La extraña dama: Jeannette Rodríguez y la escandalosa renuncia que le abrió la puerta a Luisa Kuliok
Luisa Kuliok no fue la primera actriz convocada para interpretar aquel inolvidable personaje de sotana en la telenovela La extraña dama. ¿Cómo? ¡No puede ser! Tal afirmación puede sonar descabellada teniendo en cuenta la identificación de aquel título con el nombre de la actriz. Sin embargo, la historia previa al debut de aquel famoso culebrón desnuda los pormenores que llevaron a Kuliok a interpretar el papel que había sido previsto para la venezolana Jeannette Rodríguez.
Mil y una anécdotas rodean la preproducción de este programa icónico y referencial del género. Y hasta alguna aventura de ribetes detectivescos sazonan el backstage. Es que la televisión ofrece ficciones que pueden convertirse en suceso, pero los pasillos de los canales y las productoras esconden historias que, de salir a la luz, bien podrían tener tanto o más impacto que las que se emiten al aire. Esta telenovela no estuvo exenta a la regla.
Desafío inicial
La extraña dama ha sido uno de los grandes éxitos de la televisión argentina. Un suceso producido por Omar Romay que se emitió por la pantalla de Canal 9 Libertad, la señal que comandaba el Zar Alejandro Romay, padre del productor. La tira se estrenó un 12 de septiembre de 1989. Dadas las restricciones energéticas, las transmisiones de los canales se iniciaban a las 18, justamente el horario fijado para emitir la novela abriendo la programación del 9.
Las expectativas, si bien eran muchas, también contemplaban un posible fracaso debido a la contingencia poco habitual en torno a la transmisión acotada de los canales y la consecuente merma en los niveles de audiencia. Tal cosa no aconteció. La extraña dama anduvo bien desde el inicio, promediando los 12 puntos. A medida que los televidentes se involucraban con la historia, los niveles de rating fueron creciendo, logrando picos de 46 puntos. La propuesta se convirtió en una de las más recordadas de la televisión nacional e internacional, dado que sus capítulos también se vendieron a Italia e Israel, entre otros mercados ávidos de la ficción argentina.
El exitoso culebrón aún está presente en el imaginario colectivo porque, en gran medida, la interpretación de Luisa Kuliok como Gina Falcone, Sor Piedad o la Baronesa Manfredi fue magnífica. Esa extraña dama del título no pudo tener mejor alma. Sin embargo, lo que casi nadie sabe es que el papel estuvo a punto de ser interpretado por la actriz venezolana Jeannette Rodríguez, otra estrella del género de aquellos tiempos.
"La extraña dama nace con un desafío que me hace papá. En 1988, yo estaba dedicado a abrir mercados internacionales para los contenidos argentinos. Mi idea era convencerlo a él sobre que se requería invertir más en la producción de telenovelas, pues consideraba que teníamos grandes autores y actores, pero había que gastar más en producción. Él, en cambio, creía que no se podía invertir más de lo que el mercado publicitario de Argentina le ofrecía. Como yo insistía con mi postura, al tiempo se cansó de mi discurso y me dijo: 'Si tanto sabés, volvé, invertí tu dinero'. Pues bien, regresé de Los Ángeles y puse manos a la obra", recuerda Omar Romay, el exitoso productor y empresario quien, además de ser un impulsor fanático de la ficción televisiva, también fue el responsable del Canal 41 de Miami.
Faltaban algunas semanas para el inicio de las grabaciones. El equipo autoral conformado por Lucy Gallardo, Daniel Delbene, Norberto Vieyra y Marcia Cerretani trabajaban activamente en los guiones, mientras se definía el elenco protagonista. Cuando Alejandro Romay incita a su hijo a producir una ficción como éste la soñaba, Omar se pone en marcha rápidamente: "Pensé en regresar al país y producir dos telenovelas. Contraté a Jorge Martínez, que estaba en México grabando El extraño retorno de Diana Salazar, y a Victoria Ruffo, quien había hecho un éxito en Argentina, y a nivel internacional, con La fiera. También me fui a Puerto Rico y contraté a Pablo Alarcón y a Jeannette Rodríguez, quien venía de un gran éxito en España y Estados Unidos con Cristal", explica Omar Romay.
Todo marchaba bien. Como suele acontecer, se iban firmando los contratos mientras se armaban las escenografías y se buscaban las locaciones de exteriores que caracterizaron a esta gran superproducción que marcó una diferencia estética con sus antecesoras del género. Sin embargo, el diablo metió la cola y el posible elenco comenzó a diezmarse: "Victoria me llama un día y me dice que no podía sumarse". Esa charla con Omar Romay tenía detrás una suerte de mandamiento de Emilio "El Tigre" Azcárraga, un magnate de los medios de comunicación que fundó Televisa, el coloso televisivo mexicano: "El Tigre la invitó a Victoria a su oficina y le recordó que la casa donde vivía era de él, que la casa donde vivía su madre también era de él, que el auto y el chofer los pagaba él y que, si se iba a Argentina, se olvidara de México para siempre". Si bien la presencia de Victoria Ruffo se tronchó, fue ella quien le sugirió a Omar el nombre de Lucy Gallardo, una actriz argentina, radicada en México que había escrito una fotonovela sobre la obra teatral El muro de las piedras: "Me enamoré de la historia y la contraté para que me ayudarla a adaptarla para televisión". Gallardo fue parte del staff autoral de la novela.
Entre las mutaciones que fue sufriendo La extraña dama en la conformación de su elenco original, tampoco Pablo Alarcón fue de la partida: "Le cedí el contrato de Pablo a papá e hizo Regalo del cielo".
¿Y Jeannette?
Finalmente, todo estaba listo para comenzar a grabar. Pero, al mejor estilo de las grandes producciones internacionales, se decidió presentar el proyecto con antelación: "Con Jorge Martínez y Jeannette Rodríguez como protagonistas convocamos a una conferencia de prensa un día viernes antes de iniciar las grabaciones. Todo el elenco estaba contratado bajo la dirección de Diana Álvarez. Pero, ese viernes, Jeannette Rodríguez no se presentó para desarrollar la rueda de prensa", explica Romay.
Según el productor, tamaña fue la sorpresa cuando la gran estrella del proyecto no llegaba. Finalmente, se excusó diciendo que se encontraba con gripe y fiebre, lo cual le impedía salir de su habitación del Hotel Plaza donde estaba hospedada. Para esa misma fecha, el productor peruano José Crousillat había llegado a Buenos Aires. Se trataba de otro de los popes del mundo televisivo latinoamericano que había vendido sus telenovelas a Estados Unidos y Europa. Esto generó una sospecha en Omar Romay, quien ya había vendido La extraña dama, aún antes de iniciado el rodaje, a lo que hoy es la cadena Telemundo de Estados Unidos por una cifra de seis mil dólares el capítulo.
"Ante la ausencia de Jeannette a la conferencia de prensa, ese viernes llame a papá y le expliqué lo que estaba pasando", recuerda Romay. Lo que sigue es una digna escena de vodevil: "Papá y yo fuimos al Hotel Plaza. En el lobby, él se acercó al mostrador y preguntó cuál era el número del bar, pidió un teléfono y ordenó un té para la habitación de Jeannette Rodríguez. Luego nos escondimos en las escaleras del tercer piso desde donde podíamos ver la puerta de la habitación y la llegada del mozo con la bandeja y el té. Al golpear la puerta, Jeannette contestó que ella no había ordenado ningún té. A lo que el mozo le respondió que lo dejaba al pie de la puerta. Esperamos y, cuando Jeannette abrió, saltamos desde las escaleras e impedimos que cerrara. Empezó a los gritos y nos dijo que estábamos invadiendo su privacidad. Le explicamos que si estaba enferma debíamos llamar al médico y que solo estábamos allí preocupados por su salud", recuerda con lujo de detalles Omar Romay. Finalmente, el personal de la salud hizo su trabajo: "Diagnosticó que ella no tenía fiebre ni gripe".
Sin embargo, Jeannette Rodríguez da otra versión de los acontecimientos. Consultada por LA NACIÓN reconoció algunos aspectos de la historia, aunque buena parte del culebrón difiere de lo contado por Romay: "Yo estaba en la cama, tengo de testigo a una amiga de ese momento que me estaba acompañando. Mi representante se había ido. Estuve un mes y medio guardada en el Hotel Plaza. ¿Para qué? No quiero entrar en detalles. Irrumpieron en mi habitación, hubo un destrato muy grande hacia mi persona, quedé traumatizada. Entraron cuatro hombres y una señora de pelo rubio. ¡Me pusieron una escribana! Desde un punto de vista, es cómico, es para hacer una comedia. Alejandro era un señor con su genio, con mucho temple. Me decía: 'Ni Cantinflas me ha dejado a mí'. Fue una cosa horrible lo que viví. Alejandro le decía a la escribana: 'Escriba ahí, escriba, escriba'. Y yo en la cama. Es obvio que quedé muy traumatizada", explica la actriz.
Luego de aquel episodio, el curso de los acontecimientos se tornó irreversible: "Si te tocan la puerta, entran, estás en pijama, ¿quién puede luego hacer una novela? Entré en crisis nerviosa, en llanto, quedé muy traumatizada. Entonces, se buscaron los abogados y ellos se encargaron de todo. También se ha dicho que me he quedado con dinero y eso no es cierto. Soy una mujer muy responsable, muy profesional, jamás hice una escena de esa producción y jamás me quedé con dinero de ellos. Se devolvió todo, los abogados se encargaron. Nosotros no nos debemos nada", reconoce Rodríguez desde su hogar en Miami.
Al día siguiente, regresó a Venezuela, según Romay porque "había firmado con Crousillat para hacer Pobre Diabla y una segunda novela a definir". Jeannette no niega su continuidad laboral: "Fue muy difícil para mí, no quiero volver atrás. No tenía otro proyecto, pero, obviamente, tenía que seguir trabajando".
Del Boca o Kuliok, esa es la cuestión
A la luz del tiempo hoy resuena anecdótico, pero en su momento significó un verdadero trastorno el repentino abandono de la protagonista de la historia. Además, se trataba de una figura internacional; conseguir otra, negociar cachet y comenzar a grabar a las horas era una proeza titánica muy difícil de lograr.
"El sábado hablé con Diana Álvarez y decidimos que el papel lo podían hacer Andrea del Boca o Luisa Kuliok. El lunes me reuní con cada una para contarles la historia. Luisa no podía contenerse. Era claro que ésta era la novela de su vida. Así lo sintió ella, así me lo hizo sentir a mí", dice Romay, quien, debido a los cambios, perdió la venta del material a Estados Unidos, pero, al año, se convirtió en un suceso en el mercado italiano. Revancha empresarial. El convencimiento de Luisa fue toda una señal para el productor quién, obviamente, se decidió por ella.
Mientras se definía quién sería la estrella protagónica femenina, apareció un nuevo conflicto: uno de los actores también se bajaba del proyecto. Otro dolor de cabeza para Omar Romay: "A Osvaldo Laport lo contraté para hacer el papel de Carlos, uno de los dos amigos de Marcelo Ricciardi, el protagónico que hacía Jorge Martínez. Ese lunes, en el que estábamos decidiendo si contratábamos a Andrea o a Luisa, Osvaldo viene a verme. Me dice que no puede hacer la novela y me pide que rompa su contrato".
Semejante planteo tenía que ver con otra oferta laboral que Laport consideró más importante: "Me dijo que había recibido una oferta para protagonizar una telenovela en Venezuela. Recuerdo que le respondí con una pregunta: ´¿Con Jeannette Rodríguez y producción de Pepe Crousillat?´". La respuesta fue afirmativa. El actor reconocía que se trataba de un papel bisagra en su carrera: "Omar es mi primer protagónico, lo necesito", le había dicho Laport al productor, quien apeló a una contrapropuesta: "Le dije que lo dejaba libre, pero si me daba su palabra que, después de protagonizar con Jeannette, al primero que llamaba era a mí. El día que se liberó, me llamo por teléfono". Aquel personaje masculino en La extraña dama fue interpretado por Gustavo Garzón. La tira tuvo una factura impecable, a tal punto que la propia Jeannette Rodríguez lo reconoce: "Felicito a todo el equipo porque hicieron un gran, un estupendo trabajo".
El culebrón dentro del culebrón tiene un episodio final: "Años después, en Miami, en un programa de mi canal entrevistan, en vivo, a Jeannette Rodríguez. No lo podía creer. Las circunstancias la habían traído nuevamente cerca mío. Dejé dicho en la portería que le avisaran que la invitaba a tomar un café en mi oficina", explica Romay. "Fui a ese canal sin saber que era el canal de él, lo juro. Es que soy muy despistada. Dios me mandó allí. Cuando terminó la entrevista que me hicieron, se apagaron las luces y ahí recién me dijeron que me esperaba Omar. Yo seguía sin saber que era su canal", explica la actriz sobre aquel encuentro fortuito que significó el apretón de manos pendiente entre el exitoso productor y aquella actriz que no formó parte de su elenco.
La extraña dama es una de esas novelas que pasaron a la historia. En la maraña de culebrones, no son tantos los que trascienden las décadas y siguen instalados en la memoria colectiva. Algo poderoso se había gestado en ese guion y en un elenco perfecto, aunque sin Jeannette Rodríguez.
"Siempre estuve muy agradecida y honrada por el llamado, siempre se lo agradeceré a esta familia. Las diferencias no importan, estoy muy agradecida porque era mi personaje, era mi novela y ellos pensaron en mí. Se empañó todo, se metieron otras personas que no vienen al caso, lo pasé terrible. Después del éxito de La dama de rosa y Cristal en el mercado europeo, esta era la novela que íbamos a colocar. Si alguien tenía ilusión por este proyecto era yo. Es que la extraña dama soy yo, era para mí. Estaba encantada con Gina. Cuando me vistieron de monja era preciosa, era un sueño. Yo todavía puedo ser la extraña dama. Así que, si me están escuchando, aquí estoy. Conozco el personaje de la A a la Z. Estoy más mujer, así que podría dar mucho más como Gina o Sor Piedad. Si lo vuelven a hacer, aquí estoy, no pasa nada. Me tocó vivir eso y a ellos también porque estoy segura que estaban muy ilusionados con que yo hiciera ese trabajo. Pero la vida es así, a veces te da trastazos", se lamenta la actriz.
Omar Romay recuerda los episodios previos a la primera grabación de La extraña dama como un capítulo más en su extensa trayectoria como realizador de sucesos. Una anécdota con final armónico en su oficina de Miami: "Ese día, hicimos las paces", concluye Romay.
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