Gorostiza, siempre vigente
Los hermanos queridos/ Autor: Carlos Gorostiza/ Intérpretes: Norberto Gonzalo, Alejandro Fain, Nora Kaleka, Silvana Sabetta, Marianela Ávalos, Gabriel de Coster/ Escenografía y vestuario: Lucía Trebisacce y Carlos Bustamante/ Asitente de dirección: Patricio Gonzalo/ Dirección: Lizardo Laphitz/ Sala: La Máscara, Piedras 736/ Funciones: Sábados, a las 20:30/ Duración: 75 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
Una historia familiar conocida, seguramente, por muchas personas. Dos hermanos están distanciados hace tiempo. Sus esposas deciden organizar el reencuentro con la esperanza de que ambos recuperen algo del afecto perdido. La acción transcurre en una misma noche y en un espacio común. Los personajes se cruzan en escena pero no se perciben. Cada familia sigue su derrotero, esperan a los parientes. El resultado será muy diferente al planificado.
Sencillo en su estructura, exquisito en el diseño de los personajes y aún en ese entramado de situaciones conflictivas, Carlos Gorostiza escribió este drama en 1978. La época aparece como un dato de extrema contundencia, sobre todo en la historia de Alicia, la hija que ha decidido exiliarse en Venezuela con su pareja. Pero más allá de esa referencia, Los hermanos queridos mantiene una raíz muy íntegra.
Los personajes parecerían ganarle la batalla al tiempo. Porque sus problemáticas resultan muy actuales y no sólo provocan interés en el espectador sino que, además, en muchos casos, esos mundos internos resuenan todavía con fuerza.
Sin duda, la puesta que concreta Lizardo Laphitz es muy rigurosa a la hora de profundizar en esa realidad, por momentos hasta descarnada, en la que se mueven estos seres casi desangelados que intentan anclar en un mundo menos caótico, más contenedor. El director conduce con mucha precisión a sus intérpretes y esas criaturas logran resignificarse en este presente, con verdadera elocuencia.
El equipo actoral se muestra muy consolidado. Norberto Gonzalo y Alejandro Fain (los hermanos) son individuos de cualidades muy opuestas y exponen un contrapunto bien dinámico. Hay mucha valentía en ambos a la hora de sostener sus decisiones y esto promueve una carga emotiva que conmueve, sobre todo, porque ayuda a reflexionar sobre ciertos mecanismos que dan forma a los lazos familiares.
El resto del elenco se mueve con mucha solvencia dentro de ese campo dominado por conductas inestables, siempre a punto de estallar. Pero optan por acomodarse a las circunstancias, aun con el riesgo de transformarse en fuertes perdedores. No llegan a eso. Simbolizan a una clase social, en un social histórico determinado. Quizá lo doloroso es que, 36 años después, nos parecen tan cercanos.
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