Es hija y nieta de dos grandes del teatro, heredó la misma pasión y trabaja como profesora de inglés: “Gente obsesionada”
Renata Marrone continúa con el legado artístico de su familia y estrenó su segunda obra como dramaturga y directora
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Como actriz, dramaturga y directora teatral, Renata Marrone (38) integra la tercera generación de artistas de su familia: es nieta del grandioso Osvaldo Terranova, a quien no llegó a conocer porque murió tres años antes de su nacimiento, e hija de la prolífica actriz Rita Terranova.
Lejos de escaparle a ese resonante e inexorable legado artístico, Marrone empezó a estudiar teatro en el colegio a los ocho años, y a los 15 dio sus primeros pasos profesionales como actriz y asistente de dirección en una adaptación de Otra vuelta de tuerca, de Henry James, dirigida por su madre. “Mi familia era como un clan de gente obsesionada por el teatro; en mi casa no se hablaba de otra cosa”, dirá en esta entrevista con LA NACION por el estreno en el Teatro Nün de la comedia satírica Las hermanas Feller, su segunda puesta como dramaturga y directora, protagonizada por Malena Finamore, Mora Segade [la hija de Laura Novoa] y Laura Amatto Loyarte.

La obra cuenta la historia de tres hermanas adolescentes que son abandonadas abruptamente por sus padres artistas, que se van a Europa a perseguir sus sueños profesionales. “Ellas son excéntricas, se aferran mucho entre sí y tratan de que nadie se entere que están solas. Y lo que pasa es que están invertidos los roles: las niñas son como adultas y los adultos son como niños. Después, vuelve la madre y, bueno, no les cuento más así la van a ver”, dice la autora, y adelanta que la estética de esta obra está inspirada en el cine de Wes Anderson.

-¿Cómo fue el proceso de creación de Las hermanas Feller?
-Yo estudié actuación con Cristina Banegas; escritura, con Hebe Uhart, y dramaturgia, con Sol Rodríguez Zeobane. En este último taller escribí dos obras: una, que ahora salió seleccionada para una feria de dramaturgia, que se llama La fabulosa historia de Sarita, y Las hermanas Feller, que elegí montar primero porque es la que me parece más aprehensible, más de este momento, la que más me resonaba. El proceso fue largo. En marzo del año pasado, cuando empecé a hacer las audiciones para las chicas [los personajes protagonistas], todavía no la había terminado de escribir, me faltaba el final y algunas escenas del medio, y quedó lista en mayo, al inicio de los ensayos.
-La puesta en escena tiene condimentos muy particulares.
-El concepto que acuñé mientras se iban desarrollando los ensayos fue de biodrama de ficción. Entonces, se trabaja mucho con proyecciones y hay mucho trabajo lumínico. Además, está inspirada en el cine de Wes Anderson. Hay una referencia estética notabilísima para mí con un trabajo enorme sobre la precisión de los movimientos, de las imágenes, de la luz, de la simetría y del color. Las chicas están vestidas en una gama de colores que son el rojo, el naranja y el amarillo, y las paredes son del mismo color, como que ellas, en cierta forma, son la casa.

-¿Te interpela la temática de la familia?
-Los temas que me interpelan a la hora de escribir tienen que ver un poco con lo que va apareciendo, con lo que uno se obsesiona, lo que a uno le interesa. El denominador común que veo en mis trabajos es la orfandad y la construcción de nuevos espacios, de nuevas familias, de nuevos modos de vincularse.
-¿Eso lo relacionás con tu historia?
-No sé si lo relaciono particularmente; es algo medio inconsciente, quizás.
“El teatro es mi casa”
-¿Cómo fue crecer en un ambiente marcadamente artístico, con el trabajo de tu madre y el legado de tu abuelo?
-Mi abuelo murió antes de que yo naciera, pero mi casa era un teatro. Porque, además, el móvil de todos los integrantes de mi familia siempre fue el teatro, en mi casa no se hablaba de otra cosa. Era como un clan de gente obsesionada por el teatro, y fue muy fuerte crecer alrededor de gente tan apasionada, como de locos, en un buen sentido, pero tan arrastrados por un único objetivo. Además, mi abuelo tuvo una historia muy dura hasta que llegó a dónde llegó. Él siempre trabajaba, pero sufría mucho, era muy pobre, y se consagró después de los 50 años.
-¿Sentís que algo de eso marcó tu historia?
-Lo que a mí me pasa es que es que el teatro es mi casa. Yo me crié entre camarines, estuve siempre ahí, repetía la letra de mi mamá y la acompañaba a los ensayos y a las funciones. En mi casa se hablaba de teatro día y noche; vivían de noche y dormían a la mañana.
-¿Siempre supiste que querías dedicarte a esto, al igual que tu familia, o en algún momento pensaste en romper con ese legado artístico?
-Siempre supe, no hubo ninguna duda. Desde que tengo memoria decía “quiero ser actriz y escritora”. De hecho, hice otras cosas y trabajo como profesora de inglés como para tener cierta estabilidad económica, sobre todo cuando las cosas están muy duras, que es algo que también vi muchísimo en mi casa, desde muy chica, cuando no había trabajo. Y ellos no tenían herramientas para poder hacer otras cosas.
-¿Por eso quisiste ampliar tu abanico profesional?
-Como para tener más libertad de elección. Poder decir “esto lo quiero hacer y esto no”. De alguna manera, esa estabilidad te da libertad.
-A tu abuelo le costó un poco aceptar que tu mamá se dedicara a la actuación, igual que él, justamente por la inestabilidad de la profesión. ¿A vos te pasó lo mismo?
-No, para nada. Quizás, muy al principio, pero creo que siempre vio tanta determinación en mí que no hubo mucha manera de correrme.
-¿Cómo es trabajar con ella?
-Con mi mamá nos llevamos muy bien trabajando, porque estar juntas en el teatro es como estar en nuestra casa. Y nos nutrimos mucho, somos muy complementarias, es realmente placentero. Trabajamos juntas varias veces.
-Una frase de ella dice: “Uno renueva la vocación en cada trabajo”…
-Sí, claro, porque la vida es dura y porque el trabajo es duro, y uno puede tener mucha determinación, pero a la vez decir: “Che, esto es muy inestable”. Por ahí es mucho más fácil ir a la facultad, estudiar abogacía y trabajar de eso. A todos nos pasa en mi familia, pero es tan grande el fuego que es como un ritornello, siempre está volviendo, el teatro siempre vuelve a uno, siempre te viene a buscar. Yo siento eso, una relación muy inevitable, muy apasionada.
-Tenés una hija de nueve años. ¿Ella también sigue los pasos artísticos de los Terranova?
-Sí, bastante, muy a mi pesar [se ríe]. Hace danza y es muy buena con las manos, con las artesanías, igual que mi mamá.
-¿Ya querés que se termine la generación de artistas?
-Uno tiene la fantasía, pero me parece que es una es una fantasía de protección que tenemos los padres de querer asegurar [el futuro], cuando nada puede asegurarse. Uno se vuelve muy conservador cuando tiene hijos.
-¿Cómo ves la escena cultural actual?
-Es un momento muy desolador del país y del mundo, y uno siente muchísimo aislamiento, aparte de lo dura que está la economía. Lo que pasa es que justamente por eso uno necesita generar más resistencia a través de la creación. La cultura está siendo atacadísima desde todo punto de vista por este gobierno. Entonces, hay que producir más cultura. Y hay que estar con otros. Todo apunta a que estemos solos o que estemos aislados. Y el teatro lo que tiene de bueno es que vos te fugás de la identidad individual, que es una carga tan pesada, para tener una identidad colectiva. Entonces, la única manera de salir adelante es estando con los demás, creando identidades colectivas.
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