Se ahonda la crisis del Teatro Cervantes
Acusa a la Secretaría de Cultura por una "campaña de difamación" y Rubens Correa aún no ha sido puesto en funciones
"Decir por ahí que la situación me desbordó y que hice el presupuesto mal, es todo una mentira y ellos [los de la Secretaría de Cultura de la Nación] saben que es mentira. No soy un pelotudo y sé de dónde vienen [esos comentarios]", dice Alejandro Samek en su despacho de Andamio 90, luego de su gestión de un poco más de un año como director del Teatro Nacional Cervantes. Durante las últimas temporadas, la sala viene atravesando un conflicto de arrastre que hizo que durante todo este año no hubiera podido abrir sus puertas.
Con dos gremios enfrentados (ATE y UPCN), unas paritarias que no conformaron a todos, amenazas de sanciones por parte de la Secretaría de Cultura y rumores de acuerdo, junto con la renuncia de Samek dejaron sus cargos la totalidad de los integrantes del consejo artístico asesor. Por otra parte, el pago a los elencos de las obras que no se sabe si se estrenarán, pero que se ensayaron, más la puesta en marcha del Programa Federal, se llevan buena parte del millón doscientos mil pesos que había para la producción artística de 2007.
Ante la partida de Alejandro Samek, se tendría que hacer cargo de la sala Rubens Correa, el subdirector. Pero aunque el doctor José Nun, secretario de Cultura, hizo público su nombramiento el 20 de enero de este año, inexplicablemente no se firmó el decreto en virtud del cual se lo pone en funciones. Por eso, Samek accedió a seguir firmando los papeles para no paralizar aún más a una sala paralizada. Pero se cansó.
"Han pasado más de 30 días; el tema [de la designación de Correa] no se ha resuelto y no me importaría seguir firmando si con eso ayudara a que el teatro funcione. Pero habida cuenta de la campaña de difamación hacia mi gestión y mi persona, orquestada desde la oficina de prensa de la secretaría, le informo que a partir de la fecha haré efectiva mi renuncia aunque formalmente la Secretaría de Cultura de la Nación no me lo haya aceptado", escribió anteayer Samek en una carta enviada al jefe de Gabinete de Cultura a la que tuvo acceso LA NACION.
Por tal razón, desde anteayer, todos los papeles, contratos y expedientes tienen que ser enviados a la Secretaría de Cultura de la Nación para que sean firmados allí. El peor chiste para un ente supuestamente autárquico desde hace diez años.
-¿Por qué sostiene que hay una campaña orquestada contra usted?
-Nun dijo que me había mandado al Cervantes en el 2005 para que me fuera interiorizando del tema, pero que, evidentemente, no había podido. En realidad, cualquiera sabe que el director del teatro no puede resolver el problema porque tienen que intervenir tantas áreas de lo que se llama el Estado empleador. Por otra parte, cuando hablan de todo lo que se hizo en el Cervantes es lo que hice yo y no la Secretaría de Cultura.
Samek habla de su gestión con indignación y tristeza. También hay algo de libertad en su manera de decir las cosas, como si supiera que ahora habla sin pedir permiso. "Llegué al teatro a fines de mayo del 2005, cuando el conflicto ya existía, con la idea de ayudar a Julio Baccaro [el anterior director de la sala] a resolver las cuestiones que tenían que ver con lo gremial. En realidad, Nun me mandó porque quería sacarme de donde estaba y poner a otro. Si luego me designó director del teatro es porque nadie quería hacerse cargo del Cervantes", dice el hijo de la desaparecida Alejandra Boero.
-¿Cuál fue el primer conflicto fuerte que tuvo?
-Fue con una nota tuya publicada en LA NACION el año pasado en la que, recordarás, yo no me quería sacar una foto con el fondo de la sala María Guerrero. Por un lado, fue por esa foto [la misma que se reproduce para esta nota] y, por otro lado, por las cosas que yo decía. Pero ¿qué decía en esa nota? Que habíamos arreglado esto, esto y esto -que yo te lo mostré contento-, y que faltaba esto, esto y esto. Nada más. En ese momento [Nun], me acusa de vedettismo. "Si seguís así no vamos a poder continuar", me dijo. Ahí mismo le dije que, si le generaba problemas, me iba mañana mismo. Pero dio marcha atrás y me quedé.
-¿Cómo siguió la cosa?
-Tuve otro incidente por otra nota. "Cada vez que hablás es como si te pusieras fuera del gobierno", me dijo. Todo lo contrario. Uno colabora cuando enumera las cosas que hay que hacer. Y cuando yo estoy convencido de algo, me comprometo, trabajo y gestiono. Y gestionar es arremangarse, laburar y no hablar del tema.
El top five de los problemas
Continúa: "El problema del Cervantes es un problema de estructura obsoleta; un problema de presupuesto, de enfrentamiento de dos sindicatos que no consiguen ponerse de acuerdo en cosas importantes, un problema interno entre dos grupos grandes de personas y un problema de saneamiento en el funcionamiento de las compras. Entonces, no se puede decir que se arregla con dinero. Según dicen en Cultura han conseguido, supongo que vía Planeamiento, el dinero para que en el Bicentenario la sala esté brillante..."
-También hablaron de un acuerdo con España.
-Mirá, desde que entré a trabajar en Cultura, convocado por Torcuato Di Tella, ya se estaba hablando de ese acuerdo. Eso no es una novedad. Tampoco se puede decir que el teatro está funcionando porque las salas están cerradas por un conflicto. Ese conflicto está arruinado y complicado porque en su momento no se lo trató adecuadamente. Y cuando hablo del Estado empleador no me pongo afuera porque hasta el 24 de abril yo formaba parte de ese equipo. Lo que pasa que el Estado empleador no es solamente la Secretaría de Cultura. Es Cultura, Gestión Pública, Economía, Trabajo... Y para ir a una paritaria con los gremios hay que hacer otra reunión previa para tratar de poner de acuerdo a todas las partes del Estado empleador. Como es tan complejo el tema, se requiere humildad, paciencia, sencillez para trabajar y no subirse arriba del pedestal y hacer discursos.
-Públicamente, durante su gestión, pocas veces se lo vio acompañado por el secretario de Cultura. Es más: usted también empezó a tomar distancia de los medios.
-¿Te cuento lo que pasó? En una oportunidad, te dije que oficialmente te iba a contestar únicamente por escrito. Vos me enviaste un cuestionario y yo redacté la respuesta. Antes de enviarla, llamo a la secretaría y digo: "LA NACION me está persiguiendo con esto y le voy a contestar así". Me piden que le mande el escrito; lo hago, y la oficina de prensa me reescribió la nota. Eso es indigno. Pero en virtud de que el tema era muy difícil, me la banqué. Es lógico que los periodistas te llamen y te pregunten; sobre todo cuando el teatro no está funcionando. Pero decir la verdad de lo que pasa a alguna gente le molesta.
Alejandro Samek cuenta que otra nota en la que se publicaron palabras suyas dichas en una reunión abierta de teatristas fue el detonante final. Según apunta, fue a una reunión del MATE con la información que le había brindado Nun. Supuestamente, el secretario de Cultura había hablado del Cervantes tanto con el presidente Néstor Kirchner como con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. El Presidente habría dicho: "Hay que resolverlo y dejarse de macanas". El jefe de Gabinete, enterado del monto necesario que haría falta para dar respuesta a las demandas de los gremios, habría expresado: "Eso no es plata para tener un conflicto". Sigue él: "Era la argumentación más sólida que tenía para demostrar que el gobierno no se desentendía del tema. Pero como salió publicado, me llaman y me dicen que [Nun] estaba con un disgusto tremendo. Y como me cuentan que al otro día me iba a pedir la renuncia, renuncié yo. Así fue la historia y acá estamos".
¿Entonces a Alejandro Samek lo echaron por supuesta incompetencia o por haber abierto la boca? Mientras tanto, a la parálisis que tiene inmovilizado al Cervantes desde hace tiempo ahora hay que sumarle la presencia de un director imposibilitado de firmar hasta el más mínimo papel.
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