Nicolás García Uriburu
Tratándose de Nicolás García Uriburu, no podía ser de otra manera. En la casa de Palermo y en su taller-museo del pasaje Bollini, vive rodeado de verde. Enredaderas, plátanos, tarros, mesas y montañas de lienzos del color que ya es su marca registrada. "¿Se podría hablar de arte ecológico? Sí, mi trabajo está inspirado en la naturaleza, y sobre todo en el Sur. Defiendo todo aquello que está en vías de extinción o que estamos descuidando. Hace años que me he comprometido con el verde. Hasta se habla del verde Uriburu... ¿Qué tiene de particular? No sé, es luminoso, casi flúo, de semáforo verde. Un verde lechuga", comenta sonriente mientras muestra orgulloso la importante colección de esculturas precolombinas que viene coleccionando desde hace décadas.
En el medio del salón hay una mesa de estilo pintada de verde, con espinas, herida por un hacha. "Es la protesta de la madera que quiere volver a ser árbol", explica. Pero aclara que odia las posturas fundamentalistas: "Es una expresión artística, no por eso voy a dejar de sentarme en una silla o comer con palillos chinos. Lo mismo sucede con la comida. Algunos me preguntan si soy vegetariano, y no, simplemente como poca carne. Yo soy un ser muy libre, y creo que el fundamentalismo total va contra esos principios."
El artista madruga, desayuna copos de cereal con leche y jamás se detiene en las noticias. "Sólo compro el diario si, camino al taller, veo alguna tapa que me interesa. Eso no quiere decir que sea indiferente, pero prefiero no contaminarme desde tan temprano. El tema de la guerra me angustia mucho. Me horroriza que mueran jóvenes con ideales, sueños, personas que aún no han comenzado a vivir sus vidas."
Almuerza rápido, mientras trabaja. Dibuja, pinta y pasa horas clasificando piezas de su colección, una de las más importantes de América latina. Después lee, mira algo de televisión(sólo temas relacionados con el arte y la naturaleza) y proyecta. "Ahora estoy exponiendo en el Centro Cultural Recoleta (Uriburu-Obra Histórica-Colección Molina). Además, tengo mi museo en Uruguay, en Maldonado, donde se exhiben las esculturas más antiguas de ese país. La verdad es que no puedo dejar de hacer cosas. Ahora estoy con muchas ganas de seguir recorriendo América. Adoro todo lo que sea telúrico; me encantan los ranchos, los adobes. A Europa, donde viví quince años, no la extraño para nada. Siento que tengo mucho más que hacer de este lado del planeta."
Como con pocas horas de sueño vive feliz, también trasnocha. "Nunca me duermo antes de las 2. Pero no tengo una gran vida social. A veces salgo a comer, pero también disfruto quedándome en casa. Tengo una hija, Azul, arquitecta como yo, a la que quiero mucho. Y sí, nos vemos bastante. Es una madraza que me ha dado cuatro nietos, pero confieso que no soy un abuelo común. Cuando los chicos vienen al taller les doy unos pinceles, lápices y papeles. Les gusta, nos divertimos mucho. Pero saben que no los voy a llevar a la calesita."
Casa verde
¿La Casa Rosada pintada de verde? Uriburu explica: "Nunca estuvo el proyecto ni la idea. Surgió de un chiste, pero en algún momento se transformó en tema nacional. Fue muy gracioso porque me llamó medio país, pero no quise profundizar. Muchos compraron la idea porque lo relacionaron con la esperanza, el cambio. Modificando el tono está la fantasía de que la cosa se renueva y purifica. Si fuera así y me lo sugirieran, claro, lo haría de inmediato".
G. Uriburu exprés
Plátanos: "En la época de la dictadura, Cacciatore tenía un plan para barrer con todos los plátanos de la ciudad. Cosa de ignorantes, de gente que quiere cemento y limpieza, creyendo que las hojas son suciedad. Por supuesto, yo los pinté cuantas veces pude e hice un escándalo mediático hasta que un abogado pidió un recurso de amparo. Los árboles, gracias a Dios, quedaron. Y Cacciatore me acusó de haberlos convertido en vedettes".
Idea: "El ciclo de la vida está en el verde. Por algo los partidos ecologistas lo eligieron, no me equivoqué".
Amigos: "Tengo algunos amigos artistas plásticos, pero no son tantos. En este rubro también hay competencia y falsedades".
Deseo: "Quiero ser gato y tener siete vidas. Es tanto lo que con mis 65 años me queda por hacer..."
Viejo Mundo: "En mis quince años en París conocí genios como Dalí, Botero y grandes escritores. Además, me di el lujo de colorear el agua de Venecia y de exponer en todas partes. Ahora disfruto de Buenos Aires y de mis pequeños tesoros. Hay extranjeros que me llaman con tres meses de anticipación para visitar mi espacio y ver mi colección de esculturas".
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