
Pasos en la nieve
Uno no puede con su genio. Después de llamar por teléfono, alborotada y atropellándome, a mi madre y mis hermanas para que no se pierdan el espectáculo de la tarde del 9 de julio, me dediqué a contemplar esa nevada histórica para Buenos Aires, que nos cambió el humor de un día que podría haber pasado como aburridamente frío. ¿Tendrá algo que ver con el "cambio" con que han empezado a saturarnos?
Por supuesto, también escribí algunos correos electrónicos. Y ahí ocurrió que, ya que estaba frente a mi pantalla, me puse a recordar cuánto paisaje interior helado se desprende de algunas obras musicales, como La dama de pique, de Tchaikovsky, o el Boris Godunov, de Musorgsky. Y cuánta nieve como leitmotiv en La bohème , en cuyo tercer acto Puccini ratifica la atracción que sintió por los paisajes helados del impresionismo francés. Es que ese acto transcurre dentro de un marco escénico extraído del corazón mismo de la pintura de ese período: un amanecer de invierno, en la Barrière d Enfer (actualmente Denfert-Rochereau), en los alrededores de París. La nieve cubre el paisaje, y hasta aquel lugar llega Mimi en busca de su amante y sus amigos, que se alojan en una miserable hostería. Puccini sonoriza ese paisaje, tan helado como el alma de sus personajes, por una sucesión de intervalos de quintas, quintas vacías como la muerte. Niebla, nieve y frío son evocados a través de la sonoridad, igualmente glacial, de arpas y flautas. Es en esa sonorización pucciniana donde se cree encontrar la más exacta transposición musical de los árboles helados de Sisley y los paisajes nevados de Monet.
* * *
Y recordando esos paisajes llegué, como era lógico, a Claude Debussy, capaz también él de alcanzar en sonidos cuadros de tan penetrante y helada belleza como la de los pintores de su generación.
Hay dos creaciones pianísticas que son de una sugestión incomparable. Una de ellas es "The Snow is Dancing", título en inglés como lo es el de toda la colección que lo incluye, Children s Corner (El rincón de los niños), dedicada a su pequeña hija Chouchou y a su gobernante inglesa, Miss Dolly. Un reflejo de la "anglomanía" de aquellos tempranos años del siglo XX, de la cual no escapó ni su mujer ni, al fin y al cabo, él mismo.
Con "The Snow is Dancing" (La nieve danza), Debussy, con un arte pianístico inigualable, evoca la monótona caída de los copos de nieve que, en su interpretación, los niños contemplan tristemente por la ventana durante los largos días de invierno, obligados a permanecer dentro de sus casas.
Claro, eso ocurría en París, en 1906. En Buenos Aires 2007 hasta los bebes festejaban el lunes, en plena nevada y con temperatura de un grado, tan inesperado regalo del cielo. En el caso de la pieza debussiana, pequeños motivos, "dulces y tristes", según los califica el autor, se descuelgan sobre el fondo blanco y frío de la neige .
Poco después vuelve Debussy al tema, en el primero de sus dos libros de Preludios para piano , fruto de su más alta madurez. En un pleno invierno parisiense compone "Des pas sur la neige", sexto preludio del primer libro, que compone casi al día siguiente de "Les collines d Anacapri" desbordantes de vida, luz y calor. La mano izquierda traza un ritmo que, según indica el autor, "debe tener el valor sonoro de un fondo de paisaje triste y helado". Se ha escrito que pocas veces Debussy logra, en sólo 36 compases, y con muy pocas notas, tan conmovedora emoción. Otra manera de sentir esa nieve que entre nosotros, por ser excepcional, fue toda una fiesta.




