"La Argentina es como mi tierra"
Caetano Veloso dijo que le preocupa la crisis de un país que siente propio desde que lo descubrió a los 5 años, por el tango
La única diferencia entre aquella figura que celebra entre aplausos interminables su reencuentro con el público argentino desde un escenario y el hombre que sin restos de cansancio estrecha la mano del cronista en el hotel donde transcurre su estada porteña es la vestimenta.
En el Gran Rex, a lo largo de una serie de cinco recitales que culminará pasado mañana, luce como el resto de sus músicos una rigurosa indumentaria oscura, acorde con el espíritu de este nuevo show (en el que presenta "Noites do Norte") y la negritud que recorre el sonido de sus más recientes búsquedas sonoras. Aquí, en cambio, predomina el blanco, un color que responde, al menos por esta jornada, a motivos estrictamente vinculados con el candomblé, la religión de su tierra bahiana.
Caetano Veloso dice que justamente por la percusión de las calles de Bahía pasa el origen de "Livro" (el trabajo discográfico de 1997, cuya presentación en vivo lo había traído a la Argentina) y también esta nueva propuesta musical. Pero aquí culminan las semejanzas. "Aquello era un trabajo de contrastes entre la percusión callejera bahiana y el cool jazz. Esto, en cambio, es una amalgama entre la percusión callejera bahiana y una cultura rítmica de guitarras y sonidos eléctricos con sonoridades más salidas del pop y cercanas a los shows que hacía en los años 70 y principios del 80, tan eléctricos y políticos como ahora", explica.
Palabras y canciones
Caetano habla pausadamente, en un castellano tan cuidado y prolijo que lo obliga a pedir disculpas y entregar una cálida sonrisa cada vez que comete algún mínimo error de pronunciación.
Sus respuestas se parecen mucho al espectáculo que lo tiene como protagonista principal y que Buenos Aires aplaude en estos días: al comienzo habla con seriedad, adopta posiciones rigurosas o nada convencionales y reclama de su interlocutor la mayor concentración posible; pero enseguida se relaja, se permite algunas bromas y su gesto al redondear cada afirmación es tan familiar como esas entrañables canciones suyas que cobran vuelo apenas con la ayuda de una guitarra y la voz.
Explica que dudó hasta último momento sobre la realización de este ciclo de recitales, programado casi en coincidencia con algunos de los días más duros del vendaval económico que golpea a la Argentina sin cuartel: "Pensábamos -dice- que podía ser difícil mantener el acuerdo, pero la gente que nos trajo insistió y aquí estamos, con un show que, como has visto, tiene una intensidad incluso política, que por cierto no ayuda a compensar estas tristezas argentinas. De alguna manera, hasta creo que las refuerza. Pero es para mí una experiencia muy rica e interesante, porque no sólo ratifica el lazo de tanto tiempo entre lo que hago y la Argentina, sino que lo hace mucho más complejo".
Para el bahiano, la definición última de la sonoridad que propone en este show (y por añadidura también en su último disco) no está en las partituras ni en la elaboración de los arreglos, "sino en lo que traen los músicos, sobre todo los cuatro percusionistas que me acompañan desde "Livro", y también en una expresión lo más cruda posible de mis ideas actuales y originales".
Pero a la vez disfruta viajando hacia el ayer y recordando que la primera certeza profunda de la intimidad que percibe entre Brasil y la Argentina la tuvo a los 5 años y gracias al tango.
"Era una presencia influyente en la cultura de Brasil entre las décadas del 30 y del 50. Y todavía lo es, porque mucha gente de mi edad creció oyendo tangos en español y porque el argot de Río directamente es argentino, es porteño y vino con el tango. Nosotros tenemos en nuestro vocabulario ciudadano palabras como otario, mina, engrupido, bacana", describe. Y de la misma manera en que se manifestó esa influencia desde el Río de la Plata hacia las costas cariocas, en los años 70 se produjo un movimiento en dirección inversa, cuando la música popular brasileña pasó a tener una gran importancia en la Argentina y Uruguay.
"Pero mientras cada vez que estaba en la Argentina era como si pensara en mi propia tierra, en otros países de la región, como Chile, esto no pasaba. Estuve en Santiago hace un par de años para cantar. Me pareció una ciudad bonita y muy bien organizada y el show fue bueno, pero yo salí de la Argentina y al cruzar la cordillera sentí una distancia, una diferencia evidente que sentía con el corazón. Por eso hablo de tanta intimidad", expresa.
Esa sensible cercanía lleva a Caetano a decir que siente y entiende con el corazón los problemas que vive hoy nuestro país. "Pero te digo una cosa -subraya-: de todo lo que tenemos que aprender para vivir, la economía es lo más impenetrable. Como no me atrae, más esfuerzo hago en entenderla y más incomprensible me parece. Y me siento un imbécil, porque a partir de la década del 80 todas las sociedades occidentales han decidido que no hay pensamiento que no esté basado en la economía."
Dice que ese postulado lo escuchó desde que tenía 18 años casi exclusivamente en la voz de los teóricos del marxismo. "Pero desde los años 80 -se detiene- los liberales, las gentes de centro y de derecha comenzaron a pensar más en la economía que los propios comunistas. Y todo se convirtió a partir de allí en un infierno. Por eso, cuando oigo a los que miden la importancia de los pueblos y las naciones por su capacidad de generar riqueza, enseguida pienso en San Francisco de Asís."
Lejos del músico, cerca del observador riguroso y reflexivo que trata de construir su visión del mundo en el admirable libro "Verdad tropical", Caetano observa que en los últimos años, de la mano de Francis Fukuyama y de Samuel Huntington, el pensamiento conservador volvió a adoptar un perfil más culturalista . "De todo esto -prosigue- ha surgido un esfuerzo para lograr que América latina adhiera a las políticas del llamado Consenso de Washington, es decir el neoliberalismo. Y por lo que hemos visto en Brasil y mucho más por lo que estamos viendo en la Argentina, no hay muchas razones para celebra."
Espíritu indomable
Desde este lugar, a Caetano no le cuesta nada volver a la música. Y resume sus actuales búsquedas artísticas con una frase que, como en la mayoría de las circunstancias tratándose de él, también suena deliberadamente política: "Yo soy rebelde. Mi cabeza es rebelde. No acepto ideas sin mirarlas previamente con mi propio y singular punto de vista. Tengo una rebeldía incurable que nace de la necesidad de tamizar con mi experiencia personal todas las visiones del mundo que me son ofrecidas".
Por eso acepta, aunque con reparos, la semejanza entre sus búsquedas musicales actuales del lenguaje y las sonoridades profundas de su tierra con las innovaciones que hace una década y media ensayó Miles Davis en torno de las nuevas corrientes de la música negra norteamericana. "Es una comparación exagerada, porque Miles fue un músico grandísimo y no es mi caso", aclara, pero de inmediato reconoce que en ambos casos existe la voluntad de estar en contacto con las nuevas generaciones, músicos tan jóvenes como los que hoy acompañan a Caetano y a los que éste dice conocer "desde que nacieron".
Con casi 60 años largamente desmentidos desde su jovial estampa nordestina, Caetano Veloso dice en la despedida que sueña y desea hacer menos giras y actividades de estudio, pero reconoce, casi con pudor, que del pensamiento a la acción todavía hay un largo trecho.
Mientras tanto, deja saber que prefiere trabajar junto a músicos mucho más jóvenes ("a los que tocan conmigo los conozco desde que nacieron", desliza) gracias a una identificación de gustos y ambiciones que no experimenta en la actualidad con los artistas de su propia generación. "Es una colaboración real y necesaria -concluye-. Y no se trata sólo de una cuestión de voluntad, de que yo quiera adoptar ese camino. Hoy es lo único que puedo hacer."
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