
Ozzy Osbouner, no puede beber, tomar ni fumar drogas. Sus viejos amigos se han ido y sus hijos lo vuelven loco. Pero al menos esta vivo para salir de gira cpn Ozzefest.
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Arriba, en su dormitorio, tratando de dormir, a Ozzy lo desquicia el maldito ruido que le llega desde fuera de su ventana. Da vueltas en la cama, se agita, gime y gruñe, hasta que finalmente aparta las sábanas y se levanta. Esto es Beverly Hills, en el interior de un árido palacio de mármol muy cerca de Sunset Boulevard, donde Ozzy vive con su esposa, Sharon, y sus tres hijos adolescentes, Aimee, Kelly y Jack. Y son esos chicos, que se zambullen y ríen en la pileta de natación de la familia, quienes privan a Oz de su sueño. Con los dedos temblándole en la oscuridad, Ozzy trata de decidir qué hacer. Le gustaría decirles algunas cosas a esos niños. Serían palabras instructivas, admonitorias, correctivas, las temidas palabras de un padre. Quizá tenga esas palabras guardadas en alguna parte, pero en este momento no puede encontrarlas. Entonces busca el intercomunicador del dormitorio.
Mientras tanto, abajo, en la cocina, Sharon Osbourne ha terminado de limpiar la mesa de la cena. Además de ser la esposa de Ozzy, es también su representante, de modo que sabe bastante acerca del ex líder de Black Sabbath que es ahora un exitoso solista y la figura que lidera ese gran festival de hard rock conocido como Ozzfest.
-El es vulnerable -dice Sharon-. Es verdaderamente vulnerable. Y ahora está más vulnerable que nunca, porque de golpe dejó todo: las drogas, la bebida, la cafeína, los cigarrillos... Está en plena resaca... A veces tiembla tanto que parece un perro chihuahua asustado. Es como si cada nervio de su cuerpo quisiera algo, algo, algo: "¡Ozzy, dame algo, por favor!".
En ese preciso momento, a través del intercomunicador llega una voz agitada. "¡Kelly, Kelly! ¡Parecés una lunática! Calmáte, por favor, ¿ok?"
Sharon sale de un salto. "Esperá, Ozzy. Ya me ocupo." Se dirige a la puerta que da a la pileta. "¿Kelly?"
-¿Sí? -dice Kelly, de 15 años.
-Por favor, Kelly, despertaste a papá.
Jack, de 14 años y Aimee, de 16, comienzan a reír.
-Cállense ustedes dos -replica Sharon-. Todos ustedes, córtenla. ¡Muestren respeto!
Sharon se sienta otra vez, sonriendo. Es una adorable, inteligente y enérgica mujer de cerca de 50 años. Lleva dieciocho de casada con Ozzy y su matrimonio pasó por muchos altibajos. "Sí, fue un desafío", dice, "sin duda".
Ruidos otra vez. Se escucha la risa de los chicos: gritos y alaridos agudos que suben en la noche y llegan derecho al dormitorio de arriba, obligando esta vez a Ozzy a saltar de la cama, despegándose de las sábanas de encaje rosado. Camina bamboleante hasta la ventana en sus calzoncillos negros, con el pelo largo colgándole a los costados de la cara. Ahora le preocupa no sólo su propio sueño, sino el de su vecino más cercano, el solemne crooner Pat Boone.
Observando a su prole, abre la boca y dice: "Si no se callan, voy a... a..."
Y se queda en silencio.
Sus hijos lo miran, con las mandíbulas descansando en el borde de la pileta.
-Voy a... a...
-¿Sí, sí, qué vas a hacer?
-Ahora escúchenme, niños -dice. Y en ese momento los chicos rompen en risitas y carcajadas. Porque, en serio, ¿qué palabras paternales puede decirles Ozzy? ¿Qué puede hacerles justo él, Ozzy Osbourne, el legendario y drogón Príncipe de las Tinieblas, si no se calman? Una serie de pensamientos se agolpan en la cabeza de Ozzy. "¿Cómo puedo establecer las reglas si la mayor parte del tiempo yo soy peor que ellos? Si me vieron volver a casa en patrulleros, en malditas ambulancias, en camisas de fuerza o encadenado. Si fui a reuniones de padres y maestros drogado con Vicodans o Percosets y me quedaba dormido, al punto que Sharon me tenía que patear debajo de la mesa. Me despertaba gritando: «¡Eh! ¿Por qué carajo me pateás?». Ahora trato de ser una figura de autoridad, pero, ¿me hacen caso? ¡Claro que no!"
Jack, Kelly y Aimee todavía están esperando una respuesta.
Ozzy parpadea unas cuantas veces. Luego, con una vocecita muy baja, dice: "Bueno, traten de calmarse, por favor". Y luego este hombre, el más duro entre los duros, se dirige de nuevo a su cama, a tratar de conciliar el sueño entre tanto alboroto. Si puede.
Esto no lo sabe mucha gente, pero Ozzy Osbourne es, en realidad, una persona muy modesta y reservada. En otras épocas, sin embargo, supo dispararle a un gallinero lleno de pollos, mató a toda una banda de gatos y aspiró una fila de hormigas como si fuese una línea de cocaína. Le arrancó la cabeza a un murciélago de un mordisco y arrojó carne de vaca (básicamente estómagos y tripas) a su audiencia, además de bajarse cuatro botellas de vodka de un tiro, defecar en un ascensor y prenderle fuego al diario de un desconocido en un aeropuerto. Todo esto -y es apenas la mitad de las anécdotas que circulan acerca de él- hace que la gente suponga que Ozzy debe ser una especie de terrible imbécil egomaníaco. Pero aquella locura ocurrió hace mucho tiempo, por influjo del alcohol y las drogas. De acuerdo con la máxima autoridad en el mundo acerca de Ozzy, Sharon Osbourne, el ex Black Sabbath es en realidad una persona muy diferente.
-No vas a ver a Ozzy caminando con diez fucking guardaespaldas, y antes que ser visto saliendo de una limusina se metería un palo en el ojo. Hace poco, cuando fuimos a la entrega de los Grammys, me miró y me dijo: "No tenemos nada que ver con esta gente, quiero irme a casa". ¿Te das cuenta? Ozzy no encaja en lo que yo llamo los rockeros Versace. No forma parte de la lindísima gente. El es sólo Ozzy.
De todas maneras, aunque sea sólo Ozzy, Osbourne ha tenido un éxito inmenso. Desde que dejó Black Sabbath en 1978 -o, mejor dicho, desde que lo echaron de la banda por sus excesos- ha vendido más de 67 millones de discos como solista, lo cual no es un número despreciable, y ninguno de sus álbumes dejó de alcanzar la marca de Platino por superar el millón de copias vendidas. Lo que es más, la gira Ozzfest, que ya va por su quinto año, ha sido vista por 1.700.000 fans del hard rock y embolsó más de 60 millones de dólares, transformándose en uno de los tours más exitosos de la industria musical.
También ha ayudado a que una amplia gama de audiencias conozca bandas de hard rock como Limp Bizkit, Slipknot, Soulfly, Static-X y System of a Down.
Sin embargo, el Ozzfest no fue idea de Ozzy, sino de Sharon. Y no es Ozzy quien decide cuáles son las bandas que van a tocar en el Ozzfest, sino Sharon y el joven Jack Osbourne; Jack, a pesar de su edad, es bien conocido en la mayoría de los clubes del Sunset Strip. En realidad, Ozzy no escucha demasiada música en estos días (a menos que sea de los Beatles o de algún ex beatle) ni tampoco se codea con los otros grupos que participan de la gira; prefiere mantenerse alejado de cualquier tentación que pueda provocarle una recaída en sus viejos hábitos. Así y todo, de cuando en cuando se aparece por Ozz Records, en Beverly Hills, donde se realiza el planeamiento del Ozzfest.
Hoy, al entrar, se lo ve bastante relajado. Lleva una camiseta negra con pantalones del mismo color y anteojos ahumados azules cubriéndole los ojos. Tiene 51 años y se ve mucho mejor que lo que se veía hace una década, o incluso hace dos décadas. También huele fantástico, después de haberse esparcido colonia Nº 88, de Czeck & Speake. Más que caminar parece arrastrar los pies hacia adelante, encorvado, con los brazos colgándole casi en forma simiesca y los dedos en constante temblequeo. No obstante, siempre parece a punto de sonreír. Su cara tiene una calidez atractiva. Es seductor.
Al sentarse en el sofá, Ozzy permanece en silencio. Esto es también característico. Por lo general guarda silencio. Parece estar a gusto así, o tal vez no tiene otra opción. Pero, de repente, algún tema encuentra una parte afín en su cerebro y entonces abre la boca para hablar. Aun así, lo que usualmente salen primero no son palabras sino sonidos: chirridos ininteligibles, oraciones a medio formar, sílabas truncas y murmullos salpicados de saliva. De todos modos, estos momentos pasan y Ozzy de pronto es libre de discurrir acerca de, digamos, el antidepresivo Zoloft, del cual toma 200 miligramos por día.
-Soy una de esas personas que al levantarse por la mañana ya tienen un problema -dice, amablemente-. Mi problema es que estoy buscando alguien a quien matar o hacer volar por el aire. Los nervios me sacuden, mi cabeza está confusa y para el mediodía estoy completamente demente. Así soy yo. Hace un tiempo empezaron a intentar tratarme con varias pastillas. Estoy bastante contento con el Zoloft. Yo tengo un desorden llamado déficit de atención, al igual que mis hijos y toda mi familia. Por naturaleza, soy loco por la velocidad, pero el Zoloft me tranquiliza un poco. Todavía me despierto con esa sensación que te describía antes, pero ahora puedo soportarlo un poco más.
-¡Ey, Ozzy!
Sharon y el equipo quieren saber la opinión de Ozzy acerca del diseño del escenario para el Ozzfest, que este año es una fantasiosa descripción del Infierno. Ozzy ofrece algunas opiniones y luego decide que lo que en verdad necesita discutirse es el traje que va a ponerse para salir a escena.
-Te voy a hacer hacer una faja con incrustaciones de diamantes -anuncia Sharon.
-¡No, dejáte de joder! -replica Ozzy-. No voy a usar una fucking faja, ni una espada ni nada de esa mierda. Lo digo en serio.
-No, no, Ozzy -se ríe Sharon-. Te estoy cargando. ¡Es una broma!
-Nunca más uso fajas. -Ozzy se embala.- La última vez fue en 1981 y casi me mata. Era una cosa roja y, cuando sudaba, se me apretaba al cuerpo.
Por un momento ambos se quedan en silencio, transportados a los viejos tiempos.
-Y cuando se sacó esa faja roja -dice Sharon-, las bolas se le habían puesto rojas, porque la tintura desteñía.
-Y ella me sacaba la tintura de las bolas a lengüetazos. Esa parte era hermosa.
Sigue más silencio. Luego Ozzy vuelve de golpe al presente.
-ok. Respondan a mi pregunta. ¿Qué voy a usar? No me voy a transformar en un fucking miembro de Kiss, eh... Nada demasiado recargado. Miren que ya tengo 51 años y no quiero verme como un viejo puto arriba del escenario.
Ozzy sale fuera para dejar que Sharon se haga cargo de los detalles. Sharon lo observa acercarse a uno de los perros. Los Osbourne tienen cinco perros: Minnie, Maggie, Lulu, Teddy y uno nuevo al que todavía no le han puesto nombre. Todos son animales pequeños. Ozzy levanta a Minnie, una pomerania. Le da besitos, le hace fiestas y hunde su nariz en la piel del animal. "Ah, sos una gordita, ¿no es cierto?", le dice cariñosamente. Después muestra los dientes a la pequeña bestia y le gruñe.
-Creo que Ozzy es algo especial -dice Sharon-. En cierto modo, sigue siendo un misterio. Nunca fue demasiado hip y creo que ésa es una de las razones por las cuales ha sobrevivido. Y me gusta que así sea. Es parte de su encanto. Hizo cagadas, muchas cagadas, pero al menos pudo admitirlo. Musicalmente, nunca pretendió ser Pavarotti ni Lennon. El hace lo que hace y a un montón de gente le gusta, aunque la elite del rock y la elite de la prensa lo consideren simplemente un chiflado.
La cara de Sharon se ensombrece y luego se pone roja.
-Lord Sting -dice, casi escupiendo el nombre-. Lo llamamos Lord Sting porque está lamiendo culos a cuatro manos tratando de que lo vuelvan Caballero. Un fucking lameculos. Quiero decir, el tipo es talentoso. Pero también es un cretino. Y suele agarrárselas contra Ozzy cuando habla con la prensa.
Ozzy aparece con Minnie arrullada entre sus brazos tatuados. "¿Qué? ¿Qué dijo sobre mí?", pregunta.
-Dijo que estaba contento de haber sido el primer artista occidental que pisó Vietnam, porque, ¿qué hubiese pasado si los vietnamitas hubiesen visto a Ozzy Osbourne primero? Bueno, ¡andáte a la mierda, boludo!
-Bueno, no sé... -dice Ozzy, diplomáticamente.
Pero a Sharon, ahora, no hay cómo pararla.
-Sólo porque anda por ahí con un tipo de la jungla tropical que lleva un plato en el labio ya se cree que su mierda no tiene olor. Un día fuimos a una fiestita del ambiente que daba Elton John y ahí estaban Sting y su esposa mirándonos, como diciendo: "No se les ocurra dirigirnos la palabra". Y yo los miraba como diciéndoles: "No se preocupen. Ni pienso acercarme a ustedes".
-Yo ni cuenta me di -dice Ozzy, parpadeando.
-Bueno, vos me conocés -replica Sharon-. Yo me doy cuenta de todo.
En estos dias, la mayor parte de las energías de Ozzy se consumen en luchar contra los demonios de su adicción. No puede aflojar; debe estar siempre vigilante. Sin falta, ve a un psicoterapeuta una vez por día -dos veces, cuando puede- y concurre a reuniones de Alcohólicos Anónimos todas las tardes. Pasa tres horas diarias en el gimnasio de su casa, haciendo ejercicios.
-Me siento más vivo a los 51 años que cuando tenía 21 -se entusiasma Ozzy-. Y estoy más tranquilo que nunca.
Tranquilo puede ser, pero siempre en movimiento. Cuando se sienta, sus piernas se mueven. Y no puede permanecer sentado mucho tiempo, tal vez tres minutos por vez; luego tiene que pararse y dar algunos pasos, tal vez ir a orinar -cosa que hace cada veinte minutos, más o menos- o tal vez ir a la heladera y cortarse un pedazo de chorizo español, su favorito. Como hace poco dejó de fumar -ya lleva once días sin sus dos paquetes de Marlboro Lights diarios-, los cigarrillos son ahora lo que más pesa sobre su mente. Lleva un parche de nicotina en su brazo, el cual se rasca constantemente, y a veces deja la habitación para reaparecer con un cigarrillo falso, de plástico, al cual le da algunas pitadas. Parece frágil.
-No tiene mucha confianza en sí mismo -dice Sharon-. Es inseguro. Uno de los motivos por los que no socializa con otras bandas es que se siente perdido y no sabe qué decir.
Si tuviese drogas o bebida a su alcance, algo que lo hiciera soltarse, sería diferente, pero ya no hay nada de todo eso a su alrededor. En realidad, como están las cosas ahora, Ozzy no tiene un solo vicio con el cual relajarse o recompensarse después de un recital que haya salido bien, y esto preocupa a Sharon.
-Si baja del escenario -dice su esposa- y no puede fumar, ni tomarse una pastilla o beber un trago, está jodido.
Uno se lo imagina, entonces, solo en su vestuario, cubierto de sudor, sentado en un sofá, tal vez con sus calzoncillos negros, con su pancita, con los dedos que se mueven sin parar. El gran Ozzy Osbourne, el Príncipe de las Tinieblas, reducido a esto. Y aun así, toda su pena y sus esfuerzos, ¿no lo convierten en alguien aún más heroico? ¿No es acaso el más grande, mucho más grande que cualquier soretón de la camada de rockeros Versace?
-Lo que hay que entender acerca de Ozzy es que no finge. Ozzy no puede aparentar ser algo que no es. El no se abre a los demás. Tiene muy pocos amigos. Y ahí lo ves, tratando con todas sus fuerzas de mantenerse sobrio. Lo intenta con todo, pero le resulta muy duro. Muy duro.
Es divertido pasar un tiempo con Ozzy, Sharon y sus hijos. Los dos menores, Kelly y Jack, usan el cabello rubio decolorado y son extravertidos y abiertos. Aimee, a los 17 años, es más seria y reservada. Como todos los chicos, discuten y se pelean. Una de las maestras de Jack llama a la casa para saber por qué Jack no fue a la escuela y recibe el mensaje que Aimee metió a escondidas en la máquina contestadora: "Jack no puede ir a la escuela ahora porque se está haciendo la paja. Déle uno o dos segundos y estará con usted". Con lágrimas en los ojos, Jack se venga cambiando el mensaje de Aimee para que diga: "Aimee no puede acudir al teléfono ahora porque está chupando una pija, pero si deja su mensaje le responderá a la brevedad". Sí, es una familia como cualquier otra familia, o casi, y a veces Sharon se las ve negras para dejar esto bien claro frente a los niños, especialmente cuando han hecho alguna gran travesura y se presentan ante ella como los indefensos y rebeldes hijos de un adicto. Sharon les dice: "¡No me vengan con esa excusa de mierda!". Ellos responden: "Bueno, si hubiera salido de una familia normal y mi papá no fuese un adicto...". Y ella les dice: "¡Un carajo! No existe la familia normal. Cualquier familia que te toque es disfuncional. Si tu padre no fuese un alcohólico, se cogería a la secretaria o estaría oliendo las bombachas de alguna niña o... ¡todo el mundo tiene algo que ocultar!".
Aún así, por supuesto, la familia de Ozzy Osbourne parece más especial que otras. De hecho, los cazatalentos de FilmColony Ltd. se dieron cuenta de esto y hace poco pensaron en un show de tevé que giraría en torno del clan Osbourne. Sería en parte documental y en parte comedia.
Un día, los cinco Osbourne llegan al estudio de televisión para una reunión con un joven ejecutivo, con zapatillas y mirada de tonto, llamado Gary. Afuera, en la recepción, Ozzy hace una pequeña danza con Sharon y la besa.
Los tres niños miran a sus padres, un poco avergonzados.
-Oh, vamos, váyanse a coger a un motel, ustedes dos -les dice Jack.
-Papá, no hagas esto -pide Aimee, profundamente mortificada-. Oh, Dios mío, córtenla. Parecen dos locos.
En el interior de la oficina de Gary, Kelly es la que más habla; critica el borrador del guión: estuvo leyéndolo y le parece demasiado "insulso" y "bobo". Cuando una línea de diálogo la ofende, Kelly también quiere saber si la típica forma de hablar de la familia Osbourne podrá salir por tevé. La idea de Gary es poner un beep sobre las puteadas. "Así que cuando hable Ozzy", dice, "podrá haber unos quince beeps en un mismo parlamento. Será gracioso".
-Ajá -dice Kelly.
-Bueno pero, ¿cual será la parte de Aimee? -pregunta Ozzy. Aimee se niega a tener nada que ver con el programa. Para ella se trata de una pérdida de tiempo y de una vergüenza.
-Aimee nunca habla -dice Ozzy.
-Sugiero que no empieces a provocar a Aimee. Si lo hacés, preparáte para una noche maravillosa -advierte Kelly, y cambia de conversación para referirse a la última escena del guión-. Acá veo que Papá y Jack le prenden fuego a una bolsa de mierda de perro, en la puerta de Pat Boone, pero no entiendo la idea.
-Es sólo una vieja broma -dice Gary.
-¿Una bolsa de mierda de perro? -se sorprende Ozzy; sus piernas empiezan a moverse.
-Sí -dice Gary.
Ozzy se ha quedado quieto tanto tiempo como le ha sido posible. De pronto se levanta y anuncia que es tiempo de ir a su reunión de Alcohólicos Anónimos (aa).
-Pero son sólo las 3 y media -le indica Kelly.
-Quiero comer algo antes de ir.
-Tengo un poco de pizza en el auto -dice Sharon.
-No me gusta la pizza.
-Te encanta la pizza.
-Odio la puta pizza.
-Te encanta la pizza, mentiroso.
-No quiero pizza.
Gary cruza las piernas y trata de parecer divertido frente a la situación.
-Mmm, pizza, qué rica -dice Jack.
-Andáte a la mierda -escupe Ozzy.
Sharon se ríe:
-Ja, ja, ja, ja.
-Dejá de mentir -dice Jack-. ¿No se supone que todo el asunto de aa empieza por ser honesto?
-Ja, ja, ja, ja.
-Bueno, basta de bromas sobre aa -pide Kelly.
-¿Qué? -pregunta Ozzy.- ¿Qué?
-No me parecen graciosas para nada -dice Kelly.
Ozzy grita:
-¡No estoy hablando de aa!
-¡Pero él sí! -replica Kelly, señalando a su hermano-. ¡Yo estoy hablando con Jack!
Todos los que están en el cuarto se tranquilizan un poco, alejándose de lo que, con un poco más de tiempo, podría haber escalado hasta transformarse en una de esas catástrofes. Ozzy pide permiso para usar el baño. En su ausencia, Gary, Sharon y los niños hablan de los probables nombres para el show, como Ozzy and Harried, un juego de palabras sobre Ozzy and Harriet, una de esas comedias televisivas sobre familias perfectas que se acostumbraban hacer en los años 50. Los niños tienen opiniones fuertes y piensan que el título es "estúpido". Más aún, conversando entre ellos, tienen la impresión de que Gary "es un boludo" y "parece un crápula".
-¿Cuál es el título sugerido? -pregunta Ozzy al volver.
-Osbourne, a Poor Little White Boy [Osbourne, un pobre niñito blanco] -le contesta Sharon, bromeando.
-Ese me gusta -declara Ozzy, poniéndose de pie otra vez.- Tengo que salir de aquí -anuncia.
-Papá, calmáte -dice Kelly.
-Tenés tiempo, papá -dice Jack.
-Entonces, ¿nos vamos? -dice Ozzy, dirigiéndose a la puerta, ya casi a mitad de camino de la salida.
Mas tarde, Ozzy esta de regreso en su casa, en el cuarto para ver tevé, que es su habitación favorita. En el piso, apoyados contra una pared, se ven varios de sus dibujos-garabatos de colores salvajes, con títulos como Vida después del nacimiento, Muerte que vive dentro de tu cabeza o Transbordador de sueños del Juicio Final. Los perros juegan alrededor, para deleite de Ozzy. Sale del cuarto y regresa con algunas rodajas de chorizo. Está haciendo la dieta de Atkins y ya bajó casi diez kilos. Osbourne trata de mejorar su organismo de todas las maneras posibles, pero hay partes de él que están tan dañadas que ya no pueden repararse. No consigue controlar el temblor de sus dedos, y todavía ningún médico ha logrado resolver ese problema. Perdió un tercio de su capacidad auditiva, lo que tal vez explica por qué la mayor parte del tiempo parece tan desconectado de la realidad; en su cabeza oye continuamente un silbido que, cree, va a terminar volviéndolo loco.
Se desploma en un sillón sobre el que cuelga una enorme pintura acerca de Sodoma y Gomorra, y dice:
-Cada vez que me siento en esta habitación, quiero un cigarrillo. Aquí es donde yo solía fumar. Para ser sinceros, cada vez que como algo, quiero fumar. Cada vez que me levanto por la mañana, quiero fumar. Cada vez que me voy a dormir, quiero fumar. Y dicen que el cigarrillo no causa adicción. Fuck.
Se mete una rodaja de chorizo en la boca, y mastica.
-Si vos querés fumar, hacélo, no me molesta -continúa-. Me gusta el olor, me encanta. Es fantástico. Incluso tal vez te acompañe con un cigarrillo… -dice-. Ja, ja.
A veces, sharon se sienta con jack y cuenta historias de los primeros tiempos de Ozzy y de Black Sabbath. En esa época, el padre de Sharon era un manager muy importante. Cuando Black Sabbath tuvo éxito por primera vez, en el mundillo de los representantes artísticos corrió un rumor: "En ese grupo son todos tarados, cualquiera los puede engañar". El padre de Sharon mandó a un socio para hablar con los cuatro músicos y concertar una entrevista, pero el colega le birló la banda y se propuso para manejarlos él mismo. Y para desplumarlos: cuando todo terminó, los músicos de Sabbath -Ozzy, Bill Ward, Tony Iommi y Geezer Butler- no habían ganado casi nada por sus esfuerzos.
Jack mueve la cabeza en un gesto de resignación.
Luego, Sharon recuerda la trágica muerte de Randy Rhoads, el diminuto duende de la guitarra que ayudó a Ozzy a iniciar su carrera solista. Esto pasó hace dieciocho años, en un campo de Florida. Sharon y Ozzy estaban dormidos en la parte de atrás del ómnibus de gira. El chofer del micro, que además era piloto, se había aparecido con un pequeño avión para ir a dar una vuelta, y Randy estaba en el avión con él, curioseando el instrumental. De repente, el chofer vio que su esposa bajaba del ómnibus. Hacía pocos días que le había pedido el divorcio, y decidió darle un susto.
-El avión chocó contra el ómnibus, siguió y se incrustó en una casa. Fue una pesadilla. La casa se incendió.
-¿No había un hombre sordo también en la casa?
-Sí, Jack, había. Y tu padre se metió en la casa y lo rescató. Fue horrible... Pero una semana más tarde, hice que Ozzy probara nuevos guitarristas.
-¿Por qué?
-Porque tu papá estaba en tal estado de shock que, si no hacíamos algo, Ozzy estaba acabado. Fue la cosa más devastadora que le sucedió en su vida. No podía hablar. No podía hacer nada.
-Necesitaba meterse de nuevo en la música, ¿no?
-Así es -dice Sharon.
Y éstas son las historias que se cuentan en la casa Osbourne; las que sin duda Jack les contará a sus hijos y sus hijos a los suyos y así por varias generaciones. Hay muchas historias alrededor de Ozzy; algunas han causado mucho impacto.
-Me pongo loca cuando la gente me pregunta si mi padre come murciélagos- dice Aimee una noche-. Me lo preguntan todo el tiempo. En la escuela, casi todos los días, algún retardado se me acercaba y me decía: "¿Así que tu papá come murciélagos?". Y yo contestaba: "Sí, veníte a casa. Te invito a comer asado de murciélago este fin de semana". ¡Y me lo creían! Unos amigos vinieron un día y pensaron que papá era algo raro, porque no habla y se queda sentado en el cuarto de la tevé. Lo miraban y decían: "¿Por qué no habla? ¿Por qué no hace locuras?". "Bueno, lamento desilusionarlos", les dije yo. -Antes de irse, Aimee agrega-: Es por eso que ya no invito gente a casa.
Tampoco va más al colegio: no congeniaba con los otros chicos. A Sharon no le molesta, pero Ozzy piensa que, en el futuro, Aimee lo lamentará.
Ozzy Osbourne crecio en un barrio de clase trabajadora de Birmingham, Inglaterra y, al igual que su hija, dejó la escuela a los 15 años. Su padre era fabricante de herramientas, y su madre probaba bocinas de auto. De chico, Ozzy tenía una severa dislexia y era hiperactivo; sus profesores le decían que era un tonto, un bobo, un tarado que nunca llegaría a nada en la vida. Cuando abandonó el colegio se transformó en un ratero bastante inepto, y fue a la cárcel un par de veces. Pasaba la mayor parte del tiempo drogándose o emborrachándose. De hecho, la primera vez que se pegó un viaje fue cuando tenía 5 años: con su amigo Patrick, se acercaban a algún auto detenido con el motor en marcha, y aspiraban los vapores del caño de escape. "¡Fantástico!" pensaba el pequeño Ozzy.
Cuando creció, joderse la vida era su principal ocupación. Como le gustaban mucho los Beatles, se le ocurrió dedicarse a cantar y convenció a su pobre padre de que le comprase un micrófono y un amplificador. Fue la piedra fundamental para la formación de Black Sabbath. Pero aún durante los años de oro de Sabbath -de 1969 a 1978, cuando el grupo tocaba esas canciones superdensas y deprimentes sobre guerras, paranoia, muerte y odio; piezas claves en la fundación del heavy-metal- todo lo que le importaba a Ozzy era darse con algo.
-La gente me decía cosas como: "¿Te das cuenta del profunda influencia que has tenido sobre el rock & roll?". Y yo contestaba: "¡Qué mierda me importa!". Lo único que me importaba era qué tan rápido podía llegar hasta el pub más cercano.
Después de que el resto de la banda lo echó, Ozzy se pasó los siguientes seis meses en un cuarto de hotel, emborrachándose y drogándose como si se hubiese propuesto cumplir las negras predicciones de sus profesores. En ese momento, su representante era el papá de Sharon. Un día, en 1979, el hombre mandó a su hija a cobrarle una deuda al perturbado cantante. Viendo el estado en que se encontraba, Sharon decidió rescatarlo.
-Cuando conocí a Sharon, estaba metido en un cohete que me llevaba a toda velocidad a un agujero en la tierra -dice Ozzy-. Estaba casado con mi primera esposa, tenía hijos y había hecho mierda todo. Era un cerdo borracho que no tenía tiempo para considerar a los otros ni a sus sentimientos. ¿Sabés lo que hizo Sharon por mí? Me dijo: "Encontré un lugar donde le enseñan a la gente a beber correctamente. Se llama Betty Ford Center". Entonces le contesté: "Sí, puede ser". Me imaginaba vestido con un esmoquin y un moñito de los años 30, sentado a la barra, tomando un sorbito de un martini. "Bueno", le dije, "voy a ir". Lo primero que pregunté al llegar fue: "¿Dónde está el bar?". Y me contestaron: "¡Ajá, ha llegado usted al lugar adecuado!".
Ozzy se quedó seis semanas en el Betty Ford Center y a las tres horas de haber salido ya estaba borracho de nuevo. Su primera esposa obtuvo el divorcio y Ozzy empezó a salir con Sharon. Como ella también era una bebedora, hicieron una buena pareja y se casaron en 1982. Sharon pronto dejó de tomar, pero Ozzy siguió dándole duro. Luego llegaron los niños y, a medida que todos se volvieron mayores, Ozzy empezó a pensar en cambiar sus hábitos.
Kelly y Jack solían encararlo:
-Por favor, no vengas hoy a la escuela -le decían cuando había una reunión de padres y maestros-. Estás drogado.
-¡No estoy drogado!
-Sí, estás drogado -solía decir Sharon-. Te conozco bien, hace mucho que estamos juntos y no te quiero conmigo en ese estado. Nos vemos más tarde.
Luego, Ozzy se sumergía en la culpa y la vergüenza y terminaba diciendo:
-Mejor me interno en otro hospital.
-Es lo mejor que podés hacer -le respondían sus hijos.
Esta charla, o una parecida, todavía tiene lugar a menudo en lo de los Osbourne. Sucedió el día de Año Nuevo pasado, y puede volver a suceder.
-Si no hago lo que me aconsejan, caigo otra vez -dice Ozzy-. Te digo: es duro. Esta misma tarde podría llegar a casa borracho o bajo arresto. Siento que la mayor parte de mi vida ha sido inútil y sin valor, y recién ahora tengo edad suficiente como para comenzar a entender por qué me siento así. Cuando sos chico, si alguien te dice que no valés nada, te empeñás en no valer nada. Y eso es lo que me sucedió a mí.
Cuando pasas algun tiempo con Ozzy, no podés evitar quererlo. A menudo dice algo gracioso o divertido, y entonces hace una pausa y se queda con la boca abierta, como hacía el desaparecido cómico George Burns. Con los ojos brillándole de un verde esmeralda, intenta confirmar si pescaste la broma. Además de eso, se lo conoce como un buen vecino.
"Un vecino ideal", dice Pat Boone, quien grabó ese gran tema de Ozzy, "Crazy Train", en su álbum pop Metal Moods. "Nunca hubo problemas de ninguna índole, aunque a veces sale música fuerte del vestuario de la pileta." Pat recuerda que la primera vez que lo vio en la calle de su casa, Ozzy se desplazaba con "ese extraño caminar suyo". Pat se dirigió derecho hacia él y, en su mejor voz Pat Boone, le dijo: "¡Hola, vecino!". Ozzy levantó la vista y le dijo que debían juntarse algún día a tomar el té, pero hasta ahora eso no ha sucedido. Esto mortifica a Pat. Le gustaría de veras llegar a conocer a los Osbourne, sobre todo considerando que las muca-mas que trabajan en ambas casas son muy buenas amigas y le han contado a Pat que el señor Ozzy es "un padre modelo y muy preocupado por la vida sana". Aunque espera con ganas tomar el té con su vecino, a Pat, que es un cristiano devoto, le preocupa un poco cómo manejar el frecuente uso que hace Ozzy de la palabra fuck o, como prefiere decir Pat, "la palabra que empieza con efe". Uno puede asegurar que si Pat hace caso omiso de esa palabra, sin duda va a pasarla muy bien: Ozzy puede ser una persona infinitamente agradable y suele estar más que feliz de contarte cualquier cosa que quieras saber.
Ejemplos.
Su comida favorita es la carne; cualquier carne menos la carne roja. No utiliza el hilo dental. Odia las aspiradoras ("Hacen el más nauseabundo y puto ruido del mundo, como una bestia salvaje moribunda que es arrastrada por el corredor") y los teléfonos ("¡Muéranse, putos bastardos!"). Se tiñe el pelo. A veces, cuando sale a pasear a alguno de sus perritos, y a pesar de sus rudos tatuajes y de las cruces que cuelgan de su cuello, los chicos gay del parque hacen ruido de arrumacos a su paso. La última vez que lloró fue hace dos días, en terapia. Solía pensar en el suicidio. "Diariamente... Pero, para serte honesto, no tengo las agallas como para hacerlo." Todavía no sabe leer muy bien. En televisión, sólo mira el History Channel, el Learning Channel, el Discovery Channel, a&e y, ocasionalmente, algún capítulo repetido de la serie m*a*s*h*. Ama dormir la siesta: "Me encanta. Es la mejor cosa que hay en el mundo. Llamálo escape de la realidad o lo que quieras, pero las siestas son fantásticas. Por lo menos te levantás con la cabeza sobre los hombros, sin haberte cogido a la esposa de nadie". Antes de subir al escenario se pone muy nervioso, lo cual hace que tenga que cagar "unas 5 mil veces". No puede recordar qué le regalaron para su último cumpleaños ni para Navidad.
Hablando por teléfono con Sharon, suele decir cosas como: "No tengo nada que hacer ahora, ¿vendrías a casa a darme un abrazo?". Y ella le contesta: "Eso es lo que me gusta escuchar, querido. Te amo y te extraño. Voy a ir a casa y te voy a dar un gran beso y un gran abrazo. Te extraño. Pronto llego a casa...".
Sharon es una formidable y feroz mujer que no se deja atropellar por nadie. "Ella fue la primera en decirme que yo no era el rey y que el mundo no giraba a mi alrededor", dice Ozzy. "Costó unos cuantos ojos morados y unos cuantos floreros que se estrellaron en otras tantas nucas, pero al final aprendí la lección."
Sharon se ríe y hace rodar los ojos. En agosto de 1989, Ozzy se había bajado un tonel de vodka ruso y le dijo a su esposa: "Hemos decidido que vos tenés que desaparecer". Saltó sobre ella y le rodeó el cuello con las manos. Sharon consiguió librarse y llamó a la policía; Ozzy fue arrestado por intento de asesinato y fue a parar a la cárcel. Al día siguiente despertó sin poder recordar nada de lo sucedido. Sharon logró per- donarlo porque ella también había perdido el conocimiento estando borracha y sabía cómo era eso. Y aún cuando los consejeros que ayudaron a Ozzy a des- intoxicarse le recomendaron disolver el matrimonio, Sharon amaba a Ozzy y se quedó junto a él.
-Pero hemos tenido muchas peleas con violencia física -dice-. El me pegaba y yo se la devolvía. ¿Te acordás de aquella vez en Francia, Ozzy?
-¿Cómo me voy a olvidar? Conservo las cicatrices. Sharon me rompió una puta maceta en la cabeza.
Ozzy alza a uno de los perritos, lo acerca a su cara y aúlla. "Ladrále a la luna", le dice al perro, y aúlla otra vez.
-¿No es una cosita hermosa? -dice Sharon.
Una tarde, en el cuarto de la teve, Ozzy enciende un cigarrillo. "Carajo, uno no me va a hacer mal", dice, dando siete pitadas antes de aplastarlo. Está mirando un programa sobre niñeras abusadoras que fueron pescadas in fraganti por la cámara. Ozzy parece experimentar ese abuso en forma directa y se pone de pie de golpe, gritando. "¡No, noo, no, no, nooo!"
Media hora después, entra Sharon.
-Sharon, voy a fumar un cigarrillo.
-No, no vas a hacerlo.
-Sí, lo voy a hacer.
Sharon mira el cenicero y luego se inclina a olerle la boca. "¡Ya te fumaste uno, pelotudo! ¡Sos un guacho de mierda!"
-¡Aah ja, ja, ja!
Ambos se ríen a carcajadas. Ozzy enciende el cigarrillo y el humo sube en volutas, de sus dedos temblorosos al techo. Sharon lo mira como diciendo sos un chico travieso. Toda la situación parece parte de un viejo ritual ya familiar: el ocultamiento, el enojo, la risa, la aceptación. Aunque hoy fume o mañana beba, algún día Ozzy vencerá todos los vicios. Eso debe ser lo que ambos están pensando: que algún día, pronto, Ozzy triunfará.






