Cuando el objeto se vuelve personaje
Miradas memoriosas, inteligentes y sensibles sobre el papel que juegan las cosas sobre un escenario
Todo director, todo escenógrafo, todo utilero sabe que los objetos tienen que ser funcionales, no estorbar, estarse allí, esperando el momento en que el actor los haga entrar en acción.
¿Sólo cosas? No siempre es así. Daniel Spinelli, titiritero, director y creador de varios espectáculos cuenta las dificultades que tuvieron con el escenógrafo Miguel Nigro, en La zapatera prodigiosa , para que un aparato que soportaría las siluetas que luego serían proyectadas se mantuviera de cierto modo invisible, no llamara la atención. "Tuvimos que pensar y buscar dónde lo colocábamos, para que sirviera a su propósito. Era una maquinaria, pero, al mismo tiempo, en el escenario, era un coso que no tenía que llamar la atención. Y en un espectáculo que estamos ensayando con el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, tenemos a un personaje, don Literario, que habla apoyándose en una mesa que tiene que tener cierta inclinación para que desde la platea pueda verse lo que hay arriba, aunque sea solamente el lápiz y el cuaderno donde escribe, pero a la vez, permitir que el títere pose los brazos, y el banco, además, debe permitirnos a los titiriteros (don Literario es manejado por dos) sentarnos, pero ocultarnos uno detrás de otro, según lo que el títere hace. El banco parece ser dos bancos, pero es uno solo, de modo que nosotros podemos deslizarnos sobre él", explica entusiasmado y con minuciosidad.
Por otra parte, quienes vieron Fulanos , de Gerardo Hochman, sin duda recuerdan la fascinación producida por un sombrero que es perdido, buscado, disputado y que cobra vida propia entre las acrobacias de los intérpretes, contando una historia con ellos.
Mensajes
Según Silvia Copello, directora, dramaturga y escenógrafa, "los objetos nos hablan, siempre están mandando mensajes. Puede ser por lo que representa su uso, por su color o por su forma. Si pensamos en un actor que entra sosteniendo una esfera roja en sus manos y después imaginamos el mismo actor pero con una esfera negra y luego con una dorada, en cada caso para el espectador la escena cambia, el mensaje es silencioso pero contundente".
Hugo Midón afirmaba en una vieja entrevista que había puesto en la bohardilla de Vivitos y Coleando 3 , como descartados, objetos que recordaban actos escolares, un busto de prócer, un piano, para aludir al colegio...
Recordamos cómo el conjunto La Pipetuá, por ejemplo, crea una enorme expectativa en la platea con la sola visión de un artefacto estrafalario en el escenario; pese a su irrupción fugaz y, sobre todo, veloz, los aparatos son personajes que llenan la escena.
"Y por el contrario -continúa Silvia Copello- los objetos agregados porque sí no aportan, más bien molestan, envían mensajes erróneos. Nunca deberían decorar. En el caso de que hiciera falta colocar cosas en una repisa, cada elemento debe ser conscientemente elegido. Y nunca para llenar el espacio, porque lo estaríamos vaciando."
Alejandra Farley, integrante del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, escultora y realizadora además de intérprete, coincide totalmente. "Cuando habita el espacio escénico -dice- el objeto lo cambia todo. Yo agradezco cuando en la escena encuentro que hay lo justo y necesario, cuando no hay nada de más. Si se le agregan cosas, la escena se licua, se vacía."
A su vez, Héctor Presa, director, autor e intérprete, creador del grupo La Galera Encantada, comenta: "Un concepto que ha marcado claramente la historia de la estética de nuestro grupo ha sido el de la utilización de todos los objetos presentes en el escenario".
Punto de partida
En casi todas las obras de La Galera Encantada, los objetos hacen travesuras y sufren transformaciones. Algunos de los más evidentes citados por su autor son: los almohadones en ¡Hola panza! ; latas y escaleras, en Juegos, lo que se dice juegos ; utensilios de limpieza, en Blancanieves y los 8 enanitos ; puff gigantes, en Bebotes ; anotadores, en Hansel y Gretel , y aros, en Romance de trovadores .
"Para mí, muchas veces -añade el director- los objetos han sido el punto de partida de un nuevo espectáculo. Recuerdo que a la hora de montar C. Niciento , en el depósito de nuestro teatro había un canasto de mimbre. Me puse a jugar con él, con las diferentes posibilidades que ofrecía el material, empecé a ver ventajas y desventajas. A partir de este estudio se generaron las distintas convenciones, los colores de cada canasto marcaron los sectores que cada uno representaba. La cocina tuvo un color; el lugar de planchado, otro; el lavadero, otro; las mesas del baile, la carroza, otro. Los chicos aceptan claramente la codificación de que este objeto se define por el uso y esto nos permite trabajar con mucha libertad por un lado pero nos obliga a dar códigos claros y concretos y cumplirlos, por el otro."
"Un objeto -reflexiona Alejandra Farley- tiene una carga propia. A veces significa una presencia que nunca habrías imaginado. Uno necesita dialogar con el objeto, aprehenderlo, y también saber desprenderse de las primeras cosas de las que nos enamoramos, pero que desvían el relato y no dejan lugar a las que siguen. Eso requiere una gran lucidez del director, porque hay que hacer sacrificios."
Por su parte, Héctor Presa agrega un ejemplo: "Ha sucedido en algún momento que el objeto ha sido tan rico en función del trabajo, que ha tapado la línea argumental. En Juegos, lo que se dice juegos (latas y escaleras) las posibilidades de transformación resultaban casi infinitas: construimos cabinas telefónicas, ambientes de una casa, vías del tren, bicicleta, auto, colectivo, tren, helicóptero, avión, canoa, y podríamos haber seguido. Esto nos obligó a limitar claramente la utilización del objeto porque era tal el foco de atención, que consumía el relato de base".
Protagonistas
Silvia Copello recuerda la génesis de Mis cajas , que acaba de reponer en el Teatro del Pasillo, de Colombres y Rivadavia. "Un día me di cuenta de que estaba pensando en cajas... Cuando me encontré con que había escrito una obra en que las protagonistas eran más de 60 cajas, mi gran preocupación fue que debía lograr que fueran todas diferentes."
En esta misma línea -obras con objetos como protagonistas- recordamos el espectáculo Objetos maravillosos , de Hugo Midón, con música de Carlos Gianni, que se refiere a cosas de uso cotidiano, el mate, la pava, la escoba, el cepillo dental, la cucharita, el papelero, el teléfono, valijas y cada una tiene su canción. Y Tres siglos en un ratito , del Museo Viajero, donde a partir de objetos del hogar -tocadiscos, juguetes, radios- se cuenta cómo vivían por lo menos tres generaciones.
En una entrevista realizada en 1994, Hugo Midón comentaba: "La infancia está ligada a cosas que tienen valor porque están ahí; el chico le da importancia, por ejemplo, a un boleto. Un tema musical de El imaginario , «La canción de las maravillas», decía «Todas las cosas que pasan parecen poca cosa pero son maravillosas. Maravilla cuando se abre la canilla, una cosa tan sencilla»".
Por supuesto, hay mucho más para decir de los objetos, cuando se trepan al escenario y juegan con los chicos y los grandes. El asunto es que hay que tenerles respeto y más de una vez, como en Mis cajas , correspondería que salieran al final a saludar al público.
Temas
Más leídas de Espectáculos
Sigue la polémica. Homer Laffon, el hijo de Anne Heche, asegura que la herencia de su madre no alcanza para pagar las deudas
"No quería ser actriz". Debutó con Alcón, enamoró al país y sus declaraciones contra el gobierno de Menem le provocaron un disgusto
En las redes. El cruce entre Alberto Samid y Migue Granados: “No me nombres más”