El arte de la entrevista y el rock de los Stones
En la avalancha de los acontecimientos esta columna coincidió con las repercusiones de las elecciones PASO y las esquirlas del masivo voto al candidato Javier Milei. Como no es este un espacio de análisis político sino de entreveros en la cultura contemporánea, el tema se coló con el tweet de la starlet Lali Espósito expresando su preocupación por el resultado de las elecciones y la respuesta asordinada del candidato ante la consulta ansiosa que esperaba encender la chispa de su verborragia. La columna, entonces, iba a tratarse de una nueva aparición de los Rolling Stones en la política argentina a partir de la indiferencia de Milei por los dichos de la actriz y cantante. Que no la conocía, que él no consumía música popular, que lo suyo son los Rolling Stones y la Ópera, según dijo. Otra vez los Stones, como en aquella foto con Menem donde el riojano parecía salido de la tapa de Dirty Work, o después con Macri, entreverados en el poder de la Argentina de manera casual o no.
El tema de esta columna podía haber sido entonces entender en ese señalamiento de Milei la diferencia entre pop y popular y el lugar del rock clásico (porque eso son los Stones, además de vanguardistas populares al menos en la etapa 68-73) como un consumo de distinción en 2023. Ese uso de los muy populares Stones los devolvía a un lugar de nicho que ocuparon en Buenos Aires por lo menos hasta principios de los 80, aunque usted no lo crea. No era ya la foto de los presidentes de turno congraciados con los rock stars que llenaban estadios sino que el candidato más votado en las primarias los usaba para despegarse de una polémica estéril (como si no hubiera cosas más importantes que discutir) poniéndolos como ejemplo de lo contrario de una música que ha decidido ignorar y a la que llama “popular” como si esta, el neo rock&roll inglés como lo llamó Caetano Veloso, no lo fuera. Bueno, el tiempo pasa y los Stones no solo quedan sino que las apropiaciones cambian de forma (para atacar). Son ahora enunciados como un gusto highbrow en el mismo nivel de la Ópera para distanciarse de una cantante pop siglo XXI moldeada en el estilo de una Miley Cyrus (¿Milei Cyrus?).
Esta columna fue desviada de su intención original por la magistral entrevista que Samuel Gelblung le hizo al candidato más votado el martes por la noche en la señal de cable de Crónica. Gelblung tiene la misma edad que los Stones y, como ellos, sabe por diablo y por viejo (si se permite no caer en algún eufemismo sobre el paso del tiempo). Entonces el tema de esta columna ya no son tanto Milei y los Stones y su relación con el poder y el pueblo en la Argentina, o si el candidato es antipopular porque niegue a Lali o si Lali es una heroína de los derechos civiles por un tweet ni nada de eso. El tema es el arte de la entrevista. Un arte en retirada, en el ocaso. Sí, tanto como el de los Stones o Bob Dylan o Paul Mc Cartney (pero los Stones siguen siendo los malos, siempre). ¿Quién entrevista así a alguien que viene con el aval de las urnas apenas cuarenta y ocho horas después?
En lugar de buscar el costado irritable, el blanco fácil del libertario, Chiche Gelblung elige arroparlo en una intimidad en la que el candidato se siente tan cómodo como para deslizarse en un tobogán de plaza en el que no siempre espera arena en la caída.
“¿Tenés papá y mamá?”, es la pregunta animal, imprevista. El candidato dice que sí. “¿Te llamaron el domingo para felicitarte?”. Cirugía mayor. El candidato dice que no sabe; que tiene muchísimos mensajes en el teléfono; que puede ser; que no sabe. Gelblung se muestra asombrado y el candidato se desacomoda. Pero acá no hay coartada posible. Los padres no son a quienes hay que ganarles la “batalla cultural”. Solo que el candidato no sabe si lo llamaron. Y Chiche como Locche en el Luna Park golpea esquivando, acaricia con guantes de alambre de púa. No le hace falta sobreactuar nada. Pregunta y espera. Acaricia otra vez y deja expuestas las heridas. No hay espectáculo como una buena entrevista así como no habrá rock como el de los Stones (mal que le pese al consenso beatle). Conste que de política acá no se habla.