino. Yo no estaba preparado para hacer lo que hizo Gaston Pauls a los 20 años. Ni en pedo. No podía hablar. No sabía hablar.
—¿Y cómo viviste el romance con Carla Peterson cuando te pasó? ¿Te molestó la exposición?
—Noooo. Ya estás esperando que te pase. No es que vos lo vas a buscar como fue en Montaña rusa. En Los Pells me vino a buscar a mí ese personaje. Y con Carla divino. Todo era precioso, todo. Pero tenés que tener en claro que eso no es la vida. Yo sabía que no iba a durar y que podía terminar en cualquier momento la fábula.
—¿Lo recordás como un momento perfecto?
—Perfecto.
—Pero a la vez pensando que en cualquier momento iba a volver lo otro.
—Así me pasa hasta el día hoy. Yo soy un tipo que no pretende que todo dure todo el tiempo. Entonces, lo disfruto cuando está y lo suelto cuando se tiene que ir. Sin conflictos. Tengo algunos, pero son productos de la cabeza, de la inconstancia.
—¿Conflictos?
—En el buen sentido. Porque me caí muchas veces. Me golpeé muchas veces. Yo pensé que iba a ser otra cosa la vida. No es fácil. Entonces, te vas curtiendo y vas recibiendo lo que merecés y lo que no es para aprender.
—Según dijiste, te llevás bien con la soledad.
—Sí. El mejor crecimiento conmigo mismo, es conmigo mismo. Tengo un mundo interior muy rico. Puedo estar mucho tiempo solo. Porque quiero. No es que estoy solo porque nadie me quiere o porque soy insoportable. No, no. Soy así porque lo elijo.
—¿No sos insoportable?
—No. Cuando veo que soy insoportable, me doy cuenta y me quedo solo a propósito. No jodo a nadie.
—Uno se vuelve mañoso con la edad.
—Uffff. No quieras saber. Pero como lo sé, lo transito. Trato de ser más contemplativo, más paciente. Yo estoy de novio ahora y es un aprendizaje: tolerar, compartir... Ese es mi karma. Tengo que ser más tolerante.
—¿Vivís von tu novia?
—No, no, no. La convivencia nunca.
—¿No vivías con Mónica Antonopulos?
—No. Nunca viví con nadie. Siempre dos casas. La convivencia es un deterioro, una desinteligencia.
—¿Te gustaría tener hijos?
—No me quita el sueño. Si viene, lo recibo con el alma. Soy un padre...
—¿Cómo sabés que sos buen padre si no tenés hijos?
—Porque tengo seis sobrinos. Tengo un sobrino nieto. He tenido novias que tenían hijos. Entonces, me he probado como padre. Donde uno tiene que ser paciente sí o sí. No es que no quiero. Si viene, lo recibo. Pero por ahora no.
—¿Cómo conociste a Sofía, tu novia?
—La conozco porque es una amiga de un amigo mío. Nos conocimos en un asado.
—¿Sos un poco fóbico?
—No me da fobia el otro. Me gusta extrañar. Por eso hago de todo, pero no es que soy fóbico al teatro, por ejemplo. Me gusta hacer teatro y me gusta extrañarlo después.
—¿No te ves haciendo una tira todos los años como hacen muchos actores?
—Nooo. ¡Ni en pedo! Además, no me convocan. Hay algo que pasa.
—¿Ellos también necesitan descansar de vos?
—Yo creo que sí. Porque no te puedo dar algo muy nuevo de un año para el otro. Salvo que venga una producción y me diga "vas a hacer otra cosa". Pero acá, en este país, no da la materia prima para hacer Breaking Bad y después hacer El conventillo de la paloma.
—¿Rechazaste muchas propuestas?
-No tantas, pero sí. Si no tengo un mango digo que sí y te voy a una novela a las tres de la tarde. No me importa. Pero si puedo prescindir del dinero, prefiero irme al campo. El campo me gusta mucho. La naturaleza, los animales...
—¿No sos ambicioso?
—No tengo un minuto de ambición. Sí, medida. Soy reambicioso, pero medido. Este año voy a trabajar como una hormiga. Violín en bolsa. Me voy a levantar a las 7, volver, ir a un evento en el que me pagan. Hay que aprovechar. Después, no hago nada. Me llamás para hacer esto y te digo que no. Entonces me extrañan. Corro el riesgo de que me olviden un poco pero bueno, ya se van a acordar.
—¿No te gusta que te quieran cuando estás?
—Es que me quieren cuando estoy.
—¿Tenés miedo que se aburran de vos?
—Claaaaaro.
—¿Pero por qué?
—Es como cuando vas a comer. Terminás un plato y no es que pedís otro: te vas a dormir la siesta. Esperás que te dé hambre de nuevo. Bueno, es lo mismo. Si yo no te conozco y aparecés, miro la totalidad y me embelezco con la totalidad. Ya cuando te sentás un rato ya voy a empezar a ver cómo son tus aros… y después voy a ver otra cosa. Entonces me voy.
—¿Hay algún trabajo que hayas hecho que sea tu favorito?
—Los Pells. Después de Los Pells nada fue lo mismo. Después de El niño argentino, ni siquiera Hamlet fue lo mismo. Y mirá que hice cosas lindas después de estas que te nombré, pero no fue lo mismo. Porque ya estaba la conciencia. Cuando vos empezás a tener conciencia, cagaste. Cambia todo y para ser inconsciente, tiene que haber novedad.
—Bueno, a lo mejor viene ahora, con Cabaret.
—Claaaro. Nunca hice musicales y me viene nada menos que Cabaret. Yo soy Emcee disfrazado de esto. Soy una especie ambigua que podría ser hombre-mujer. Podría ser bueno, podría matar. Todo eso.
—Siempre tuviste esa imagen de que no se sabía si eras o te hacías.
—Desde que nací preguntan eso. Es parte de esto que soy, de esa ambigüedad.
—¿Nunca te hicieron bullying en la escuela por eso?
—En algún momento... Pero desde muy chiquito estuve protegido por saber quién era. Y bueno, bancate que me pintaba las uñas, que me hiciera cualquier cosa.
—¿Te animarías a ir al "Bailando..."?
—Nooo. No es para mí. Eso se alimenta de morbo, de defecto, de descalificación. De la otra manera, te torra. Si vos bailás increíblemente y no te peleás con nadie, no sirve. Y yo no soy un tipo que está hecho para pelearse. Me ponés un cero y yo te voy a decir "Bueno". Me decís "Sos horrible" y yo voy a decir "Bueno". No voy a pelear porque me parece desinteligente hacerlo en la vida. ¡Imaginate ante todo el mundo! Me vuelvo loco.
—Igual, sos relajado.
—Por eso. Quiero mantenerme así.
Más notas de Mike Amigorena
Más leídas de Espectáculos
Jazmín Laport. El estigma de ser “la hija de”, cómo financió su gran sueño y por qué su separación fue “un regalo de Navidad”
Sigue la polémica. Homer Laffon, el hijo de Anne Heche, asegura que la herencia de su madre no alcanza para pagar las deudas
"No quería ser actriz". Debutó con Alcón, enamoró al país y sus declaraciones contra el gobierno de Menem le provocaron un disgusto
En las redes. El cruce entre Alberto Samid y Migue Granados: “No me nombres más”