
Una guitarra para el tango
A los 80 años, quien fuera guitarrista de Troilo sigue activo
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Se dice que para la música no hay edad, pero habría que agregar que tampoco existe jubilación. Como ejemplo, basta el de Aníbal Arias.
Hace algunas semanas festejó sus 80 años y además de ser un referente de la guitarra tanguera hace malabares con sus horarios. Terminó de grabar un nuevo CD como solista y en pocos días comienza a registrar otro con su cuarteto de guitarras. Dicta clases: participa como miembro fundador y docente en la Escuela de Música Popular de Avellaneda y tiene alumnos particulares. Preside la Casa del Tango, integra la Orquesta del Tango de la Ciudad de Buenos Aires y comparte un dúo con el bandoneonista Osvaldo "marinero" Montes. Todos los viernes, a las 23, se presentan en el Torquato Tasso, Defensa 1575.
Arias comenzó a tocar a los 4, de oído, y entre los 9 y los 15 integró Los Catamarqueñitos, un conjunto folklórico junto a sus hermanas. "Tocábamos vestidos de gauchos para las cooperadoras de escuelas. No cobrábamos pero, posiblemente ése haya sido el punto de partida -confiesa-. Desde entonces no me separé de los escenarios."
El departamento del músico tiene tanto de esa historia como de actualidad. Fotos, una amplia biblioteca, atriles por todos lados, 35 guitarras, parlantes y una consola de sonido para actuar en vivo, grabadoras y, en el living donde da clases y ensaya, una placa que dice: "Sala Pedro Ramírez Sánchez".
"Es un recuerdo permanente. A los 8 o 9 años me pusieron un maestro, con quien estudié hasta los 16. Desde entonces fui autodidacto. No hice el conservatorio, mis padres no podían pagarlo. Incluso, el maestro (Ramírez Sánchez) era amigo y casi no me cobraba. Fue un segundo padre porque, además de la guitarra, me enseñó muchas cosas de la vida. Era un tipo muy capaz, pobre, pero muy preparado."
El papá de Aníbal también fue músico; integró el conjunto Acosta-Villafañe. Quizás por eso el apoyo fue incondicional. "No impidió mi vocación, a pesar de que, cuando empecé, la guitarra era mal vista dentro de la música popular. Una cosa de vagos y borrachos, aunque yo siempre tomé a la música seriamente".
También estudió cuatro años en la Facultad de Medicina, una carrera que quedó en el camino. Tocó clásico, jazz y folklore hasta que se dedicó definitivamente al tango. "Empecé con cantores aficionados, después estuve seis años con Héctor Mauré, luego con Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche y Marino", dice, sólo por mencionar algunos de una lista que incluye los conjuntos de Piro, Stamponi, Pontier y Aníbal Troilo.
La vuelta al disco
En el 72, con Troilo, publicó un álbum que, según dice, no tuvo difusión. Sólo volvió a pisar un estudio en 1995. A partir de entonces, la historia fue otra: el sello Epsa lo convocó para integrar la colección "Guitarras del mundo" y, dos años más tarde, para registrar su trabajo a dúo con Montes. Su segundo CD solista saldrá a fin de año con un repertorio gardeliano, y tiene varios proyectos. "Quiero hacer un compact de jazz, pero con seudónimo, porque Arias está reservado para el tango. También me gustaría hacer otro con tangos de títulos suspicaces: "Sacudime la persiana" o "La cara de la luna". Son tangos movidos, de aquella época, en 2 por 4, con melodías lindas. Es una pena que por sus títulos no hayan tenido difusión", aclara.
De su trabajo con Montes piensa editar un segundo volumen en 2003. Con "el marinero" se conocieron en la Orquesta del Tango de Buenos Aires y el dúo comenzó por el gusto de tocar "a la parrilla". Pero después de conciertos para el Instituto Smithsonian, en Washington y de una gira por Holanda, admite que se lo toman más en serio. "No tenemos nada escrito; ni una semifusa. Lo nuestro está en la forma de tocar, sutil", asegura.
Aún le queda tiempo para el cuarteto de guitarras que nació de una formación de 20 instrumentos en talleres de la Escuela de Avellaneda. Con el formato actual (junto a tres jóvenes de no más de 25 años) recrea un repertorio nacional que incluye tangos, piezas de Yupanqui y Fleury. "Les paso todas las trampas del instrumento y me esmero para que los arreglos no sean complicados para el público".
Todo lo que Arias cuenta lleva el mismo entusiasmo. Por eso le resulta difícil destacar un momento en particular. "Con Troilo fueron seis años maravillosos, tocando y escuchando las cosas que decía. Yo soñaba tocar con él y se me dio. Pero lo principal siempre fue la guitarra, más allá de ser solista o de acompañar. Además, siempre me llamaron. Nunca fui a buscar trabajo. Habré tenido capacidad, como muchos dicen, pero soy un tipo de suerte."
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