Los mensajes contradictorios que Milei envía al mundo
Javier Milei nunca deja de llamar la atención en el mundo. En menos de dos semanas acaba de notificar a los interesados en invertir en la Argentina que una relación personal con él puede resultar más beneficiosa que un plan de negocios. Y, más importante, que la Justicia argentina seguirá siendo un costoso problema antes que una garantía.
La sobredosis de histrionismo con la que alcanzó una rápida fama global en el primer año de presidente lo expone ahora en aspectos menos presentables.
Todo ocurre luego de que a lo largo de 2024 generase hechos notables que le permitieron retratarse como un enérgico enemigo del gasto público como factor inflacionario. Lejos de reportarle problemas, el encauzamiento forzado de los ingresos respecto de los egresos y la reducción de los precios le reportan a Milei un generoso caudal de apoyo popular.
"Los dos últimos mensajes que Milei envió al mundo, el criptogate y el decreto para nombrar jueces en la Corte, implican la negación de un cambio de rumbo pleno"
Esos logros no siempre son presentados por el propio Milei en los grandes escenarios del mundo. En enero, en Davos, en lugar de hablar de las oportunidades que empieza a ofrecer un país con sus variables económicas en proceso de normalización económica, dictó una cátedra en contra de la cultura woke. Raro.
Al menos la mitad de los argentinos acompañan al presidente libertario y están convencidos de que el enorme esfuerzo social es necesario para cortar con años de desencanto, números públicos en rojo e inflación.
Esa popularidad lleva a sus propagandistas a recordar una obviedad: los argentinos se inclinarán siempre a apoyar a quien resuelva los problemas económicos sin importar otros. Para los defensores de cualquier gobierno no pesan asuntos tales como la crónica corrupción y su hermana gemela, la parcialidad judicial en beneficio del poder de turno y de los sobornos.
Los dos últimos mensajes que Milei envió al mundo, el criptogate y el decreto para nombrar jueces en la Corte, implican por acumulación y cercanía la negación de un cambio de rumbo pleno, tal como el que promociona.
"Nunca terminó de dimensionarse el aprecio de Milei a Menem, en principio limitado a los cambios económicos; detrás del presidente economista aparece un mal imitador de Trump"
Suponen también una bomba de tiempo para el propio modelo de transformación económica. Lejos de las luces de los grandes escenarios y de las fotos con grandes celebridades, y aun de la proximidad con el avasallante Donald Trump, Milei alimentó en los últimos días la convicción de que la Argentina no cambiará del todo si la mutación prescinde de algo tan elemental como bajar los niveles de corrupción y lograr que la Justicia, sin bloquear la apertura de la economía, encarne la seguridad jurídica que el país necesita.
Pocos meses atrás, una misión de empresarios argentinos visitó varias de las empresas energéticas más importantes del mundo radicadas en Houston, Texas. Al final de una de esas exposiciones, uno de los ejecutivos que recibió a la delegación les resumió sobre el fenómeno y las posibilidades de la explotación de Vaca Muerta: “Cuando regresan nuestros ingenieros de los potenciales yacimientos es como si volviesen de Disney, están fascinados. Pero cuando viajan a Buenos Aires nuestros hombres de finanzas y nuestros especialistas en leyes, regresan espantados”.
El decreto de Milei para nombrar a Manuel García Mansilla y en especial a Ariel Lijo expone a su gobierno a la desconfianza externa y prolonga una larga tradición argentina. Aquella mala fama tiene continuidad; recuperar la confianza externa puede tardar varias administraciones en modificarse.
"Milei les regaló en las últimas semanas a los despintados jefes de los partidos tradicionales una oportunidad para unificar lo que les queda"
Si gracias a una Justicia que funciona en relación con las necesidades de los que mandan el Presidente puede sentirse un poco más tranquilo en el país que en el exterior, el nombramiento sin acuerdo del Senado de dos ministros de la Corte pone en crisis varias relaciones esenciales para todo gobierno.
La primera es con la propia Corte Suprema, que, aunque en los últimos días haya enviado señales para evitar la confrontación, está expuesta a tomar decisiones más o menos inmediatas respecto a la incorporación de los jueces nombrados por decreto.
La maniobra para incorporar a Lijo, atribuida a la ambición de Ricardo Lorenzetti para recuperar la presidencia de la Corte, abre serios interrogantes sobre el funcionamiento de un tribunal que, aunque con duros enfrentamientos internos, actuó en los últimos años sin dictar fallos absurdos.
¿Espera Milei tener como su admirado Carlos Menem una Corte Suprema con una mayoría automática? El decreto para lograrlo es el camino más rápido, pero también el más riesgoso para alcanzar ese propósito.
Nunca terminó de dimensionarse el aprecio de Milei a Menem, en principio limitado a los cambios económicos. Detrás del presidente economista aparece un mal imitador de Trump.
Menem envileció la Corte con un tribunal a control remoto sin el apuro de Milei; aquel presidente peronista tenía mayoría plena en el Senado. Este presidente libertario tiene por ahora pendiente ganar las elecciones de octubre para empezar a armar una estructura parlamentaria que, aun con un triunfo extraordinario, lo dejará lejos de evitar los acuerdos con otros partidos.
Milei, por lo demás, les regaló a los despintados jefes de los partidos tradicionales una oportunidad para unificar lo que les queda. Kirchneristas, macristas y radicales, aun con el riesgo de terminar pegados entre sí, tienen motivos distintos para rechazar el decreto. La gente de Cristina Kirchner, porque todo lo que haga Milei siempre estará mal, y un decreto en lugar de dos tercios del Senado son suficiente motivo.
Macri encontró una causa para diferenciarse a pesar de que incurrió en el mismo error, luego se arrepintió y terminó proponiendo al Senado a Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti.
El radicalismo, en sus peores horas desde la caída de Fernando De la Rúa, tal vez pueda recordar que alguna vez su programa fue la Constitución.
Milei quedó expuesto a pagar el costo de otro error no forzado. Está escrito en las reglas del país. No se puede decretar todo, no se puede auspiciar en las redes sociales ninguna estafa.