En la serie Safe hay cuatro vidas, pero incontables misterios

Safe (Gran Bretaña, 2018). Creada por: Harlan Coben. Elenco: Michael C. Hall, Amanda Abbington, Audrey Fleurot, Amy James-Kelly, Marc Warren, Hannah Arterton. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.

Safe comienza con un funeral. Un año después, esa trágica muerte todavía tiñe el presente de la familia Delaney. Distantes ya de esa ceremonia inicial, asistimos a otra un tanto más profana. Una "barbacoa" en el jardín de una coqueta casa en un barrio cerrado, entre cuyos invitados se intuyen las mudas alianzas y los inconfesables secretos. Si hay un pecado que comete Safe es aquello que declara en su tagline de promoción: "Todos tenemos algún secreto". Aquí son tantos los secretos que por momentos es difícil determinar cuáles son relevantes y cuáles anecdóticos, cuales son personales y cuáles hacen eco en ese entorno seguro y vigilado como una subterránea explosión.

Creada por Harlan Coben, prestigioso autor de novelas de misterio, Safe delinea cuatro líneas argumentales que, en sus derivados y ramificaciones, concentran casi todas las acciones. La primera involucra a Tom Delaney (Michael C. Hall, Dexter) un prestigioso cirujano y viudo reciente cuya hija desaparece durante una fiesta adolescente con drogas y alcohol. La segunda a Sophie Mason (Amanda Abbington, Sherlock), la vecina y secreta amante, quien además es policía del lugar y conduce pesquisas e investigaciones mientras lidia con un hijo enfermo y un marido irresponsable. La tercera señala a la francesa Zoe Chahal (Audrey Fleurot), profesora de colegio secundario, como posible sospechosa de una relación indebida con un alumno. Y, por último, la cuarta presenta a Emma Castle (Hannah Arterton), una oficial recién llegada de Londres que combina la destreza corporativa en su labor con algunos misterios personales que pronto se irán develando.

Dentro de ese frondoso tejido narrativo, que incluye infidelidades, falsas identidades y novios que regresan del pasado, se entremezclan personajes saludables que rompen cierta gravedad del tono cuando amenaza con ponerse demasiado sofocante. Así, la familia que albergó sin saberlo la fiesta fatídica de muertes y desapariciones se convierte en un show aparte, con cadáveres guardados en el freezer, mentiras a las autoridades y botellazos a entrometidos visitantes. En ese gesto lúdico y autoconsciente, la serie revela lo mejor que tiene: descomponer la historia en fragmentos y demostrar que la verdad de las palabras oculta la mentira de las intenciones.

Michael C. Hall funciona como un pívot que amalgama la puesta en escena: el seguimiento de las pistas de su hija desaparecida le permiten no solo descubrir el pasado de su esposa muerta, el dolor de sus hijas y la lealtad de su amante, sino su propia necesidad de enfrentar sus culpas y desenterrar sus secretos.