El río en mí: tan fascinante como para no querer que concluya
El río en mí
Nuestra opinión: Muy buena
Dramaturgia y dirección: Francisco Lumerman / Elenco: Claudio Da Passano, Mercedes Docampo, Malena Figó y Elena Petraglia / Escenografía y vestuario: Rodrigo González Garillo / Iluminación: Ricardo Sica. sala: Moscú, Camargo 506 / Funciones: sábados, a las 23.15 y domingos, a las 17 /
El intenso poder de la desdicha define a estos personajes creados por Francisco Lumerman, que parecen extraídos de una pintura impresionista. Algo bucólicos, inmersos en sus propias fantasías, muchas de ellas apoyadas en realidades tan terribles como adversas, los cuatro intérpretes de este relato con algo de costumbrismo litoraleño, a pesar del aspecto algo monstruoso de sus personalidades, ejercen una cierta fascinación.
El río en mí bien podría convertirse en un film, porque ese único espacio en el que se mueven estas criaturas, de distintas edades, imaginadas por el también autor de El amor es un bien, tiene algo de un constante hablar de un afuera –el río, las casas deshabitadas, las plantas–. Ese exterior que se metió en la vida de estos seres los arrincona a una supervivencia, después de las pérdidas, que hasta pareciera por instantes provocarles un sabor reconfortante. Es paradójico, pero a veces el dolor puede resultarles agradable y ayudarlos a mantener su existencia a flote. Eso es lo que une a estos personajes que les gustaría querer asestarse unos a otros un golpe de gracia, pero, sin embargo, no se atreven.
Dueños de un desatino que los castigó de frente, como un fenómeno de la naturaleza, el autor arrastró a sus personajes a una espiral de cotidianidades tan intensas como sumergidas en pequeñas anécdotas que se van dando a conocer de a poco, lentamente, como aquel que degusta una bebida y no quiere que se termine.
Algo de ese no querer que la pieza concluya le sucede al espectador, que a poco de comenzar la representación se siente extrañamente atraído a ese universo de soledades, en las que cada uno exhibe sin pudor sus fantasías y deja salir sus fantasmas con la impunidad del que asume culpas y desaciertos.
Francisco Lumerman es un agudo e imaginativo observador de las debilidades humanas, a las que trata con una ternura muy personal, la misma con la que dirige a sus actores. Lo suyo es como si intentara comprender el desamparo en el que sumergió a sus personajes. Claudio Da Passano, Malena Figó, Elena Petraglia y Mercedes Docampo exhiben cualidades actorales tan únicas y valiosas que escucharlos y verlos nos acerca a esos cuentos que se releen una y otra vez, como si en cada lectura intentáramos descubrir algo nuevo.
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