Deacon Jones, el embajador del blues
A los 62 años, Deacon Jones, "el embajador del blues", asegura que ya en 1966 tenía un truco para sus conciertos que luego se lo vería hacer a varios artistas. "Me trepaba por las paredes o por donde podía y una vez que estaba a unos cinco o seis metros de altura me lanzaba sobre el público. La gente no creía lo que veía: un tipo, borracho, lanzándose al vacío como si el edificio estuviera en llamas. Algunos pensaban que no me iba a animar, pero luego corrían para tratar de atraparme antes de caer."
Por aquellos años ni siquiera existían las palabras punk o mosh (como se conoció luego a la acción de arrojarse sobre el público y "nadar" sobre sus cabezas) y aún hoy cuesta imaginar a este blusero de lo más histriónico como uno de los pioneros de esta especie de deporte extremo para músicos. "Hace unos años la vi a Cindy Lauper haciendo eso", cuenta, ingenuo, como si ni supiera que aquello de arrojarse sobre el público hoy es uno de los hits más remanidos en los conciertos de artistas con performances al límite.
Deacon Jones volvió a pisar suelo argentino para realizar una gira de lo más inusual: un concierto al aire libre y gratuito en Catamarca, una participación especial en el tributo a Pappo que se realizó en el festival Cosquín Rock (según confiesa, verdadero motivo de su visita), un show íntimo en el hotel más cool de Buenos Aires (hoy, en el Faena, junto a la cantante argentina Jorgelina Alemán) y un cierre de lo más popular, el próximo sábado, con una actuación en el anfiteatro Juan Bautista Alberdi, de Mataderos, también libre y gratuita. "Me gusta viajar en camioneta -asegura-. Suelo hacerlo de San Francisco a Nueva York, durante 72 horas, sólo parando para cargar gasolina e ir al baño."
La historia cuenta que Pappo llegó a Los Angeles en 1993 buscando músicos para armar una banda y llegó a sus oídos el nombre de Deacon Jones, un blusero que tocó junto a la leyenda John Lee Hooker durante veinte años y que con su órgano Hammond sedujo a músicos de la talla de Freddy King, Carlos Santana, Joe Cocker, Robert Cray, Albert Collins y Stevie Ray Vaughan, entre muchos otros. "Con Pappo nos amamos desde la primera nota que tocamos juntos", recuerda Jones.
Luego llegaría su debut en el país, en aquel histórico concierto del Carpo en el estadio Obras Sanitarias que se extendió por más de seis horas ("cuando terminamos corrí para pedir oxígeno", bromea) y una estrecha relación con otro blusero argentino, Botafogo, quien programó y lo acompañó en esta gira.
-¿Cómo fue la experiencia en Cosquín Rock?
-Ha sido todo muy loco. El público era una mezcla de bluseros y rockeros y, ya se sabe, cuando están juntos, es como... ¡¡¡¡¡brrrrrr!!!!! [al hombre parecen encantarle las onomatopeyas]. La gente tiene muy buena onda. Botafogo se encargó de armar la banda y tocamos tres o cuatro canciones, no más, pero la pasamos muy bien. ¡Tocamos para Pappo!
-¿Con qué se encontró cuando escuchó por primera vez blues hecho en la Argentina?
-Como sabés, mi primer acercamiento fue a través de Pappo y si lo escuchás tocar no podés identificar de dónde proviene su blues. Siempre le preguntaban a John Lee Hooker y a Freddy King qué opinaban de los guitarristas blancos y los dos respondían lo mismo: "No me importa si es negro, blanco o gris, mientras sepa lo que toca". Es muy simple, podés o no podés tocar, sin importar el color o la edad. No creo que el blues sea exclusivo de los negros. Si Pappo no hubiese sido tan genial, ¿creés que B.B. King lo habría invitado a tocar con él en el Madison Square Garden? De ninguna manera. Los bluseros en Estados Unidos no saben lo grande que es el blues en la Argentina hasta que lo ven con sus propios ojos. Aquí hay un verdadero furor por el blues".
Deacon Jones es tan divertido al hablar como en sus conciertos. Gesticula, se pone de pie, actúa, mueve su cuerpo y suele cerrar las anécdotas con una carcajada grave, como cuando recuerda su Indiana natal y asegura que allí, a principios del siglo XX, la armónica fue bautizada el saxofón de Mississippi. "La armónica es uno de los primeros instrumentos que se vieron en el blues, porque era barata y muy fácil de llevar. Además, te podés imaginar que la gente de color que juntaba algodón no podía comprar un saxo", asegura y arroja una mirada cómplice, recordando su origen humilde.
-¿Qué significa para usted que lo llamen "el embajador del blues"?
-Es un gran honor. Los embajadores son las personas que se encargan de hacer amistades en otros países y creo que lo que yo hago es un poco eso.
-¿A los 62 años todavía disfrutás de las giras?
-¿Si disfruto? Las giras son mi vida o al menos la mitad de ella la he pasado de gira. El mundo tiene demasiada tristeza y miseria y yo me veo como alguien que trata de llevar alegría alrededor del planeta, con cada uno de mis conciertos, ya sean para diez personas o para 5000.
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