Los mil rostros de la gran Elis Regina
Se editó una caja con tres DVD que recorren su historia y su obra, a 25 años de su trágica muerte
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Elis Regina, voz afinadísima y llena de secretas plasticidades: era engañosa la suave agudeza de su timbre, que tan pronto podía jugar al malabarismo de la coloratura como descender a la profundidad de los graves. Eran engañosos también los arrebatos coléricos y el genio cambiante que le habían hecho ganar el mote de "Pimentinha": Elis era pura sensibilidad a la intemperie. Se exponía entera, con sus inseguridades y sus certezas, en el escenario y en la vida. Sólo que, milagrosamente, sabía encauzar en su arte ese inestable mundo interior sin que las turbulencias empañaran interpretaciones siempre próximas a la perfección.
Quienes habían estado cerca de ella sabían de su ternura y su vulnerabilidad mucho antes de que Rita Lee lo expusiera con todas las letras: en 1976, cuando estaba en prisión por posesión de marihuana, la ex Mutante había recibido una carta cariñosa y solidaria de Elis, a quien casi no conocía; "Si ésa es pimienta, se trata de una pimienta muy dulce", se dijo, y al poco tiempo le dedicó "Doce de pimenta", donde la definía: "En el fondo soy optimista/pero siempre pienso lo peor./Me cansa esta vida de artista/mas cada vez el placer es mayor".
Lecciones
Porque esas contradicciones la pintaban con exactitud, ha sido un acierto de EMI titular como aquella canción uno de los tres DVD de este álbum que recupera su voz y su imagen a 25 años de su trágica desaparición. Y ha sido otro acierto aún mayor que el contenido de la triple entrega alcance a dar idea de la dimensión de esta artista excepcional, modelo insoslayable para las cantantes, más allá del género que cultiven. Y también de músicos, porque ella estaba desde el principio en la concepción de los arreglos, ideados todos a partir del sentido del texto, de su intención, del sonido y el peso de cada palabra y de su engarce con la melodía y el ritmo.
Imposible aludir una por una a las más de cuarenta interpretaciones contenidas en el pack . Pero puede decirse que cada una de ellas agrega otra pincelada a un retrato que elude lo cronológico y busca abarcar sus múltiples rostros. En el primer disco, Na batucada da vida , a un curioso apunte pop sobre los comienzos de Elis -"Garoto último tipo"- sigue un puñado de sabrosos sambas -"Ladeira da preguiça", "Folhas secas"-; un tramo dedicado a Baden Powell -incluida su insuperable versión de "Vou deitar e rolar"-; una primera aparición de Tom Jobim cantando el tema del título, y lecciones varias de dicción, musicalidad, fraseo ("Aguas de marzo"), vigor dramático ("O que tinha de ser") y dominio del ritmo, ejercicio en el cual era una verdadera maestra.
En el segundo, Doce de pimenta , que, por supuesto, incluye un tramo junto a Rita Lee, las joyas abundan. Comienza soltando la voz con dos temas de Milton Nascimento -"Conversando no bar" y "Travesía"-; carga de malicia el bolero -"Dois pra lá, dois pra cá"-; se vuelve íntima en "Triste", radiante en "Só tinha de ser con você" y crece en emoción cuando aborda "Pois é" y comparte la escena con el autor de su maravilloso texto, Chico Buarque.
Su show más famoso, Falso brilhante , da título y sorprende en el comienzo del tercer disco con un popurrí en el que caben Discépolo, Piaf, Modugno y travesuras líricas. Después, entre otras perlas como su encuentro con Milton ("Caxangá") o con Fátima Guedes ("Meninas da cidade") y su último tema grabado ("Me deixas louca"), hay una llamativa versión de "São Vicente" y otra de la conmovedora "Aos nossos filhos", grabada en exteriores. Los extras provienen de varias entrevistas -una radial, muy curiosa- y recogen el emotivo recuerdo de João Marcello Bôscoli, su hijo mayor. Si se dice que el aporte de César Camargo Mariano es aquí decisivo, se comprenderá que los registros corresponden al tiempo más brillante de una carrera que fue, sin duda, ejemplar.
