Una pionera de la música
El estreno mundial de "Hildegard", la obra de teatro musical que abrirá la temporada 2002 del Centro Experimental del Teatro Colón (CETC) hoy, a las 20.30, en la sala que el centro tiene en el Colón, es, predominantemente, un espectáculo femenino.
Pero no por ello feminista, como se encarga de aclarar la compositora argentina Marta Lambertini, responsable de ponerle música a la historia de la primera colega mujer de la que se tiene registro en la historia de Occidente: la abadesa Hildegard von Bingen (1098-1179). Además de esta noche habrá funciones mañana, pasado mañana, el sábado 6 y el domingo 7 de julio, con entradas a cinco pesos.
Según cuenta Lambertini, el proyecto surgió a partir de una propuesta del Trío San Telmo, que integran la violinista Haydée Francia, la chelista Diana Almerares y la pianista Bárbara Civita, "que querían trabajar sobre compositoras mujeres, como Fanny Mendelssohn, Alma Mahler o Clara Schumann, pero primero no me entusiasmó porque me pareció discriminatorio", bromea.
En cambio, sí se interesó por la historia de esta longeva abadesa (vivir 82 años en el siglo XII era toda una proeza), ya que le pareció un personaje digno de ser llevado a una acción dramática. Como recuerda Lambertini, Hildegard fue una persona que, en vida, "tuvo un poder enorme. Fue abadesa de un convento creado por ella misma. Es la única mujer que predica y también se cartea con los papas y los príncipes y se atreve a discutir y reprenderlos".
Pero la clave de la obra pasa por otro aspecto no menos excepcional de esta mujer: Hildegard tiene visiones, y, según cuentan, es probablemente la única en la historia del catolicismo que las tiene en estado de conciencia. De este dato surge el núcleo "borgeano" de la composición, como reconoce Lambertini de su "Hildegard": "Los monjes rivales la espían para descubrir el secreto de su poder, pero en vano. Finalmente ellos se dan cuenta de que son parte de sus visiones. Ella misma, como creadora, plantea la situación de conflicto necesaria en su visión, para poder crear. Porque los monjes llegan con la prohibición de que cante", explica Lambertini.
Las visiones de Hildegard se presentan en la obra, a lo largo de las ocho escenas "que evocan, por un lado, las horas canónicas que regían su vida monástica y, por otro, el paso de ocho siglos de música que fue silenciada, o bien por sus coetáneos o bien por los historiadores".
Para llevar adelante esta saga, Lambertini trabajó con un equipo netamente femenino: la escritora Elena Vinelli, responsable del libreto, Pina Benedetto como régisseur, y contará con la mezzo Susanna Moncayo en el papel protagónico. También participan los cantantes Kathryn Power, Norberto Marcos, Carlos Sanpedro y Juan Barrile, entre otros, además de un grupo de cámara que sumará sus fuerzas al Trío San Telmo, con la dirección de Marcelo Delgado.
Diálogo con el pasado
Marta Lambertini egresó en 1972 como licenciada en Composición de la Facultad de Artes y Ciencias Musicales de la Universidad Católica Argentina. Allí estudió con Luis Gianneo, Roberto Caamaño y Gerardo Gandini y es donde, desde 1994, se desempeña como su orgullosa decana, ya que varios de sus últimos egresados están desarrollando promisorias carreras . Como su maestro Gerardo Gandini, la obra de Lambertini hace foco en el diálogo permanente con la historia de la música, ya sea tanto a través del uso de citas, como la reelaboración de técnicas y formas de diferentes períodos y estilos.
Naturalmente, en "Hildegard" los colores del Medioevo y el Romanticismo le dan una pátina particular a la música escrita por Lambertini.
Según explica la autora, una de las ideas sobre las que trabaja al respecto es pensar uno de los planos de la música como escenografía: "Hay escenas en las que el decorado es la propia música, que funciona como fondo sobre otra que ocurre en el primer plano, en el que se canta como ocurre en la ópera tradicional".
-¿Por ejemplo?
-En la primera escena hay un coro que canta fuera de escena un texto latino de Hildegard, pero no con su música, sino con la mía, en el que apliqué ciertas técnicas a más de una voz que se utilizaban en esa época. Sobre eso transcurre la acción. O en la escena en la que aparecen Fanny, Alma y Clara, hay música con algunas citas más o menos textuales de sus obras prohibidas, también como marco.
-¿La sonoridad de cada época también influye en su propia música?
-Sí. Por ejemplo hay un coro que está basado en una melodía de Hildegard, pero que es presentado en canon, con lo cual se producen colores curiosos y novedosos, pero con un cierto color de época.
Lambertini cuenta que trabajó en equipo con Vinelli y Benedetto para poner a punto esta ópera que debió ser estrenada el año último, pero, por los clásicos problemas presupuestarios por los que atraviesa el CETC, se postergó para ahora.
De ese trabajo surge una mirada enriquecida sobre el personaje central de la historia: "Hildegard fue una modernista como compositora -sostiene-. La sensación que me queda es que es una mujer que hizo lo que se le dio la gana y tuvo muchísimo poder. Era muy sabia. Ella decía que era ignorante y burra, pero en realidad era sumamente ilustrada.
-¿En qué aspectos se siente identificada con Hildegard, teniendo en cuenta que todavía hoy las compositoras siguen siendo minoría en el mundo de la música académica?
-Es cierto que es una minoría, pero que ha tenido sus avatares. Durante el Renacimiento las mujeres tenían tanta valoración como los hombres en la creación. En el siglo XIX, con el tema de la sociedad Victoriana esto se tapa y la historia se direcciona en otro lado, es un siglo terriblemente machista que hace una lectura interesada de la historia.
-¿Su obra propone una mirada nostálgica del pasado?
-No, el tema aquí es la creatividad y cómo ella surge cuando hay un núcleo de conflicto. La obra puede parecer nostálgica cuando aparecen las chicas del siglo XIX, por su costado romántico. Pero es una mirada actual sobre el problema de la creación. Hildegard deja caer en la cera de la tabla los signos de la música futura y dice que esa música futura va a hacer temblar el silencio. Su música en cuanto a su expansión del ámbito melódico es vanguardista para su época.
-¿Qué significa para usted componer ahora, en el siglo XXI?
-Es una cuestión periódica, creo, en la que se repite cierta sensación de decadencia de principio de siglo y luego aparece algo nuevo. En este momento, como están las cosas en el mundo, ¿qué se puede esperar de nosotros? Tratamos de hacer lo mejor que podemos. Hay que apostar el futuro, a seguir trabajando y produciendo. A pesar de que no te gusta nada el mundo en el que estás viviendo. Pero nos gusta la vida, y es la única que tenemos.
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