Piazzolla: una discografía inabarcable
Una guía sucinta para explorar el complejo catálogo musical del bandoneonista
“Que se baile... pero que también se escuche”. La frase, con la que Astor Piazzolla defendía su música, sigue resonando con eco a la hora de explicar una corriente, un estilo, una renovación, que la Argentina y todo el mundo llamaría “nuevo tango”. Escuchar, además de ir la milonga, significaba una tarea intelectual separada de la danza, no muy lejana de la revolución de otra música popular, la del bebop que también en los años 40, reclamaba un jazz diferente al de los salones de baile de swing y sus piezas orquestales.
El problema no es escuchar a Piazzolla, sino cómo escucharlo. La cantidad de sellos en los que grabó (desde pioneros en la música independiente argentina como Trova y TK, hasta las grandes discográficas del mundo como Columbia y RCA), los países en los que entró a estudios de grabación (sus época italiana o norteamericana) o la cantidad de formaciones (orquesta típica, quintetos, octetos, nonetos, registros con orquesta sinfónica, etc.) hacen que la tarea, siempre placentera, pueda ser además muy confusa. Tampoco ayuda la cantidad de colecciones y compilados, invariablemente llamados Adiós Nonino o Libertango.
Para analizar, explorar y elegir entre la discografía del bandoneonista, hay que tener en cuenta que Piazzolla dejó su propia orquesta de 1948 haciendo surgir algo nuevo en la historia del tango: el nacimiento del compositor profesional que escribe música para otras orquestas e incluso para películas. Antes de que el propio Piazzolla adquiriera fama con sus nuevas formaciones, orquestas de renombre como las de Fresedo, Troilo (de quien había sido arreglador en los años 40) o Basso grababan sus obras. Tangos como “Triunfal”, “Tanguango”, “Prepárense” o “Lo que vendrá” se fueron registrando antes de que Piazzolla los grabe para sí mismo.
Un criterio simple para empezar a disfrutar la discografía del músico nacido en Mar del Plata son sus formaciones, porque los estilos desarrollados por Piazzolla remiten a conjuntos y épocas. El octeto, por ejemplo, de pasados los años 50 cuenta con discos extraordinarios como Tango en HI FI y Lo que vendrá en los que graba obras fundamentales: “Tango del ángel” y “Tres minutos con la realidad”.
Este último tango sobre todo, representa para Piazzolla el espíritu de la ciudad. En esa pieza Piazzolla nos dice que el tango es, o debería ser, puro presente: tres minutos de realidad urbana y contemporánea con la ciudad de Buenos Aires. Como si el tango hubiera encontrado, gracias al alocado solo de Jaime Gosis en piano, su “Rhapsody in Blue” porteña y sintetizada.
Y justamente unos años después, a partir de 1963, nos encontramos con el quinteto. Hay que destacar Tango para una ciudad, donde graba esa elegía noir y porteña que es “Buenos Aires hora cero”. También de la misma década, aunque no se encuentre en las plataformas digitales (y, nuevamente, con un título erróneo y confuso) encontramos Introducción al Angel, vol. 1, que es en realidad una grabación en vivo en el Auditorium de Radio Municipal del año 1963. Búsquelo, vale la pena.
El disco en vivo en el Olympia de París, del año 1977, con el octeto, es otra gema del jazz-rock (y aquí, por una vez, este término no significa una música lechosa, tan virtuosa como estéril, que ha envejecido pésimamente). Con un efecto tímbrico excepcional, con piano, órgano eléctrico, bandoneón, este álbum se consiguió durante muchos años solo a través de oscuras versiones japonesas. Hace unos años Universal Music lo rescató y editó con el nombre de Astor Piazzolla completo en Phillips y Polydor, vol. 4.
Luego vendrían sus “años italianos” grabando en aquel país con acompañantes de diferente calidad, aunque claro, siempre con su insuperable bandoneón. Y además, al menos un disco más que destacable: Reunión cumbre, en el que unía su talento al de uno de los más grandes modernistas del cool jazz y los arreglos, el saxofonista barítono Gerry Mulligan. Y acaso esta “yunta” con el jazz (del más revolucionario de los tangueros, que había vivido en Estados Unidos donde, anécdota conocida, de chico conoció a Gardel) haya provocado, años después, otro álbum también a tener en cuenta: The New Tango, junto al vibrafonista Gary Burton.
Con respecto a discos grabados en directo, el único que Piazzolla lanzaría en vida es En vivo en el Regina. Con el plus especial de tratarse del primer fonograma en vivo en la historia de la música argentina. Allí registra versiones extraordinarias de sus “cuatro estaciones”, que nunca antes habían sido grabadas juntas, a manera de suite.
Y en el mismo teatro Regina, podemos hallar a Piazzolla y Goyeneche: En vivo, grabado junto al Polaco en 1982. Otra gema también es Live at the BBC 1989, grabado en los estudios de TV de la famosa radiodifusora inglesa.
Por último cabe destacar el fresco y aún caliente álbum doble Piazzolla íntimo, lanzado hace apenas tres semanas, con tesoros rescatados de su noneto en vivo junto a la cantante italiana de culto Mina, o registros caseros de bandoneón solo acompañando a Amelita Baltar y a Horacio Ferrer recitando. Estremecedor. A un siglo de su nacimiento, Piazzolla sigue sorprendiendo, como ayer, con una música para ser escuchada… infinidad de veces y de diferentes maneras.