Lecturas: La Tiranía de la elección, de Renata Salecl
La eslovena Renata Salecl vuelve a reflexionar sobre los efectos del consumo y la publicidad en los modos de vida, un malestar contemporáneo que sigue sin encontrar respuestas
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¿Podría la libertad de elegir en la que se desenvuelven nuestras vidas esconder una ausencia real de elecciones? Si esta pregunta no resulta inquietante, puede reformularse de un modo más alarmante: ¿y si lo que experimentamos como la mayor libertad fuera lo innecesario de nuestras elecciones? Desde el pensamiento filosófico, estos interrogantes definen reflexiones cada vez más sensibles alrededor de la democracia y el mercado. Pero la ansiedad que provoca la falta de respuestas también llega al cine, como se verá, incluso en formas inesperadas.
Publicadas en inglés, su idioma original, hace doce años, las premisas a partir de las cuales la filósofa eslovena Renata Salecl (Gradec, 1962) analiza “nuestra cultura publicitaria” en La tiranía de la elección conservan el auténtico encanto de lo añejo. Repetidas y transitadas desde hace muchas décadas, que “la publicidad nos insta a vivir todo el tiempo decidiendo qué tipo de vida queremos vivir” o que “las elecciones de vida se plantean como si fueran elecciones de consumo” son ideas tan conocidas que Salecl no tiene más recurso para volver a justificar el abordaje que recordar su impacto tardío en “los países poscomunistas”, donde transitó parte de su vida.
Se trate de lógicas de consumo vinculadas al cuerpo, los afectos, las creencias, la reproducción o el trabajo, el ensayo de Salecl despliega a partir de ahí una receta de análisis previsible: referencias superficiales al psicoanálisis (con las infaltables citas de Jacques Lacan), analogías con el cine de Hollywood y alusiones a artículos periodísticos para subrayar preguntas donde, en apariencia, se presentan respuestas.
Exitosa y popularizada durante años por otro esloveno, Slavoj Žižek (con quien Salecl trabajó y estuvo casada), esta fórmula, demasiado calcada a la hora de la divulgación filosófica, por momentos acerca el tono del libro a una zona no tan distinta de la autoayuda, género al que la autora ataca precisamente por hacer lo mismo que ella: seguir un modelo popular y arbitrario respecto de quién o cómo ser.
Por supuesto, que el estilo o el catálogo de ideas de Salecl resulte un poco vetusto no quiere decir que lo revelado sobre la sociedad de consumo pierda vigencia. De hecho, ocurre lo contrario. Para muchos todavía es verdadero que bajo la lógica del cálculo “la búsqueda de una persona con quien casarse se plantea de modo no muy distinto de lo que es la búsqueda de un auto cero kilómetro”, y por eso puede constatarse que, para muchos más, “elegir la persona que queremos ser nos ha vuelto más angustiados y acaparadores en vez de más libres”.
En consecuencia, exceptuando a quienes dudan del psicoanálisis o consideran que la sociedad de mercado es perfecta, la única conclusión presumible de esta “ideología de la elección”, dirá Salecl, es que con la excusa de ofrecer una libertad plena, el capitalismo nos encierra entre diversas obsesiones con la perfección que, en realidad, “apenas nos dejan espacio para elegir”. La trampa es mayor cuando tales elecciones se circunscriben al amor y la sexualidad, donde el sujeto “vive preso de la angustia de fracasar a la hora de tomar la decisión ideal”.
Ante el mismo escenario, el propio Žižek escribió en 1998 y con más precisión en su libro En defensa de la intolerancia lo siguiente: “Lo que constituye el objeto predilecto del psicoanálisis son las consecuencias inesperadas de la desintegración de las estructuras tradicionales que regulan la vida libidinal: procura entender por qué el debilitamiento de la autoridad patriarcal y la desestabilización de los roles sociales y sexuales genera nuevas angustias en lugar de dar paso a un mundo feliz”.
La pregunta crucial es: ¿por qué repetir una y otra vez lo mismo? Probablemente porque todavía no ha sido escuchado. Y es Salecl quien ofrece una pista del motivo: “La falta de compromiso es el nuevo dictado de la moda”.
Para iluminar este equívoco, un buen ejemplo actual es la película francesa Titane, dirigida por Julia Ducournau (París, 1983) y ganadora de la Palma de Oro en el último Festival de Cannes. Aplaudida como una “controvertida” metáfora sobre la fluidez de los géneros envuelta en terror clásico, empoderamiento feminista, drama psicológico y erotismo cyborg, en su nivel más evidente Titane es la historia acerca de cómo Alexia, una mujer traumatizada por el temprano desinterés de su verdadero padre y atrapada en una existencia infantilizada y cruel, busca con desesperación a una figura paterna sustituta capaz de ordenar su vida.
A contracorriente del mandato de emancipación individualista y destitución patriarcal que domina la discusión pública, la postura de Titane en favor de un retorno al vínculo rector entre padre e hija tal vez sí sea una razón para considerarla “polémica”. Pero ¿esto no contradice lo que la película pretende representar y celebrar?
Salecl explica involuntariamente en La tiranía de la elección la paradoja al señalar que “no es lo mismo una sociedad donde los límites no existen que una ideología que representa a la sociedad como ilimitada”. En otras palabras, cuando nada ni nadie impone como autoridad externa ciertos límites, terminamos devorados por las prohibiciones creadas por nosotros mismos.
Entre su obsesión edípica por el acero de los autos y el frenesí homicida contra cualquiera que pretenda desearla, esto es lo que para Alexia transforma su búsqueda inconsciente de un padre en la única salvación. “Las cuestiones traumáticas que enfrenta una sociedad tienden a verse reflejadas en las prácticas artísticas que cobran notoriedad en esa época”, escribe sin sorpresa Salecl. Žižek podría agregar: en especial, cuando cobran notoriedad por las razones equivocadas.
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La tiranía de la elección
Por Renata Salecl
Godot. Trad.: Cristian de Nápoli
170 páginas / $ 1250
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En defensa de la intolerancia
Por Slavoj Žižek
Sequitur. Trad.: Javier E. Ceballos
123 páginas / $ 2950